Por Miguel Matos S.J.
Una vez pasado el trago
multisápido de las elecciones de gobernadores y alcaldes, nos toca ahora, con
una muy evidente urgencia, unificar los criterios para la embestida final de
las elecciones presidenciales del 2018.
Las elecciones presidenciales
son radicalmente otra cosa. Otra cosa por la forma como el venezolano, formado
en el presidencialismo, se involucra más en este evento que en otro tipo de
elecciones.
Pero esta vez son
verdaderamente otra cosa, por las dimensiones inéditas de lo que nos estamos
jugando. “Voy jugando a Rosalinda…”
En primer lugar, a no ser que
se interponga algún suceso extraordinario que amerite lo contrario, habría que
dejar sentado que toda convocatoria abstencionista se coloca como un enemigo
digno de la más contundente descalificación por lo que representa de divisionista
y de entreguista. No se le puede dar ni un centímetro a la histeria y al
exhibicionismo. Repito, si no se presenta un evento tan extraordinario que
aconseje lo contrario.
Y en segundo lugar se debe
comenzar, lo más urgentemente posible, a configurar el perfil de la persona y
el equipo que va a competir con el oficialismo por la presidencia.
En ese perfil se debe imponer
de la manera más visible el carácter universal e inclusivo que tiene esta
convocatoria. No podrían ser los líderes de una fracción poco o mucho
representativa del país ya que, de ser así, nos estaríamos precipitando desde
ahora para una derrota final y que sería esta vez casi definitiva. El
oficialismo marcha a pasos agigantados hacia una cubanización del Estado. Sin
duda que ese bando irá a la contienda respaldado por sujetos que voluntaria o
involuntariamente capitalizan totalmente su proyecto.
Nosotros tenemos que
sumergirnos en este evento como en una suerte de cruzada omnicomprensiva y
avasalladora que involucre a la totalidad de esa parte del país que ya no
soporta la catástrofe. Esto es muy posible. Esto es alcanzable.
Dada la experiencia de los dos
últimos comicios habría que pensar en gente capaz de competir en el mismo
terreno que el candidato oficial. El país ha sido inoculado con el virus del
populismo. Esto no puede nunca ignorarse. Por eso el candidato tiene que saber
investirse de alguna manera, del imaginario del populismo que en este momento
se lo ha apropiado totalmente el oficialismo.
No es una invitación a vestir
un disfraz de populista sino a rescatar la parte positiva de esta opción por lo
que tiene de más auténticamente incluyente y omniclasista de nuestra realidad.
Cualquier otro mensaje abstracto, demasiado tecnológico o clasista sería
radicalmente ininteligible por el grueso de la población.
Pero al mismo tiempo, ese
candidato y su equipo tendría que hacerle sentir a la población que, para salir
de este abismo, se requiere una propuesta radicalmente distinta a la ideología
y estilo de agenciar al país que lo ha llevado a esta ruina. El candidato y su
equipo debe mostrarle al país la factibilidad, lo realizable de una propuesta
de un signo contrario al tipo de socialismo con el que se ha llevado el país a
este deslave que todos, incluidos los más empobrecidos, estamos
padeciendo. Debería hacerle familiar al país conceptos como la
productividad, la inversión, el trabajo exigente, el ahorro y otros conceptos
más que son insustituibles en el esfuerzo de una nación que opta por superarse.
El candidato y su equipo deben
mostrarse al país como respaldados por una experiencia gerencial previa, ya
probada y por una eficacia suficientemente representativa en una escala cercana
a lo que supone gobernar un país. No pueden exhibirse como una suerte de
paracaidistas que vienen a ensayarse por primera vez en el ejercicio de
conducir nuestra nación una vez que los envistamos con el poder.
El Equipo debe “exprimirse los
sesos” buscando a los hombres y mujeres de fuera o de dentro del país,
venezolanos o no venezolanos con las capacidades adquiridas para atacar cada
una de las facetas de la vida nacional. Debe apelar a un verdadero fervor
patriótico para esta gesta.
Una característica
insustituible para este equipo, tiene que ser lo que se conoce como una “opción
por los pobres” en lo que esto significa de reconocimiento de la situación
deprimente en la que viven sectores mayoritarios de la población. Es
obvio que esta opción no puede seguir siendo una mampara en la que se esconde
la manipulación y la infantilización de los empobrecidos. Se debe convencer al
pueblo sobre lo dañino que ha sido para el país el asistencialismo pantallero,
el vivaracherismo que ha desestimulado el aprecio al trabajo y a la
responsabilidad. A la población hay que prepararla para las exigencias que van
a ser necesarias. El vía crucis que estamos viviendo ha demostrado la capacidad
de sacrificio de nuestro pueblo.
Una realidad torturante en la
que debería ya zambullirse el equipo es el referente a la inseguridad. Hemos
presenciado intentos de respuestas impuestos por esta administración que han
fracasado escandalosamente. Se trata de dibujar nuevas estrategias que, aunque
sean inicialmente duras de asimilar, ofrezcan resultados satisfactorios. Esto
no es imposible. Bastante cerca tenemos experiencias como las de Cúcuta y
Medellín que dejaron de ser nichos del crimen. Habrá que desarticular los
grupos de delincuentes con las que el Gobierno hace su trabajo sucio. Para eso
es necesaria una inteligencia militar confiable.
Faltarían por señalarse muchos
otros rasgos más, como podría ser la necesaria impecabilidad del Equipo en lo
referente a la corrupción y el clientelismo. Habría que reinstitucionalizar a
las Fuerzas Armadas.
No parece que deba
considerarse como prioritaria la penalización de los responsables del daño
ocasionado a la nación, pero tampoco podríamos, una vez más, dejar que la
impunidad decepcione a las víctimas o que no se recuperan los bienes robados.
Pero por ahora finalizo
diciendo que este equipo tendría que estar anímica, sicológica, espiritual y
físicamente preparado para responder a la estrategia multiforme y antiética que
seguramente activará el actual gobierno contra ellos una vez que comiencen a
presentarse como sus contrincantes alternativos en esta batalla.
Si todos nos aprestamos a actuar
como un pueblo que se libera de un largo tiempo de tiranía, al rescate del
país, seremos invencibles. Dios nos asista.
13-12-17
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