El padre Luis Ugalde ingresó
hace dos semanas como individuo de número de la Academia
Nacional de la Historia de Venezuela, institución que elogia por
la labor que ha desarrollado durante años, especialmente en momentos en los que
desde el gobierno se ha querido minimizar los avances de la época democrática.
“Prácticamente la historia
ha desaparecido en el currículo de primaria y bachillerato. Con Zamora llenan
el siglo XIX y con Chávez el XX. Todas las cosas importantes que se han hecho
no existen. Buscan instaurar que no hemos hecho nada significativo; si acaso
Bolívar, pero después, nada. Zamora es un mito que ganó un par de batallas y
después lo mataron. Esa no es la historia de un país que está lleno de
realizaciones”, afirma el sacerdote jesuita, ex rector de la UCAB.
—En su discurso de ingreso a
la academia habló de no ignorar los logros comprobados del país. ¿Pero cómo mantener
eso como motivo de esperanza?
—Has puesto el dedo en la
llaga. La palabra clave es la esperanza. Usemos una imagen del campo: si un
agricultor está convencido de que la semilla echada en tierra no va a producir
nada, bien sea porque va a llover o la tierra o la semilla están malas, ese
señor no puede trabajar. Sería loco laborar para algo que no se va a producir.
Esa es la diferencia de la esperanza. La Biblia presenta al sembrador
como el hombre de la esperanza. Se esfuerza para ver la cosecha. Hoy día para
recuperarla y lograr el cambio, necesitamos que esos cambios sean perfectamente
posibles y necesarios. Si es así, este año comenzará. La Constitución
exige unas elecciones, que no son las que tramposamente quiere hacer la
asamblea nacional constituyente, cuya existencia es también tramposa. Tenemos
en 2018 establecido las elecciones democráticas. Necesitamos que a la
mayor brevedad todos nos unamos en lo fundamental, exigiendo unas elecciones y
haciendo presión nacional e internacionalmente. Afuera están claros, hace un
año no. Han dicho que estas elecciones planteadas son dictatoriales. No hay que
gastar el talento en rebajarnos unos a otros entre demócratas. A lo mejor
alguien no piensa como uno, pero somos complementarios, en la misma dirección.
—¿Entonces está de acuerdo
con lo expresado por la Conferencia Episcopal Venezolana la semana
pasada?
—Absolutamente. Empieza con
algo que todo venezolano debe tener en la cabeza: que la asamblea nacional
constituyente es inconstitucional e ilegítima. Cuando dice que es
supraconstitucional, proclama su condición dictatorial. El CNE no puede estar
subordinado a la constituyente; además, debe ser neutral. Luego dice un par de
cosas más importantes, que es un despropósito ético y humano que en medio de
una situación de penuria como la actual, se privilegie y se monte un
espectáculo de distracción y alienación. Ahora, lo que dice la
Iglesia debe decirlo el mundo académico, empresarial, organizaciones,
sindicatos. Cuando veamos que en coro planteamos eso, amaneció la democracia.
—Pareciera que este
comunicado dice lo que algunos partidos de oposición no expresan con la misma
contundencia.
—¡Por supuesto! Por lo
general, en estos temas la Iglesia no suele meterse directamente
porque no es su oficio particular. Para eso están las instituciones, pero estas
se han violado todas. En el caso extremo se genera una crisis humanitaria de
proporciones como las actuales. Entonces la Iglesia tiene que salir,
porque si no está negando el Evangelio. El asunto es de vida o muerte. No puedo
hablar de amor al prójimo si dejo que la gente muera. Mueren los millones que
se van del país y los millones que están dentro y no tienen comida, empleo o
ingreso salarial que no pierda su valor. Todos saben en el gobierno, y por
supuesto la oposición, que esto no mejorará en seis meses.
—¿Y qué pasa entonces con la
oposición?
—Tengo la esperanza, por lo
que he visto en los últimos meses y no ha salido al público, de que eso
se va a dar, y en los próximos días. Van cayendo en la cuenta de que divididos
no sirven para nada y que la población no les creerá nada si no los ve unidos y
centrados en los grandes problemas de la población. Esto se debió haber logrado
hace tiempo. Si los obispos pueden decir una realidad clara del país, ¿por qué
los partidos no, si ese es su oficio?
—¿Considera entonces que el
diálogo en República Dominica fracasará?
—Si vas a jugar fútbol
contra el Barcelona, lo más probable es que no le puedas meter goles. Sabíamos
todos, incluso los que han ido al diálogo porque no son tontos, que el gobierno
hará lo posible para no ceder en nada y lo ha demostrado. Quiere las elecciones
mañana para que no nos podamos unir y hacer campaña, actualizar el registro,
quitar las inhabilitaciones. Pero la oposición ha sido inteligente. Este no es
como los otros diálogos. Ha llevado a países que no son aliados del gobierno.
El mundo democrático es consciente de lo que está pasando, de que acá hay un
golpe de Estado por parte del gobierno. Sin presión, el gobierno no va a ceder
en nada. Entonces hay que reunir la presión externa de los demócratas con la
presión interna de los demócratas. No es posible que siendo los venezolanos que
queremos el cambio, más de 80%, nos dejemos derrotar por el 25%.
—¿Qué debe hacer el
venezolano con estas elecciones convocadas por la constituyente?
—En mi artículo de la semana
pasada, dije no a la elección dictatorial y sí a la que está determinada
según la Constitución. Si digo que no voy a elecciones porque me
harán trampa, entonces no me movilizo. El país está paralizado anímicamente por
falta de esperanza, pero si al mismo tiempo todos los grupos decimos que sí a
la elección democrática, y apostamos por la unidad, todo cambia. Es
indispensable que la unidad no solo sea de partidos, sino de toda la sociedad
que defiende la democracia, los derechos humanos y valores morales
indispensables para rescatar la República, con una economía sana,
productiva y sin pobreza. En esta línea debe manifestarse el mundo empresarial,
el académico, las organizaciones gremiales y las iglesias, los ortodoxos,
luteranos, protestantes y rabinos. Así, la gente desengañada, recupera la
esperanza. El estado de ánimo del venezolano puede cambiar en una semana.
—En el acto de la
Academia Nacional de la Historia de Venezuela asistió Lorenzo
Mendoza. En los pasillos se decía que es su candidato.
—(Sonríe) No, en eso no me
he metido y nadie encontrará ni media página en la que yo haya dicho eso. Sería
un despropósito que me metiera en ese asunto. Además, hasta donde yo puedo
entender, él no quiere ser. Lo que sí puedo decir es que si mañana hay una
encuesta, arrasa. Es el candidato de los venezolanos, incluso de los chavistas.
Es el candidato de la población más pobre, también.
—¿Por qué?
—Bueno, aparte de las
cualidades personales, que las tiene y extraordinarias, a él lo han amenazado
de forma bruta y descarada, y él no se ha ido. Tenemos un fracaso productivo
monstruoso. La gente ve que esa es nuestra enfermedad. No hay empresa
estatizada que funcione. ¿Y quién es exitoso productivamente? ¿Dónde están las
marcas de harina de maíz en poder del Estado? En cambio, la de Polar está ahí.
Además, las personas ven que es alguien que quiere a su país, que es honesto,
competente y exitoso; que es lo que necesitan. La población ha descubierto que
la única manera de salir de la pobreza es la productividad. Este señor ha dado
empleo y productos. No se trata del engaño de redistribuir la riqueza mítica,
sino de dar la oportunidad de empleo y buena educación, para activar esfuerzo y
talento para vivir de lo que se produce y no de la limosna. Hay que potenciar
al pobre para que surja
—En su discurso en la
academia habló también de la dictadura, pero le agregó un calificativo
ideológico: socialista, un proyecto que no todos cuestionan en la oposición.
¿Fracasó la ideología de izquierda?
—La tragedia venezolana es
no haber sabido leer lo que ocurría. Es claro que teníamos una crisis en los
ochenta y noventa. Nuestra desgracia es que vino un médico y recomendó un
remedio que no funcionó en otros pacientes. No lo dijo en el primer momento. Al
comienzo habló de acabar con la corrupción, el abuso y otras cosas. No usó la
palabra socialismo, mucho menos comunismo. Luego, se casó con una fórmula que
no cura, con efectos colaterales. Yo lo dije en un artículo de 1998, titulado
“El gobierno de Chávez”. Fui a un mitin y afirmé que él prometía los lugares
comunes de la izquierda de los sesenta. Cayó el Muro de Berlín por la
desesperación de la gente, no porque lo tumbaron los gringos. El bloque
soviético se desmoronó después de tener el poder total. Cuba, obviamente, está
en la miseria. Corea del Norte es impresentable. ¿Cómo se me ocurre a mí
decirle a la gente que nos salvará una fórmula fracasada? Esa es nuestra
tragedia. Claro, es un disparate que le gusta a los oídos. Eso de derrotar a
los ricos, el imperio y los partidos que se apropian de la riqueza del
venezolano. Entonces, él pedía que lo apoyaran para derrotar a esos enemigos y
repartir esa riqueza. Eso es una gran mentira, que este país es rico. Hay un
potencial bajo tierra, pero solo el trabajo y el talento nos hacen ricos o
pobres. En estos momentos el talento está pisoteado y por eso pasamos penurias.
Estamos en la miseria.
—En ese contexto, hay
quienes reivindican en contraposición el libre mercado, el capitalismo, como
solución.
—Bueno, todas las fórmulas
unilaterales son malas. La sociedad tiene que tener dos piezas fundamentales.
La productiva y la que hace la convivencia: la solidaridad. La economía debe
ser de libre mercado, de iniciativa privada. Esto da la condición humana y
genera diferenciación en la sociedad porque unos producen más y otros producen
menos. Es indispensable esa libertad y diferenciación para premiar la
productividad. Si soy un vago y no produzco, y tú trabajas y produces, pero
ambos recibimos el mismo pago, hasta ahí llegamos. Pero si tienes en un
territorio mecanismos diferenciadores dejados por sí solos, llegan un momento
en el que la sociedad es invivible porque las distancias son cada vez mayores y
nos caemos unos a otros en guerras civiles y conflictos sindicales. Una
sociedad inteligente sabe que esto es una pieza lógica; la otra es la
solidaridad, que contribuye a que haya comunicantes. Por ejemplo, Francia y
Alemania vivieron guerras espantosas, hasta que cayeron en cuenta de que si a los
trabajadores no les va bien, no ocurrirá lo mismo con el capital. A la sociedad
le interesa que la pobreza se reduzca. Todas las sociedades avanzadas tienen un
pote común, en el que depositan un porcentaje en impuestos para la salud, la
educación, la seguridad, regulación del trabajo contra los abusos. El
liberalismo radical, sin el otro complemento, es un suicidio. No hay un solo
caso que demuestre lo contrario. La solidaridad también son las instituciones,
desde respetar el semáforo, pagar impuestos, y la Constitución.
—La clase media, factor
determinante en una sociedad, está disminuida porque pierde ingresos o se va
del país.
—En el marxismo es
considerada traidora, pues piensa que el que era pobre ayer, quiere salirse de
eso y ser como los empresarios. En la visión del sentido común, la clase media
es el símbolo de la esperanza. Aquella cuyos padres tal vez no pudieron ir a la
universidad, pero sí los hijos. Ahí está la solidaridad, el pote solidario, que
ha hecho maravillas y eso hay que recalcarlo. Cuando la clase media se
incrementa, esa que cree en el esfuerzo y la oportunidad, ve en el futuro de
sus hijos la prosperidad. Pero varios ministros han dicho que si el pobre deja
de serlo, ya no es aliado de ellos. Claro, no dependerá de ellos.
Los que se van
El padre Luis Ugalde
comprende las razones de los que deciden emigrar, pero les dice: “Creo que hay
mucho más porvenir activándonos acá. Claro, hay quienes se han ido por amenaza
o porque no encuentran oportunidad. Lo importante es que no haya agresión ni división
entre quienes se quedan o se van. También hay que darle la vuelta, el país se
internacionaliza. De pronto en un cambio político, algunos retornarán, pero
otros se quedarán y harán cosas que beneficien al país desde afuera, como
potenciar el turismo a Venezuela desde lo países en los que están”.
05-02-18
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