Por Arnaldo Esté
Renace el optimismo. La
unidad toma un cuerpo creciente y reconfortante. Tal vez abonada por la
angustia y la percepción de un país en destrozo, pero toma el cuerpo de gesta
amenazando al autoritarismo militar-civil y desubicando el abstencionismo.
Tanto el abstencionismo prepotente de sonidos adolescentes como el de la
resignación de los venezolanos acostumbrados a la petrofilia servil.
Se hacen cada vez más
difíciles y desubicados los pronunciamientos personalistas o divisores. Una
unidad con gran fuerza moral que terminará por crear el candidato necesario.
Eso habrá de ocurrir en los próximos días.
El fraude marcha y está
cantado. La corrupción, el ventajismo, el chantaje, la arbitrariedad y la
violencia siguen un curso que no logra esconder la lucha de facciones en el
gobierno. Pero la fuerza de la unidad, ahora y para una larga lucha, permitirá
asimilar golpes y pérdidas como inherentes a esa larga lucha.
La dignidad, tema y curso de
la educación
Trataré de escribir en dúo,
atendiendo simultánea y complementariamente lo político y lo educativo, dándole
espacio a este tema, en el cual me siento mejor.
Dignidad es una palabra de
uso tan repetido que su significado se extravía y aparece indistintamente como
vivienda y mobiliario adecuado a la exigencia petrofílica, como orgullo y
pretensión, y en terrenos más bien psicológicos, como autoestima o confianza en
sí mismo. Yo prefiero usarlo como relativo al reconocimiento y al respeto. Como
calidad de la persona. En un sentido más bien ético y filosófico.
Es el valor más importante a
ser cultivado en la educación, tan así que es soporte de otros valores
fundamentales en los cuales se realiza la persona: la participación, la
solidaridad, la diversidad.
La dignidad, como esos otros
valores, se cultiva y logra en su ejercicio y ello implica una pedagogía tanto
en ámbito social como en el formal y sistematizado. Tanto en el ejercicio del
gobierno, ya mencionado, como en las aulas. En una continuidad en la que el
autoritarismo magisterial, que monopoliza todos los turnos de actuación,
negando la dignidad del estudiante, prepara el campo y las formas de relación
para una autocracia como la que sufrimos.
Esto supone, requiere, otra
pedagogía, otra forma de entender las relaciones y juegos sociales que se dan a
propósito de los aprendizajes y que impliquen una profundización de la
democracia como modo educativo. Otras maneras de comprender el conocimiento y
sus procesos de construcción.
No es cosa sencilla ni
fácil. Es un proceso tan complejo,o tal vez más que la adopción del juego
electoral y su expresión en instituciones en escala nacional. Caminos que por
su complejidad presenta meandros, piedras y barrancos por los que se cuelan
tanto preservadores del poder, por pequeño que este sea, como poderosos y
corruptos deseosos de preservar sus privilegios. A ello se agrega el valor
tradicional que asume que la palabra, el discurso magistral tiene la virtud
mágica de crear aprendizajes y que por tanto, mientras más se habla –de allí
las cadenas– más se aprende.
03-02-18
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