Por Roberto Patiño
La crisis producida por el
modelo dictatorial del actual régimen se ha agudizado hasta llegar a un cuadro
de colapso y caos en todo el país. Cuadro de enorme gravedad que alcanza todas
las instancias sociales, degenerando en una parálisis nacional.
No es una figura metafórica.
Se está produciendo una tormenta perfecta en la que confluyen el colapso de
servicios básicos (agua, electricidad, gas, seguridad pública, salud,
comunicaciones), una severa crisis económica (hiperinflación, escasez de
efectivo, insuficiencia de los salarios, destrucción del sector privado), una
crisis humanitaria sin parangón en la historia contemporánea de Venezuela (con
aumento en los índices de mortandad por hambre y falta de servicios médicos a
niveles de catástrofe natural o guerra) y la desarticulación de la estructura
del Estado, cuyas instituciones sencillamente son inoperantes e inefectivas y se
han convertido en apéndices del poder, de espaldas a sus responsabilidades para
con la sociedad y las personas.
A este gravísimo contexto se
le agrega el terrible problema que significaba la pérdida de capital humano:
profesionales y recién graduados emigran del país buscando mejores condiciones
de vida, al igual que miles de venezolanos pertenecientes a los sectores más
vulnerables. A la par, crecen los índices de abandono en niveles educativos
básicos y universitarios. Se pierde así una parte sustancial de la fuerza
laboral productiva: a una infraestructura golpeada y atribulada, se le suma la
escasez de personal apto o capacitado.
Estos factores precipitan un
estado de parálisis, al sucederse de manera simultánea sacudiendo nuestra
cotidianidad. Personas que no pueden ir a sus lugares de trabajo porque no
tienen efectivo para pagar el transporte o si lo tienen no hay unidades
disponibles debido al problema de los repuestos. Centros de salud que
sencillamente no cuentan con los recursos mínimos y el personal para atender a
los pacientes. Familias que pierden la poca comida que pueden conseguir porque
son afectadas por cortes de luz que los dejan sin neveras para preservar
alimentos o no tienen gas para cocinarlos.
Se genera un ánimo general de
desasosiego, impotencia y de inmovilidad ante la escala y complejidad de una
crisis que nos afecta a todos y contra la cual no pareciese haber formas reales
y efectivas de respuesta.
Pero frente a esta terrible
situación debemos reconocer, con fuerza y conciencia, que si se están
produciendo esas respuestas.
Surgen desde el hacer y
actuar, por la misma sociedad, golpeada y sitiada por el régimen. Se
manifiestan tanto en movilizaciones de grupos y sectores como en el ejemplo de
personas e individuos.
Solo entre enero y febrero de
este año (según datos del OVCS), se han producido 1.308 protestas
principalmente por falta de comida, medicamentos y servicios básicos. A esto se
agregan las movilizaciones de comunidades, gremios y sectores productivos y
asistenciales exigiendo mejores condiciones de trabajo y cambios de políticas
gubernamentales para solventar los problemas de sus respectivos ámbitos.
Estas protestas se suceden a
pesar de las amenazas y peligros ciertos de la represión oficial, buscando
cohesionar y generar solidaridad no solo para visibilizar el profundo y
evidente rechazo al gobierno, sino también para lograr verdaderas condiciones
de cambio frente a problemas y necesidades comunes.
Esta es la misma actitud
presente en personas como Yasiri, vecina de La Vega. Al frente del comedor de
Alimenta la Solidaridad de su sector, afirma con contundencia que es
venezolana, madre y trabaja para el beneficio de sus hijos y los niños de su
comunidad. Y su afirmación se sustenta en el trabajo diario que tanto ella,
como otras tantas madres del programa, realizan diariamente, sobreponiéndose a
las dificultades de la crisis, realizando acciones individuales que tienen una
repercusión positiva en su entorno inmediato y sirven de ejemplo en otras
comunidades.
Reconocer estos logros,
heroicos dentro del actual estado de las cosas significa también valorizarlos
para hacerlos parte significativa de movimientos que, como el Frente Amplio
Venezuela Libre, se están produciendo con los objetivos de articular a los
diversos actores sociales en rechazo a la dictadura y en busca de formas de
superación de la crisis.
Esta fuerza de hacer y actuar,
expresada y generada desde las bases populares, debe mover a liderazgos
políticos y sociales. Representa vías válidas de resistencia al régimen y señala
formas para contrarrestar la parálisis nacional con la que este pretende
someter y desintegrar al país.
robertopatino.com
17-03-18
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