Por Roberto Patiño
Como todo venezolano, yo
también siento rabia y frustración ante el estado de las cosas y la tragedia y
el colapso en el que se ha convertido la realidad del país.
Junto con vecinos, líderes,
voluntarios y benefactores, llevamos a cabo el programa Alimenta la Solidaridad
para brindar almuerzos a los niños en situación vulnerable en comunidades de
Caracas. Mi frustración se debe a que cada día tenemos más niños que necesitan
participar del programa y me parece inaudito que en un país como el nuestro,
con sus recursos y posibilidades, se produzca una situación de hambre como la
que estamos viviendo ahora, en la que un niño no esté alimentado e incluso
pueda morirse por esto.
Me da indignación, me da una
profunda rabia, padecer un gobierno que no reconoce esa realidad y que cuando
lo hace, forzado por lo evidente del descalabro, por la magnitud del desastre y
el clamor general, le eche la culpa a otros sin responsabilizarse ni aportar
una mínima solución. Peor, que ese régimen utilice esa hambre, instrumentalice
ese dolor, a través de un carnet o una caja de comida, para humillar a las
personas, para someterlas y condenarlas al oprobio, para continuar en el poder.
Como muchos venezolanos,
siento rabia frente al fraude del 20 de mayo. De cómo las certezas y las
estabilidades de la democracia y sus instituciones (aun con todos sus defectos)
han sido demolidas por la instauración de un régimen dictatorial, que desconoce
mi voto y viola de manera flagrante mi derecho de expresarme pacífica y
constitucionalmente.
Es difícil enfrentar a la
actual tiranía, porque se afianza en el desconcierto y la incertidumbre. Al
violar acuerdos sociales de convivencia democrática cambia las reglas a su
conveniencia y realiza acciones en las que desnaturaliza las funciones básicas
de servicio público del Estado. El régimen fuerza dinámicas inesperadas, que se
salen de la legalidad y los límites constitucionales, para mantenerse en el
poder.
Esto es a la vez su fortaleza
y su gran debilidad. Hacia lo interno vive fisuras y desencuentros, producto de
la desconfianza y la sospecha intestinas, y en lo externo, se desenvuelve en un
estado de perenne tensión frente a un país a punto de explotar en cualquier
momento, harto y desesperado ante el malestar y el hostigamiento que sufre.
Es cierto que Maduro pretende
reelegirse con un sistema impuesto de fraude y manipulación, pero ¿puede
asegurar que estará en el poder los próximos 6 años? ¿En medio del caos y
colapso que genera? ¿Del descontento y rechazo que produce en todos los niveles
de la población?
Como muchos venezolanos,
siento indignación. Ante la crisis de medicinas y el estado de nuestros
hospitales, ante la debacle económica y el empobrecimiento que produce, ante la
violencia, las violaciones de los derechos humanos, la confiscación de
libertades y la negación de las más básicas condiciones de dignidad y respeto
humano.
Pero también, como muchos
venezolanos, en la que quizá sea la lección más dura de esta crisis terrible
que nos ha tocado vivir, me niego a sucumbir a esa rabia y a esa frustración.
Ante ellas busco responder desde la solidaridad, el apoyo y el encuentro con el
otro.
Como activista político y
social defiendo y promuevo la importancia de la organización y la
participación, generando proyectos y acciones sobre esas bases. Ante la
situación que estamos viviendo, debemos juntarnos de manera organizada. Por una
parte, es necesario para prestarnos apoyo mutuamente frente a las emergencias
de la crisis. Reunidos en torno a los problemas comunes podemos juntar
esfuerzos que nos permitan aliviar y superar las adversidades.
Por otro lado, es necesario
organizarse para presionar de forma efectiva y contundente al régimen y generar
condiciones para su salida. Involucrar a cada vez más personas, tanto fuera
como dentro de la estructura del poder, y cuestionar y denunciar al régimen en
su realidad tiránica y devastadora.
Este encuentro y organización
es imprescindible para afrontar esta crisis. En días pasados los profesionales
de la salud se manifestaron en distintos puntos del país, y el apoyo de las
personas, que sin pertenecer a ese gremio acompañaron y replicaron las
protestas, es una muestra de lo que debemos hacer bajo las actuales
circunstancias. Organizarnos, juntos, apoyándonos los unos a los otros, en la
necesidad de la crisis y en el esfuerzo para provocar la salida de este
régimen.
Como todos los venezolanos
siento rabia y frustración, pero no voy a ceder ante ellas. Enfrento el modelo
de destrucción, empobrecimiento y hambre que las fomenta desde la solidaridad y
el encuentro, con la certeza de la transformación y el cambio.
robertopatino.com
26-04-18
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