Por Henrique Capriles
Una carrera por la
supervivencia es lo que enfrenta nuestro pueblo venezolano cada día. 24 horas
de penurias los 365 días del año. Cada actividad, por cotidiana que parezca,
supone enormes esfuerzos. Bañarse, cocinar, cargar un teléfono celular, comprar
un medicamento, ¡Todo! Parece como si al país entero lo hubieran metido en una
máquina del tiempo para hacerlo retroceder un siglo.
Ni siquiera países que han
sufrido conflictos armados o que han sido arrasados por fenómenos naturales
muestran tal devastación. Los ejemplos sobran en todos los ámbitos, pero lo que
está ocurriendo con la salud, la alimentación y los servicios básicos no tiene
comparación.
Esta semana nuestro pueblo
zuliano vivió – literalmente – el infierno que representa la crisis de Maduro.
Además de estar sometido a días enteros sin luz, fueron una vez más reprimidos
por exigir sus derechos. El mismo guión de siempre: culpar a la oposición y
meter presos a manifestantes, dirigentes políticos y voceros gremiales.
“Esto es inhumano, porque no tenemos
agua, ni señal en los teléfonos tampoco, de paso mi cocina es eléctrica y he
tenido que ir a donde una tía para poder comer”, expresaba una ciudadana de
Sabaneta.
“La luz se va a cada rato y
uno no puede ni estar dentro de la casa porque el calor es insoportable”,
afirmaba una abuela en Maracaibo.
El Zulia es este momento la
cara más evidente del apagón de un país entero. Esta semana también se
sufrieron cortes en Barquisimeto, Vargas, Mérida, Guárico y la capital. En el
primer trimestre de 2018 hubo más de 4 mil apagones en todo el país. ¡Esto se
traduce en 44 apagones diarios!
Definitivamente, como afirman
quienes han salido a reclamar ¡El Zulia les quedó grande! ¡Venezuela les quedó
demasiado grande! Y mientras estén en el poder no habrá manera de revertir la
catástrofe en la que han convertido nuestra tierra.
El descontento de nuestro
pueblo es tal, que esta semana vimos como cientos de personas vecinas del
Palacio de Miraflores se hartaron de la sequía a la que los tienen sometidos
por el racionamiento de agua, y sin miedo, salieron a exigir el
restablecimiento del servicio. El rostro sorprendido de los oficiales de
seguridad que custodian el Palacio habla de lo inesperada que fue esa protesta
a tan solo metros del despacho presidencial, en una zona en la que manifestar
resultaría temerario.
Mientras tanto Maduro, en una
total demostración de su desconexión con los problemas de los venezolanos, no
solo tiene el descaro de pedir su reelección, si no que ahora, en campaña, va
de tarima en tarima, ignorando olímpicamente el tema del agua o el de la luz.
Eso sí, suspendió su visita al Zulia porque no se atreve a darles la cara.
El discurso del destructor de
nuestra Venezuela no aguanta una revisión. Habla de un pasado que solo existió
en sus discursos, de un futuro que no garantiza y omite el presente en el que
tiene hundido a los venezolanos.
Pero lo que es aún más
asombroso es que los responsables de la destrucción de una tierra otrora
reconocida por sus riquezas, sus avances, su industria, no solo no asuman su
responsabilidad, achacando todo al sabotaje y la guerra económica, sino que se
atrevan a afirmar que somos un país potencia y hasta organicen una exposición
para vender esa mentira. ¡Caretablismo puro!
¿De qué potencia hablan cuando
los venezolanos hoy se transportan en camiones para cargar ganado? ¿Cuál
potencia si cada vez son más las familias que viven a la luz de las velas?
¿Cuál potencia si no hay efectivo y se está volviendo al trueque del siglo
pasado? ¿Será porque somos potencia que 4 de cada 10 venezolanos está pensando
irse del país?
Potencia es lo que le están
aplicando a la destrucción del país y como si se tratara de una mala película
de ficción, mientras nuestras familias están en penumbra, anuncian que van a
financiar proyectos de energía solar en otros países con el Petro.
El apagón no es más que la
punta del iceberg de la oscuridad que ha invadido a nuestra Patria y que ha
paralizado desde las actividades más rutinarias hasta la operación de nuestras
industrias básicas, pero Maduro, con el mayor cinismo, fue a Guayana a mentir y
a anunciar que ahora convertirá al estado Bolívar en un conejillo de indias
para experimentar con el Petro.
Destrozaron las empresas de la
CVG. Hoy 80% de la nómina de 50.000 empleados no puede llegar a los centros de
trabajo por la falta de transporte. Pero parece que para la cúpula la
destrucción no ha sido suficiente.
Maduro no escarmienta. Hace un
año fue recibido con huevos en San Félix, esta vez lo recibieron con protestas
los profesionales de la salud y los trabajadores del aluminio. Pero en lugar de
escucharlos, les lanzaron a la Guardia Nacional para tratar de acallar las
exigencias de un pueblo que está cansado de las burlas.
Este sábado, Día Nacional de
la Industria del Hierro y del Petróleo, no hubo nada que celebrar, nada que
mostrar porque acabaron con todo.
Desde 1999 han endeudado de
tal manera a Pdvsa que ha ido cayendo en el incumplimiento de los pagos y
muchas empresas han dejado de prestarle sus servicios, lo que ha afectado la
productividad de la industria.
Sólo en 2017 la caída de la
producción petrolera superó los 600 mil barriles diarios y el éxodo de los
trabajadores desde 2017, claro reflejo del deterioro de la que fue la principal
industria del país y una de las más importantes del mundo, es de al menos 25
mil personas.
La que antes era una empresa
reconocida mundialmente, hoy a duras penas puede mantenerse a sí misma. Usaron
el argumento de la caída de los precios del petróleo, pero hoy, con el barril
por encima de los 60$ queda más que nunca en evidencia su fracaso.
Un país no sale adelante si no
se incentiva el aparato productivo. En lugar de adoptar medidas que permitan
que los venezolanos puedan progresar y sean capaces de echar para adelante
gracias a su esfuerzo quieren un pueblo dependiente al que chantajear a cambio
de votos.
No es la sequía ni el sabotaje
lo que tiene al país de apagón en apagón, es la incapacidad e indolencia de un
régimen al que no le ha importado arrasar con un país entero con tal de
mantenerse en el poder para protegerse a sí mismos.
Son el gobierno del caos y la
destrucción y está en nuestras manos detenerlos en sus intenciones de
perpetuarse en el poder. Demostremos todos los días que a nosotros sí nos duele
nuestra Venezuela y estamos dispuestos a hacer todo lo que esté en nuestras manos
para recuperar su libertad y su democracia.
En ese orden reitero la
urgente e imperiosa necesidad de que en unidad se revise y se discuta cuál es
la política, cuál es el camino para darle respuesta a los venezolanos sobre la
peor crisis de nuestra historia.
¿Hemos oído y debatido
realmente lo que quiere hacer nuestro pueblo? La realidad se mueve todos los
días y los partidos no pueden permanecer inmóviles frente a ello. El
caudillismo le ha hecho mucho daño a nuestro país pero pareciera que no hay forma
de que en colectivo puedan tomarse decisiones.
Nada va a darse por inercia y
la política no puede ser no hacer nada y simplemente dejar pasar el 20 de mayo.
Hay que debatir y acordar ya, oyendo siempre al pueblo que sufre.
De nada vale el “yo te lo dije” porque aquí no se trata de quién tenga la razón. Se trata realmente de buscar una solución, máxime cuando hemos luchado tanto. Estamos todavía a tiempo. Sobre la base de ese debate urgente y desprendido estoy seguro de que podremos dar una respuesta a la altura del momento histórico que vivimos.
¡Qué Dios bendiga a Venezuela
y nos fortalezca cada día más para lograr nuestro objetivo!
29-04-18
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