Reuters 25 de abril de 2018
Es una
mañana de viernes y lo único que se escucha en los pasillos y salones de la
blanca construcción con techos de chapa metálica es el siseo de las palmas
movidas por el viento.
Los
pupitres de la escuela pública “Orlando García”, ubicada en la localidad de
Socopó, a unos 600 kilómetros de Caracas, están arrumados en las aulas de pisos
de cemento y por las que hasta febrero circulaban 384 alumnos, de primero a
sexto grado.
Casi tres
millones de niños en Venezuela de tres a 17 años asisten de forma intermitente
a clases o se ausentan del todo, según el estudio Encovi de tres grandes
universidades, debido a cortes de luz y agua, falta de comida o de transporte
en un país donde la hiperinflación pulverizó sueldos de maestros y padres.
Sin
clases y mal alimentados, se anticipa al menos una generación futura que podrá
aportar poco a una economía que ya lleva cinco años en recesión, según
especialistas.
“Con
hambre ni se enseña, ni se aprende”, dijo Víctor Venegas, presidente en Barinas
de la Federación de Trabajadores de la Educación de Venezuela. “El hambre la
tiene el niño y también la tiene el docente, es un cuadro verdaderamente
patético lo que estamos viviendo”.
La
suspensión de clases es un golpe a uno de los mayores legados atribuidos al
fallecido presidente Hugo Chávez, nacido en el estado Barinas -donde se ubica
Socopó-, ya que el sistema educativo fue una prioridad de su Gobierno.
A
pesar de la situación, el presidente Nicolás Maduro dijo en marzo que aún con
la crisis económica “no se ha cerrado ni una escuela, al contrario, se han
abierto 100, 200, 300”.
El
gobernador de Barinas, Argenis Chávez, hermano del difunto presidente Chávez,
dijo el 3 de abril en una conferencia de prensa que los cierres de Socopó y de
otras regiones son “parte del plan de la oposición para tratar (...) de
sabotear el proceso de elecciones del 20 de mayo”.
“ME DESMAYÉ”
En la
ciudad de Barinas, capital del estado homónimo, la crisis económica se nota en
la casa de Isabel Colina, de 43 años, quien dijo que perdió 10 kilos en los
últimos meses.
Una de
sus dos hijas, Magdalena, quien tiene 14 años y asiste a un liceo público, dijo
sentirse afortunada porque “aunque sea tengo un poquito que comer” gracias a la
ayuda de su abuela, pero que otros estudiantes no tienen la misma suerte.
“Cuesta
un poco estudiar así”, dijo Magdalena.
Uno de
los atractivos para que los niños fueran a clase en tiempos de crisis eran los
programas oficiales de alimentación, pero ya han sido reducidos o no llegan a
algunas escuelas, según padres y maestros, ante los agobios financieros del
gobierno.
“Desde
hace meses en la escuela donde mis niñas estudian, no dan comida”, dijo Carmen
Beatriz Peñaloza, de 67 años, a cargo de cuatro nietos en Torbes, en el estado
andino de Táchira.
Una de
las nietas de Peñaloza dijo que se ha desmayado por comer poco. “Estábamos
cantando el himno (nacional), yo me sentía mareada. Ese día sólo había comido
una arepa, me desmayé”, recordó Juliani Cáceres, de 11 años.
“Puede
que haya debilidades en la distribución (del programa de alimentación) en
algunos municipios, y siempre estamos atentos a corregirlos”, admitió el
ministro de Educación Elías Jaua. Pero el programa “va a continuar, se va a
expandir”, aseguró a Reuters en Barinas.
“CAMINO AL SIGLO XIX”
En el
sector público -que conforma el grueso del sistema educativo- el salario
mensual de un maestro es de unos 1,2 millones de bolívares, unos 20 dólares a
la tasa oficial, pero poco más de un dólar al tipo de cambio en el mercado
paralelo.
En el
sistema privado, algunos docentes ganan unos 3,3 millones de bolívares,
indicaron profesores. Pero un kilo de café en Barinas cuesta alrededor de un
millón de bolívares.
“Con
mi último sueldo logré comprar un kilo de carne y un kilo de azúcar”, dijo Roxi
Gallardo, una profesora de 35 años en la ciudad andina de San Cristóbal que,
como muchos, busca salir del país.
Según
el parlamento, bajo control opositor, la inflación fue de mas de 8.800 por
ciento en doce meses hasta marzo.
Desde
septiembre, cuando el tsunami de la hiperinflación impactó a los venezolanos,
un 50 por ciento de los estudiantes y un 40 por ciento de los maestros en
Barinas han dejado de ir algunos días o por completo a las aulas porque no
pueden cubrir sus gastos, dijo Venegas, del gremio docente.
“En
educación vamos en camino al siglo XIX”, dijo Luis Bravo, jefe de Memoria
Educativa, una base de datos e investigación sobre el sistema docente
venezolano de la Universidad Central de Venezuela (UCV), la más antigua del
país.
A este
ritmo “indudablemente que vamos a tener un pueblo de analfabetos”, dijo
Venegas.
Eudys
Olivier, una ama de casa de 39 años, dijo en su casa en una humilde zona de San
Félix, en el sureño estado Bolívar, que entiende la importancia de la educación
para sus hijos, pero que se mantiene con poco más de un millón de bolívares que
gana su esposo Yirbis Mendoza trabajando en una panadería.
“Si no
hay suficiente comida, prefiero dejarlos en casa”, dijo Eudys, madre de un
chico de nueve años y una niña, de ocho. “Quiero que mis hijos vayan a diario a
la escuela porque es su futuro, pero no puedo mandarlos hambrientos”.
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