Por Andrés Cañizález
Decir que el periodismo está
en medio de una profunda metamorfosis, a nivel global, no es en este momento
ninguna novedad. En Venezuela, sin embargo, el proceso de transición que
caracteriza a la práctica periodística en este tiempo, termina teniendo una
lectura particular por el peso que tiene el poder político en dicha dinámica.
Los cambios que vienen experimentando medios de comunicación y ciudadanos en
torno a buscar, procesar y compartir información, tienen en Venezuela un
proceso de aceleración por decisiones políticas que imponen la censura directa
o generan autocensura en el ecosistema mediático.
Tal como se usa el carburo de
calcio para producir una maduración más rápida del plátano, una práctica muy
común en el estado Zulia, la transición del periodismo venezolano ha tenido una
dosis de autoritarismo que ha llevado a una rápida reinvención o ajustes
significativos. ¿Para qué? Sencillamente para adaptarse tanto medios y
periodismo no sólo a las dinámicas globales, con ciudadanos cada vez más
conectados con dispositivos móviles, sino para hacer frente a un contexto local
muy particular.
Los nuevos medios digitales y
las plataformas en Internet de los medios tradicionales, en Venezuela, están
haciendo una apuesta en condiciones adversas, tal como lo pudimos constatar en
diversas presentaciones y comentarios en el foro que organizamos a fines de 2017,
desde la asociación civil Medianálisis: Periodismo en Transición. Los emprendimientos y
empresas periodísticas generan contenidos para una población necesitada de
estar informada (dada la propia situación de crisis continuada), pero con
serias dificultades en la conectividad, junto a decisiones gubernamentales que
de facto han cerrado ventanas informativas.
Sobre esto último, por
ejemplo, un caso reciente lo constituyó la decisión oficial de suspender las
emisiones de CNN en Español en los sistemas de
televisión por suscripción. No se trató de un caso aislado, pero tuvo mucha
repercusión dentro y fuera del país, al tiempo que simboliza un modus
operandi: Conatel actúa no como órgano técnico sino como una suerte de
comisario político para censurar contenidos, no se cumple ningún proceso
administrativo previo, el gobierno dicta una orden de sacar al medio de las
parrillas de la televisión por suscripción y ésta orden se cumple de inmediato.
Partiendo de este contexto, la
asociación civil Medianálisis apeló a los servicios de la empresa Delphos,
dedicada a los estudios de opinión pública, para constatar cómo se percibía
esta transición en materia de medios e información desde los ciudadanos, en
Venezuela. Dentro de un monitoreo periódico que Delphos hace de la situación
país, se incluyó una batería de preguntas que elaboramos. Entre el 10 y 24 de
marzo de este año se aplicaron los cuestionarios a una muestra de 800 personas,
mayores de edad, en entrevistas cara a cara en centros poblados con más de dos
mil habitantes.
Un primer aspecto llamativo,
al revisar los resultados, está en relación a la utilidad que le adjudican los
entrevistados a la información que emiten los medios de comunicación (vistos
éstos como un todo) en Venezuela. Sumando las personas que consideran útil y
muy útil la información eso arroja un total de 49.7 por ciento, sin embargo un
42.4 por ciento (una cifra bastante alta) resulta de la totalización de quienes
la catalogan de poco útil o de francamente inútil.
La brecha social en Venezuela,
que se manifiesta de muchas formas en nuestra vida cotidiana, también se
percibe en los resultados que arrojó esta pregunta. El resultado más alto de
valorar positivamente la información está en los estratos A-B, mientras que la
peor percepción está en el E. Un 44.6 por ciento de los venezolanos menos
pobres consideran muy útil la información, mientras que 20.2 por ciento de los
más pobres la catalogan de inútil. No es asunto menor, asimismo, que
precisamente en el nivel socioeconómico E encontremos el más alto porcentaje de
entrevistados cuya respuesta es el “No Sabe”: 13.1 por ciento. En el segmento
A-B escasamente el 1.8 por ciento dice no saber.
Opinar si la información
recibida es o no útil depende, al menos así lo analizo, del medio o plataforma
específica que se tenga como referencia para estar informado. Acá entramos de
lleno en la transición que está operando en las dinámicas personales, en
Venezuela, relacionadas con el modo en el que se está informando la población.
A cuál medio apelan hoy los venezolanos para estar informados y una lectura de
los cambios que están detrás de estas preferencias.
La televisión sigue siendo un
referente de primer orden para informarse entre los venezolanos. Es éste, a mi
juicio, uno de los principales hallazgos en esta investigación. Viene
ocurriendo un cambio, de eso no hay la menor duda, pero en medio de una
metamorfosis en la que cohabitan viejas prácticas en la búsqueda de información
con los nuevos modos. A mitad de los años 90, por ejemplo, los trabajos sobre
consumo cultural de Marcelino Bisbal y Jesús María Aguirre evidenciaban que la
televisión era reina absoluta, ya que más del 90 por ciento de los venezolanos
la tenían como principal fuente para estar informados.
Hoy, tras varios años de
acciones sostenidas en aras de controlar los contenidos incómodos para el
régimen especialmente en la televisión (tanto abierta como por suscripción), la
pantalla chica sigue siendo la principal plataforma al ser mencionada por 43.9
por ciento de los consultados en este trabajo de opinión pública. Otro dato que
resulta significativo: es mayor que la media esta referencia informativa en el
sector socioeconómico C (en teoría con mayores opciones de acceso para buscar
información en otras plataformas) que en el E. La televisión fue mencionada por
49.1 en el estrato C y sólo por 33.3 por ciento en el E, siendo éste el más
bajo de todos.
Las páginas web (en las tres
opciones que se presentaron en el cuestionario) apenas suman 8.8 por ciento
como medio al cual apelan los venezolanos para estar informados. Eso no debe
sorprender. La mayoría de personas que buscan y consumen noticias lo hacen
desde dispositivos móviles (celulares inteligentes y tabletas). En Venezuela,
según Tendencias Digitales en su reporte 2018, 62 por ciento de quienes navegan
lo hacen con sus smartphones y tablets. En México, el año
pasado, la cifra se ubicaba en 72 por ciento.
La navegación desde estos
dispositivos transcurre desde las redes sociales, que a su vez llevan a los
sitios web cuando hay una información que se quiera ampliar o sencillamente el
usuario se queda sólo con la capsula informativa que le proporciona la red
social. En el caso de esta investigación 16.1 por ciento mencionó a las redes
sociales como la plataforma a través de la cual se informa, y sabemos que
hablar genéricamente de redes sociales hace difusa la posibilidad de saber a
ciencia cierta de qué hablamos ya que allí se engloban plataformas y
aplicaciones tan disimiles como Whatsapp, Facebook, Instragam o Twitter. En
futuras investigaciones debemos desagregar las diferentes opciones en el campo
de redes sociales para tener información más precisa.
También encontramos una cifra
nada desdeñable de venezolanos que sencillamente no apelan a ningún medio o
plataforma. No lo preguntamos explícitamente, pero se puede inferir que no
buscan o no desean estar informados. Nacionalmente el porcentaje es de 7.3 por
ciento, pero cuando se desagrega por ubicación geográfica (Distrito
Metropolitano de Caracas, Ciudades Principales y resto del país) prácticamente
un tercio de los capitalinos consultados respondió ninguno.
La percepción ciudadana sobre
el trabajo periodístico, en Venezuela, fue otro tópico que colocamos en la
batería de preguntas del estudio nacional que aplicó Delphos. Fue el tema en el
que de forma más clara se expresó una polarización, resultando las respuestas
(en un sentido positivo o negativo) alineadas tanto geográficamente como
políticamente.
Ante la disyuntiva sobre si
los periodistas en Venezuela hacen bien o no su trabajo, las valoraciones
positivas sobre la labor periodística predominaron entre quienes: a) viven
fuera de Caracas y las principales ciudades del país, es decir en los pequeños
poblados; b) tienen carnet de la patria y están seguros de ir a votar. La Venezuela
profunda, por decirlo con una metáfora a veces desgastada, que forma parte del
tramado oficial de beneficios y que ante las elecciones del 20 de mayo tiene
plena seguridad en ir a votar, es el país que valora de forma más positiva al
periodismo en Venezuela.
En tanto, la posición crítica
hacia el trabajo de los periodistas venezolanos está de forma marcada en
Caracas, entre quienes no tienen carnet de la patria y los que no van a votar o
manifestaban no estar seguros.
Sin entrar en las
consideraciones que ya extensamente ha hecho Eugenio Martínez en Prodavinci, pero
asumiendo algunos de sus datos sobre la relación entre afinidad política e
intenciones de acudir a votar el 20 de mayo, claramente el venezolano opositor
tiene una mirada cuestionadora del trabajo periodístico en el país, un tópico
que podría ser abordado de forma más cualitativa en grupos focales, por
ejemplo, para determinar las causas de dicha percepción.
Finalmente, otro ámbito con
resultados dignos de reseñar públicamente está en la percepción ciudadana sobre
la libertad de expresión y su papel en el trabajo cotidiano de medios de
comunicación y periodistas en la Venezuela actual.
De forma mayoritaria, la
opinión es que el gobierno de Nicolás Maduro limita la libertad de expresión y
por tanto le coloca obstáculos al periodismo. Empero, un tercio de los
encuestados considera que el régimen venezolano sí respeta la libertad de
expresión, una aseveración que para un lector extraviado podría ser
incomprensible. En el terreno de derechos y libertades civiles y políticas, me
parece, se produce una alineación política a la hora de expresar puntos de
vista. Ese 33.6 por ciento que dice que en el país hay libertad de expresión se
distribuye, al analizar con mayor precisión, entre quienes tienen más de 50
años, poseen carnet de la patria y están seguros de votar este 20 de mayo.
Finalmente, introdujimos en el
cuestionario un asunto sobre el cual largamente hemos discutido por iniciativa
de Medianálisis en
diversos eventos, foros y mesas de debate con periodistas y editores de medios
venezolanos. Se trata del papel del ciudadano en toda la mecánica nacional de
restricciones, censura y autocensura. La autovaloración sobre el rol ciudadano
en un contexto país que restringe la circulación y difusión de información. Al
igual que el tema de la libertad de expresión, este tópico queda supeditado, en
mi opinión, a la alineación política de los entrevistados. Se trata de una
opinión condicionada por su percepción y preferencias políticas.
De esa forma 65.3 por ciento
opina que los ciudadanos no velan por el derecho a la información en Venezuela.
Es un porcentaje bastante similar a los que opinan que en Venezuela no hay
libertad de expresión y el gobierno dificulta el trabajo de los medios. Los
puntos más altos en esta visión cuestionadora sobre su propio rol ciudadano
están en el segmento social A-B y entre quienes están seguros de no votar el 20
de mayo.
Todos estos datos deben verse
como una fotografía del momento y no en clave de una cartografía definitiva
sobre la intensa y complicada relación que tiene hoy en Venezuela la
interacción entre medios, ciudadanía e información.
Estamos, sin duda, en medio de
una compleja transición que en Venezuela no sólo está generada (como en buena
parte del mundo) por los cambios en los hábitos de consumo de noticias o en la
generación de nuevas aplicaciones y aparatos tecnológicos. En nuestro caso, el
poder político, bien sea por sus decisiones pasadas o eventuales
determinaciones en el corto y mediano plazo, le agrega mayores signos de
interrogación a un terreno ya plagado de incertezas.
17-05-18
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