Miguel Méndez Rodulfo 18 de mayo de 2018
El
fraude electoral cometido por Cambridge Analytica en las elecciones de USA
2016, no se hubiese podido perpetrar sin los datos obtenidos de Facebook,
acerca de la personalidad de 87 millones de electores norteamericanos. El
negocio de Facebook, al igual que el de Google o Twitter, opera de la siguiente
manera: estas plataformas ganan dinero vendiendo publicidad; esto en principio
es razonable, porque el usuario recibe un servicio gratuito que cuesta miles de
millones de dólares desarrollar, a cambio de lo cual Facebook permite que los
anunciantes envíen publicidad a la medida. Hasta ahí hay equidad. Zuckerberg,
luego de su comparecencia ante el Congreso Americano, en virtud del escándalo
mundial que se formó, dijo que: “permite a los anunciantes que le digan a qué
tipo de público quieren llegar y es el propio Facebook quién coloca la
publicidad, sin que los datos cambien de mano”. También agrego que se equivocó
en referencia al escándalo de la consultora Cambridge Analytica: “está claro
ahora que no hicimos suficiente (....) Fue un gran error. Fue mi error, y lo
siento".
Desde
hacía tres años Facebook sabía que esos datos se habían desviado, pero no
inició ninguna investigación y hasta el mes de marzo de 2018, no había
suspendido las cuentas de Cambrigde Analytica y del profesor Kogan que obtuvo
la data con fines académicos, pero que luego se la vendió a CA. El tema es que
este uso inapropiado de la información permitió que CA colocara la publicidad
individualizada, de manera que la data si cambió de manos. Además que la gente
de Facebook, durante las elecciones, podía suponer la manipulación sobre el
electorado y la ventaja que eso le daba a Trump, pero callaron y no dijeron
nada.
El
asunto es que Facebook te conoce mejor que nadie. Veamos porqué: bastan 10 “me
gusta” para que los algoritmos logren definir la personalidad de alguien mejor
que sus compañeros de trabajo.150 “me gusta” logran definirnos mejor que
nuestros padres, y 300 nos definen mejor que nuestra pareja. Pero además,
fotos, mensajes compartidos y mensajes enviados, nos definen mejor que los “me
gusta”. Así que nos podemos imaginar la descomunal arma de manipulación que
poseen esas plataformas sobre nosotros. Como sabemos, la personalidad es una
combinación de pensamientos, comportamientos y sentimientos. Es ilegal que los
anunciantes se dirijan a nosotros en función de nuestra personalidad; lo que no
es ilegal es que se dirijan en función de nuestros intereses. La prohibición
legal es sana y conveniente, pero pareciera que se legisló en una época que las
compañías publicitarias no podían descifrar nuestra personalidad. El dilema
ahora es como preservarnos de un bombardeo publicitario “dirigido con laser” si
ya estas compañías tienen la tecnología. Visto así estamos inermes frente al
poder de persuasión de esta gran maquinaria. Para los intereses de Facebook lo importante
ha sido legalizar excesivamente sus condiciones de uso y olvidar algo tan
importante como es la expectativa razonable del usuario.
La
verdad es que la gente encuentra en la plataforma un lugar de encuentro con
amigos, pero lo asume como un espacio privado, como si fuéramos a la casa del
otro, no como si camináramos por una plaza pública. Luego se debe respetar esta
expectativa de la gente, no violentarla al mercantilizarla. Lo que la comunidad
internacional debe proponerse es regular a estas redes sociales y limitar su
alcance sobre las personas, algo no tan sencillo ni fácil; tal como se comprobó
durante las audiencias en el Congreso. Allí el desconocimiento del
funcionamiento de las redes, por parte de los congresistas, se hizo patente
durante la comparecencia de Zuckerberg. Ahora lo citaron a comparecer al
parlamento europeo. Esperemos que los legisladores se preparen mejor. En tanto
que ahora la política de Facebook para luchar contra las noticias falsas que
detectan sus algoritmos, no es eliminarlas sino restarles visibilidad. Algo más
efectivo debería pasar.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
18 de Mayo de 2018
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