Por S:D:B: Alejandro Moreno
Comprender no es solo entender
algo, comprender implica penetrar. Entender no va más allá de lograr establecer
todas las relaciones de circunstancias que configuran una realidad. Comprender
va mucho más allá; es hundir hasta el fondo de esa realidad los recursos de los
que dispone nuestra intelecto hasta que salga a la luz y al brillo del
conocimiento lo que en ella está oculto y que, sin embargo, da de ella razón.
Llevamos demasiado tiempo
devanándonos los sesos por comprender lo que nos está pasando y cómo hemos
llegado a encontrarnos en esta situación y quizás nos hemos quedado en el
intento de entender, de buscar a qué situación se parece todo esto, qué modelo
de país o de sociedad pretende reproducir, cómo y con qué otros mundos se
relaciona, pero si nos dedicamos a penetrar en el fondo, el sentido, la
profunda sustancia de lo que estamos viviendo y sufriendo todos los días,
quizás no vamos a encontrar sino el vacío, la desorientación, la inanidad en
las mentes de los que aparentan dirigir y generar todo esto, el puro como vaya
viniendo vamos viendo. ¿Será así? ¿De verdad no hay fondo, no hay sentido, no
hay fines, todo es un azar, un trágico juego con las ideas, con las
circunstancias, con las personas, una pura venganza como ha dicho una de sus
voceras? Saber que esta razia no produce sino muerte y persistir en ella por la
pura voluntad de destruir todo lo que hay de humano en nuestra vida, es una
posibilidad. Entonces, el sentido de todo esto sería solo el querer, la
búsqueda del triunfo total de la voluntad y por tanto del poder, sin razón ni
racionalidad ninguna. Estaríamos, pues, sumergidos en el reino del mal, un
reino que no solo es malo, sino maligno, como ha dicho Ovidio Pérez Morales en
estas mismas páginas.
A los políticos bien
intencionados, a los que ejercen de guías en la sociedad, a los que quieren
promover la moralidad, la libertad, el bien del pueblo, les pediremos que no
excluyan sin más esta hipótesis: la malignidad como objetivo, como práctica
constante, buscada, y querida, incluso desconocida como tal, bajo capa de lo
contrario. Es muy difícil pensar en la sola voluntad sin objeto, sin fines
fuera de ella misma, independiente de lo que se le ocurre al querer.
En la historia tenemos
ejemplos del querer puro desorganizado, pero también de ese querer, y no otra
cosa, muy organizado, a la manera del racionalmente perseguido.
¿No será eso la verdadera
revolución: acabar con todo lo que existe por su naturaleza e instalar ahí la
pura arbitrariedad, y llamarla novedad, creación?
17-07-18
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