Por Gioconda Cunto de San Blas
Para sorpresa de muchos, hoy
Matemáticas es una de las carreras universitarias con más demanda en países
como España.
¿Por qué? Resulta que los profesionales de una materia tan abstracta que
pareciera solo servir para el regocijo individual, aportan soluciones sin par
en un mundo como el actual, dominado por la tecnología, por el saber, por las
montañas de datos numéricos que genera cualquier investigación, la
digitalización y los algoritmos. Y además, porque proporcionan pensamiento
lógico al desarrollo de una idea o a la resolución de un problema.
Los
matemáticos están en todas partes: en los equipos científicos que estudian
el cáncer o desarrollan órganos artificiales; en el diseño de algoritmos para
el control de las rutas y horarios de transporte público, o en el de modelos
predictivos de riesgos para bancos y compañías aseguradoras, o en aplicaciones
para celulares; en el análisis de patrones de compra de clientes para orientar
campañas de marketing; en el manejo de estadísticas para modelos de encuestas;
en la encriptación de las claves bancarias que usamos a diario.
La ciencia y la tecnología
(CyT) también se encuentran en lugares tan impensables como el manejo de las
relaciones internacionales. Ya no bastan una dilatada cultura humanística y la
competencia en idiomas, indispensables para un servicio exterior de calidad en
un país que se precie de desarrollado en el mundo globalizado de hoy. Hoy las
CyT juegan un papel muy importante en temas articulados a las relaciones entre
países, desde desarrollo económico –tan ligado a los avances
tecnológicos– hasta respuesta a organizaciones hostiles que pudieran usar
avances científicos para fines malignos. De tal forma, la cooperación
internacional en CyT en temas como energía, cambio climático, epidemias,
educación, investigación, se ha convertido en elemento primordial en las
políticas exteriores de los países desarrollados.
Podría mencionar cientos de
ejemplos como estos que revelan el papel preponderante y a veces insospechado
de las CyT en el mundo moderno y la relevancia de las universidades en la
formación de especialistas en materias que a simple vista pudieran parecer
irrelevantes a quien no esté preparado para evaluarlas, mucho menos para darles
el mérito que les corresponde en los graves asuntos de Estado, tan vinculados
al devenir del conocimiento en el siglo XXI.
Los ejemplos mencionados
vienen a cuento por las recientes
declaraciones del presidente de la República quien esta semana ha
insistido en que “todas las universidades nacionales deben estar conectadas con
el plan
de la patria 2025. No puede haber universidades graduando en carreras que
no tengan nada que ver con el desarrollo económico, industrial, agroindustrial,
agrícola, del sector salud, entre otros”
Con la neolengua disparatada y
cansona a la que nos tienen acostumbrados, en el mencionado plan de la patria
2025, publicado en enero de 2018, se dispone el uso de “tecnología, ciencia e
innovación de calidad, pertinente y revolucionaria para la descolonización y
desarrollo del plan de la patria…“, y se insiste en la “ciencia para la
producción de alimentos y el desarrollo integral liberador de la sociedad, una
vez llegado el momento de ruptura, de salto cualitativo, luego de 18 años que
han servido de base para una nueva sociedad. No somos el ejercicio de una
gestión de gobierno. Somos un proceso revolucionario”, dicen en su proclama. A
confesión de parte, relevo de pruebas.
A la hora de la verdad, tanto
palabrear se traduce en hostigamiento a todo el que adverse al régimen. Las
universidades son blanco favorito del acoso: autoridades y miembros de la
comunidad universitaria sometidos a procedimientos transgresores de la ley a
través de organismos represivos, violatorios de los derechos humanos; presiones
financieras para acallar sus voces libertarias; saqueos a las instituciones
para inutilizarlas; y ahora esta no tan velada intención de cercenar la
libertad de cátedra y la autonomía universitaria, consagradas en el Art. 109 de
la Constitución, a partir de una declaración presidencial en favor de la
imposición de carreras o eliminación de otras por vía ejecutiva.
Habrá que invocar nuevamente a
Unamuno desde su cátedra salmantina: “No puede convencer el odio a la
inteligencia, que es crítica, diferenciadora e inquisitiva”.
Tuiteando
Invito a leer mi discurso de orden en el
acto de imposición de medallas a los graduandos de la de la primera promoción 2018
de la Facultad de Ciencias UCV, “Sexagésimo Aniversario de la Facultad de
Ciencias”.
19-07-18
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