Laureano Márquez 23 de octubre de 2018
Qué
bueno, poeta Cadenas, este fracaso suyo que le lleva hoy a recibir el
prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Que hermoso que este
país nuestro, que se siente fracasado también y viviendo oscuros tiempos,
reciba, por cuenta suya, un magnífico reconocimiento, justo en el arte que
remite a la mayor luminosidad y elevación cultural de un pueblo: la belleza del
sentimiento que expresa la ancestral humanidad de la palabra.
Hoy
siente uno un relámpago de esperanza que nos anuncia que no hemos sido
vencidos, que la nuestra sigue siendo una tierra de mentes lucidas, sensibles,
virtuosas, que la inteligencia prevalecerá. Este acontecimiento, que desde la
madre patria llena de alegría e ilusión a las almas sensibles de Venezuela y de
Iberoamérica, tiene honda significación en nuestro destino
No
será reseñado en nuestra prensa a cuatro columnas, porque ya no hay columnas en
nuestros diarios, no recibirá usted ningún reconocimiento oficial ni
condecoraciones (¡a Dios gracias!) y sin embargo, este galardón nos redime, nos
hace grandes en lo que verdaderamente vale la pena, en el terreno de eso que
llamaba Hegel el espíritu infinito. Su obra es esencia, frente a los accidentes
de este duro y fugaz momento. La poderosa obra continúa y usted ya ha aportado
su verso.
Este
galardón, se lee en sus estatutos: “tiene como objeto premiar el conjunto de la
obra poética de un autor vivo que, por su valor literario, constituya una
aportación relevante al patrimonio cultural común a Iberoamérica y España”.
¡Naguará!, dirán sus paisanos, pero usted, Cadenas, no es un autor “vivo”, en
el sentido tradicional que en Venezuela se le da a esa palabra, a usted el
fracaso le salvó de la “viveza”, tan criolla y que a tantos ha confundido
persiguiendo engañosos triunfos, tan deslumbrantes como inmundos y vacíos.
Su
palabra, vivirá más allá de usted y será parte de la hermosa visión de nosotros
mismos que heredarán aquellos llamados a conocer un país mejor, distinto al que
padecemos hoy, donde la inteligencia arrincone a la barbarie. Su palabra estará
allí y algo de nuestros sueños en ella
Que el
premio que hoy recibimos -nos incluyó- no cause en su sosegada alma
perturbación alguna. Usted es y seguirá siendo un fracasado en los cánones
habituales de éxito de nuestra tierra. No se sienta agobiado por el protocolo
de la Casa Real que chocará con la humilde “morada de barro” en que habitan sus
metáforas. Será un rato, nada más, en la universidad más antigua de España, en
su paraninfo, el mismo en el que el anciano rector, Unamuno, enfrentado a los
fascistas (¡qué cosas no!), definió como “templo de la inteligencia”. En este
templo de la inteligencia se consagra hoy la sencilla santidad de su poesía.
Enhorabuena, me alegro mucho por usted, pero especialmente por nosotros que nos
hinchamos de legítimo orgullo por alguien a quien el fracaso “privó de
hinchazones”.
Laureano
Márquez
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