Por Froilán Barrios
Días cruciales y
definitorios presenciamos en Venezuela. En primer lugar, la Asamblea Nacional
el pasado 05/01/2019 ha decidido desconocer definitivamente el nuevo mandato
para el que pretende Nicolás Maduro ungirse el próximo 10 de enero; y, en
segundo término, el próximo jueves de forma desafiante, con el estilo típico de
las tiranías, pretende ser reconocido como mandatario nacional para un nuevo
período presidencial por dos instancias fraudulentas, el TSJ y la ANC.
Por primera vez desde 1959,
cuando asumió Rómulo Betancourt la Presidencia de la República, se desconoce el
principio constitucional del inicio del mandato del período presidencial, de
prestar juramento ante el vigente Poder Legislativo como requisito para el
ejercicio de su mandato. Es decir, luego de haberse sucedido 12 gestiones
presidenciales originadas a partir de elecciones universales directas y
secretas, el hasta hoy mandatario nacional violenta la carta magna para
juramentarse ante instituciones írritas, a partir del proceso electoral
presidencial ilegal y viciado del pasado 20/05/2018.
Como vemos, los hechos y los
tiempos no se conjugan en literatura y en política en el mismo contexto; los
hechos capitales marcan épocas, eras, acordes con la dimensión del contenido de
los acontecimientos y decisiones que los acompañan, siendo en nuestro caso
fundamental reconocerlos para el futuro inmediato de la nación, ya que la
tiranía gobernante lanza al precipicio nuestra tradición republicana, al
destruir el legado conjunto de dos constituciones la de 1961 y la vigente de
1999, las conquistas de sesenta años de democracia en Venezuela, con sus
bemoles y paréntesis, pero al final expresada en la permanencia, aunque
maltrechas, de las instituciones emanadas del marco legal y constitucional.
De consumarse el 10/01 la
estafa del régimen de imponer un nuevo mandato, cruzará de manera irreversible
el punto sin retorno hacia la dictadura, decisión similar que asumiera Pérez
Jiménez en 1952 al desconocer su derrota en el proceso electoral de la
constituyente e imponer una carta magna como traje a la medida del tirano, que
luego violara con el plebiscito de diciembre 1957, hecho que desató la rebelión
militar y popular de enero de 1958.
El talante dictatorial del
régimen se despliega desde inicios de su cuestionada gestión de 2013,
caracterizada por ejecutorias violatorias del marco institucional, teniendo
como máxima expresión el desconocimiento y agresión física a la Asamblea
Nacional, el manejo corrupto de las finanzas públicas, persecución alevosa a
los medios de comunicación, a sindicatos, a empresarios privados, centenas de
presos políticos, las masacres de 2014 y 2017 y la ominosa entrega de nuestra
soberanía nacional, a un nivel tal que superó en todo margen de tropelías al
comandante de Sabaneta.
Cómo escogerá llamarse, no
sabemos; en todo caso, en la galería de dictadores hay diversas opciones,
Benemérito, Generalísimo, Caudillo por la Gracia de Dios, Salvador de la
Patria. No nos extraña que el grado de postración de las FABN del actual
ministro de Defensa le otorgue, más allá de comandante en jefe, un generalato
de cinco soles. Lo cierto del caso es que la calificación de dictador se hará
cada día más evidente tanto para la comunidad internacional, que ya se
pronunció, como para todo el pueblo venezolano que defiende sus conquistas
democráticas. Aspirando a tener una vanguardia política, como manifestara
recientemente el constitucionalista J. Haro (2019), "que no sea solo
cronista de la tragedia llamándolo solo usurpador, sino artífice de una
solución urgente" ante el impasse histórico que vivimos como nación.
09-01-19
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