Por Miguel Pizarro
La primera vez que me
enfrenté al gobierno de Chávez fue en el 2007, cuando quiso reformar nuestra
Constitución. Esa batalla la ganamos. Esa lucha significó la debacle de un
discurso populista que no era más que eso: un discurso.
Yo nací en Fechas Patrias,
un barrio de Petare. Por eso mi gran bandera es la lucha social: brindar
educación, generar ciudadanía, respeto, salud, oportunidades reales. Lograr que
el lugar donde nacemos no determine el futuro que vamos a vivir. Que nuestro
destino sea determinado por nuestras decisiones y esfuerzo. Este régimen
utiliza una narrativa de izquierda, pero ha hecho rico solo al 1% de la
población, mientras todo un país fenece en la miseria, la penuria, la
desidia. Habla de la protección a un pueblo que nunca ha protegido.
Hoy simplificamos la
izquierda diciendo que es sinónimo de comunismo, chavismo, destrucción y
antidemocracia. Por otra parte, simplificamos la derecha diciendo que es igual
al liberalismo, capitalismo salvaje o explotación. Pero la discusión es mucho
más profunda: el problema de este país no es de afiliación a derechas o
izquierdas. El reto en nuestro país es conseguir espacios de centro,
capaces de recoger de las posturas ideológicas lo verdaderamente útil, a fin de
construir un esquema de equilibrios entre lo social y lo económico.
Creo en la justicia social.
No en el marxismo-leninismo. Creo en valores vivos. No en recetas muertas. En
la tolerancia, en el respeto de los roles: el que es político es político y el
que es empresario es empresario, entendiendo que cada rol es corresponsal del
otro. Creo que los cambios sociales deben estar dirigidos a garantizar el
crecimiento de todos. Que un chamo de una zona popular debe tener las mismas
oportunidades que uno de clase media, sin el pensamiento extremo de empobrecer
al otro para lograrlo. Creo en el fomento de una educación pública de calidad
que sea funcional para toda la comunidad.
No es cierto que todo aquel
que es de izquierda defiende el control absoluto del Estado sobre la economía y
que toda derecha está basada en un capitalismo extremo
Hay puntos medios, puntos de
consensos que son los que hoy en día no se ven. Una persona de centro
izquierda puede promover el mercado y la propiedad privada, con un Estado que
garantice los servicios básicos a la población. Muchas veces la discusión nos
lleva a ofender, a catalogar y a estereotipar al otro, porque solo registramos
los extremos de los dos bandos. Y es que nos quedamos con el lenguaje de una
dictadura que lleva la bandera social solo de disfraz, que dice proteger al
pueblo, pero ese pueblo hoy padece las consecuencias de una Emergencia
Humanitaria Compleja.
Desde la Asamblea Nacional
hemos logrado un consenso. Hemos propuesto el Plan País, el cual aspira a que
el petróleo sea un recurso para la diversificación de la economía y brinde
herramientas a quienes menos las tienen. El Plan País concibe al Estado
como un agente que garantiza el progreso y el desarrollo social de toda la
nación.
Yo he trabajado durante años
por el cambio de Venezuela. Entiendo la política como una forma de
servicio, vocación y compromiso con la gente y con un ideal. Sueño con ese
país donde enfermarse e ir al hospital no tenga que ser un trauma. Donde los
padres puedan mantener a sus chamos en los colegios. Donde puedan reencontrarse
todos los que se han ido.
Un país que garantice un
salario competitivo porque refleja el esfuerzo y compromiso laboral, y donde el
emprendimiento privado y la inversión pública se orienten al desarrollo de un
horizonte colectivo
Estas razones me han llevado
a ser quien soy y a tener plena convicción de por qué lucho. Mientras más
aislado y derrotado está este régimen, más fomenta el odio, la desesperanza y
la discusión absurda.
Yo decidí no tomar ese
camino y sé que los venezolanos decidimos cambiar, decidimos creer en nuestra
gente, levantarnos, alzar la voz y pelear por el país que soñamos y merecemos.
19-03-19
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