CHRISTINE ARMARIO 24 de marzo de 2019
Ciudadanos venezolanos esperan a las
puertas del consulado del país, que está cerrado, en Bogotá, Colombia. El usurpador
de Venezuela, Nicolás Maduro, cortó relaciones con la vecina nación andina a la
que huyeron más de un millón de compatriotas en los últimos años, retirando al
personal de la legación diplomática y cerrando el consulado y la embajada.
Cuando
Lorena Delgado acudió recientemente al consulado de Venezuela en la capital de
Colombia con la esperanza de renovar su caducado pasaporte, se encontró con que
las puertas de metal del edificio estaban cerradas.
Días
antes, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, había roto lazos con la
vecina nación andina a la que huyeron más de un millón de compatriotas en los
últimos años, retirando a todos los diplomáticos y cerrando el consulado y la
embajada.
El
hombre que desafía la presidencia de Maduro había nombrado a un nuevo
embajador, pero él no sabía cómo ayudarla. Aunque Colombia reconoce a Juan
Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, el embajador designado por el presidente
de la Asamblea Nacional no tiene acceso al consulado ni capacidad para renovar
pasaportes.
“Te
sientes encerrado”, dijo Delgado, de 32 años, que necesita viajar al extranjero
para solicitar una visa de trabajo. “Estamos como en un limbo”.
Mientras
la lucha por el poder en Venezuela se prolonga, surgió una disputa paralela por
el control de las embajadas en los países que reconocen a Guaidó como
presidente de Venezuela. Aunque los nuevos diplomáticos nombrados por la
oposición son reconocidos en todo el mundo, Estados Unidos es el único país en
el que controlan un edificio consular. En las demás naciones, los enviados de
Guaidó no pueden desempeñar tareas básicas como emitir un pasaporte ya que el
Registro Civil de Venezuela sigue bajo el control de Maduro.
La
disputa diplomática dejó a los alrededor de 3,4 millones de venezolanos que se
estima que viven en el extranjero estancados entre dos gobiernos. En la mayoría
de los países, los empleados consulares siguen realizando tareas como el
registro de nacimientos en el extranjero mientras los embajadores de Guaidó
permanecen al otro lado de los muros de las legaciones diplomáticas, un símbolo
del lento avance del movimiento.
“En
estos momentos no tenemos respuesta de ninguno de los dos”, señaló Paola Soto,
de 25 años, que está tratando de reunirse con su hijo de 5 años en Chile.
La
batalla por el reconocimiento diplomático se libra, en gran medida, a puerta
cerrada, pero en algunas ocasiones saltó a la luz pública.
En
febrero, la embajadora designada por Guaidó para Costa Rica, María Faría,
anunció que tomó el control de la sede diplomática en San José y publicó en
Twitter una fotografía en la que aparecía ante una bandera venezolana en el
interior del edificio. En el exterior se intercambiaron gritos cuando los
representantes del gobierno de Maduro intentaron acceder.
El
Ministerio de Asuntos Exteriores de Costa Rica, pese a reconocer a Faría como
la embajadora de Venezuela, emitió un comunicado condenando sus acciones y
señalando que incumplió el protocolo establecido que da al equipo de Maduro 60
días para marcharse.
En
marzo se registró un incidente igual de confuso en Lima, Perú, cuando se vio a
trabajadores retirando sillas e incluso un busto del héroe de la independencia
de Sudamérica, Simón Bolivar, de la legación diplomática durante la noche. Los
muebles volvieron al interior tras las críticas de manifestantes
antigubernamentales.
″¡Ya
has robado suficiente en Venezuela!”, gritó una mujer enojada.
Más
recientemente, el pasado lunes, el embajador de Guaidó en Estados Unidos
anunció que estaba tomando el control del consulado en Nueva York y de dos
edificios propiedad del ejército en Washington, donde las imágenes de Maduro
fueron sustituidas por retratos de Guaidó.
El
canciller venezolano, Jorge Arreaza, acusó a Washington de violar los artículos
de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas que requieren que los
países anfitriones protejan las embajadas extranjeras aunque no exista relación
entre las naciones.
Arreaza
advirtió que si Estados Unidos no cumplía con sus obligaciones internacionales,
el gobierno de Venezuela podría emprender acciones legales y tomar represalias
con acciones recíprocas, una amenaza no muy velada de que podría ocupar su
recientemente desalojada embajada en la capital. Washington retiró a su
personal diplomático de Caracas por motivos de seguridad luego de que Maduro
cortó relaciones con la Casa Blanca por su respaldo a Guaidó.
Gustavo
Marcano, un alcalde venezolano exiliado que trabaja para la embajada de Guaidó
en Estados Unidos, señaló que la adquisición del inmueble forma parte de los
intentos para garantizar que los activos de Caracas en el extranjero están
protegidos. Washington trabaja también para transferir otras preciadas
propiedades, como CITGO, una filial de la compañía petrolera estatal PDVSA con
sede en Houston, a Guaidó.
“Es el
primer paso del cese de usurpación”, apuntó desde el interior del consulado de
Manhattan, donde los retratos del fallecido líder socialista Hugo Chávez
todavía cuelgan de las paredes.
Aunque
no pueden emitir documentos como pasaportes, añadió, la legación diplomática
busca soluciones para ayudar al creciente número de venezolanos que no tienen
una identificación válida. Una de las ideas que se barajan es la crear una
tarjeta de identificación consular que sea reconocida por el país anfitrión.
En
otros países, los embajadores de Guaidó adoptaron un enfoque más amable optando
por trabajar lentamente para asumir el control de los consulados junto con el
Ministerio de Exteriores de la nación de turno, o evitando el tema por
completo.
Humberto
Calderón, embajador designado para Colombia, apuntó que está centrado en ayudar
a los migrantes venezolanos y consideró que la ocupación de los inmuebles es
una potencial fuente de problemas que podría dañar a los colombianos que
residen en Venezuela.
“La
decisión es nuestra. No hemos querido hacerlo”, manifestó.
Calderón
fungió en su día como Ministro de Energía en su país y trabaja desde un hotel.
Cuando Maduro cortó lazos diplomáticos con Colombia, casi todo el personal
consular regresó al país a bordo de un avión enviado por el gobierno, explicó,
agregando que no tienen acceso a nada de lo que dejaron en los edificios.
En
otras naciones, algunos empleados de Maduro se han mantenido en sus puestos
esquivando cautelosamente un enfrentamiento político de alto voltaje.
En
Perú, cinco enviados nombrados por Maduro permanecen en su cargo desempeñando
tareas consulares, según un alto funcionario venezolano que habló bajo
condición de anonimato porque no estaba autorizado a discutir la situación.
Tras conversaciones con el Ministerio de Exteriores peruano, se alcanzó un
acuerdo que les permite seguir en el país y continuar trabajando en la
embajada, aunque la nación reconoce al enviado de Guaidó.
“Estamos
en un proceso cuyo objetivo es mantener las relaciones consulares, no diplomáticas”,
señaló.
Este
es un escenario que podría repetirse en la mayoría de los países: pese a que
más de 50 jefes de Estado declararon su lealtad a Guaidó, inevitablemente, la
necesidad los obligará a aceptar mantener una serie de lazos con el ejecutivo
de Maduro.
“En
última instancia, no está en el interés de ningún país mantener una embajada
que esté gestionada por personal que no tiene capacidad para promover intereses
comerciales o consulares”, apuntó Geoff Ramsey, investigador para Venezuela en
la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.
Y
señaló como ejemplo el caso de Holanda, que pese a que también está en la lista
de las naciones que reconocieron a Guaidó, se comprometió a mantener intacto el
personal consular de Maduro en la isla de Curaçao, ubicada en el Caribe a unos
63 kilómetros (40 millas) de la costa venezolana. Holanda tiene emprendimientos
conjuntos con la petrolera estatal venezolana.
“Es
una solución de diplomacia dual para muchos de estos países”, añadió Ramsey.
Soto
dijo que no sabe cómo explicarle el problema a su hijo, que se marchó de
Venezuela en avión con su padre hace más de un año. Desde entonces, ella ha
estado intentando reunirse con él en Chile, pero se ha quedado varada en
Colombia.
“No
tenemos solución. Ni aquí, ni en Venezuela, ni en ningún sitio”, afirmó.
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