Por Ramón Guillermo Aveledo
Sea un taxista o un profesor
universitario, la vendedora de una tienda o el recepcionista de un hotel,
cualquiera que sepa que uno es venezolano en seguida le pregunta por la mala
situación del país.
“Hay muchos problemas allá”
es el lugar común más educado. Se sabe de la hiperinflación y la escasez. El
prolongado apagón le dio la vuelta al mundo. Ha leído de las violaciones a los
Derechos Humanos. Ha conocido compatriotas emigrantes, en el Perú hay
oficialmente seiscientos cincuenta mil. Ha escuchado las palabras de nuestros
gobernantes, destempladas, agresivas e impermeables a las duras realidades de
la vida real de los venezolanos, materia prima frecuente de noticieros y
espacios humorísticos.
El régimen tiene muy mala
reputación y con eso perjudica a Venezuela y a los venezolanos y dificulta
nuestras oportunidades de salir adelante, de superar precisamente esos
problemas que en alta medida ha creado y cuya mera existencia se niega
obstinadamente a admitir.
En Venezuela “la vida se ha
convertido en un infierno”, titula Le Monde de París del 14 de marzo
nota de su enviada Marie Delcas que ha visitado Maracaibo, Rubio y Cúcuta en la
vecina Colombia. La foto es de cientos de venezolanos, destacan niños y viejos,
cruzando el río hacia el Norte de Santander. De la capital zuliana reseña las
“Horas de anarquía”, la “tortura” de la falta de agua, el testimonio de un
joven médico haciendo proezas para atender pacientes en esas condiciones.
Miriam, una habitante de la que en Táchira llaman “ciudad pontálida”, le dice
“Estamos secuestrados en un país”. Duele.
En ABC de Madrid,
la situación venezolana encabeza la cobertura del encuentro entre los
presidentes Trump de Estados Unidos y Bolsonaro de Brasil, la principal noticia
internacional del 20 del mismo mes a doble página. Pequeño y a un lado, se
menciona el viaje “exprés y secreto” del señor Zapatero a Caracas, del cual se
desvinculó el gobierno español.
Nadie quiere asociarse a
quienes gobiernan en Venezuela. Todos quieren diferenciarse, distanciarse y las
opiniones de los políticos van de la reserva a la crítica abierta. Solo gente
muy extremista de la izquierda más anticuada se atreve a repetir consignas.
Comunicacionalmente, la única mención favorable a la óptica oficialista de aquí
la leo en Le Monde Diplomatique, en publicidad pagada de ese periódico en otro.
Es vergonzoso.
¿Cómo no se dan cuenta que
eso terminó? Es la pregunta que uno más escucha en los niveles más informados.
La mala fama del régimen venezolano nos perjudica a todos. En contraste, Guaidó es visto con respeto y esperanza, sin dudas a la constitucionalidad de su postura y preocupación por su vida.
28-03-19
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