Por Jesús María Aguirre S.J.
Recuerdo que en los días del
Caracazo (27F), cuando estuve detenido más de 14 horas en la DIM con otros seis
compañeros jesuitas, el recurso más codiciado era la información, y la
maldición más funesta fue la incomunicación (1).
Rememoro también las
alabanzas de los sectores defensores de los derechos humanos y agentes de
izquierda –varios de ellos en el actual gobierno–, que elogiaron el papel de
Radio Fe y Alegría (IRFA), porque a diferencia de otros medios oficiales y
privados, mantuvieron informada a toda la población, incluso con micrófono
abierto para las víctimas de la represión sobre todo en los barrios. No
faltaron presiones de los entes gubernamentales e incluso empresariales para
acallar esas voces.
Más aún, cuando en una
encuesta posterior a los hechos, aplicada en Caracas, sobre las emisoras que
mejor cubrieron los hechos, destacaron Rumbos, YVKE e IRFA –todas privadas–
frente a Radio Nacional y otra emisora vinculadas al gobierno (2).
Por otra parte, ante la
censura creciente la población y la desconfianza que suscitaban los medios del
Estado la gente recurrió a emisoras extranjeras como Radio Caracol, La Voz de
América o BBC. En esa misma encuesta, a la pregunta sobre si se justificaba la
censura en esas circunstancias, el 68% respondió que no.
Treinta años después,
durante el apagón (marzo 2019), se ha demostrado que los dirigentes del
gobierno y el partido de turno, no aprendieron nada, o mejor dicho aprendieron
a ejercer mejor la censura y represión a través del bloqueo de los canales y
redes sociales, sin ninguna consideración sobre la primera necesidad de
información y su correspondiente derecho a la comunicación.
Ver la crónica de los hechos
en:
En esa encuesta
participaron, siendo aún estudiantes, profesionales hoy destacados como María
Alejandra Márquez, Mercedes Chocrón, Caterine Valero, Benjamín Bradwijk,
Calorina Delgado, Jorge Reyes y Raquel Levy, entre otros:
19-03-19
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