Ismael Pérez Vigil 14 de abril de 2019
La
discusión política en Venezuela es cada vez más intensa, aunque
desafortunadamente, no más extendida; se da entre una cierta élite política e
intelectual, pues la mayoría de la población está muy ocupada lidiando con la
crisis económica y social, a la que ahora se han añadido calamidades y
desgracias como la falta de electricidad y la escasez de agua.
Durante
la última semana, afortunadamente la discusión ha ido pasando de las
consideraciones sobre el artículo 187.11 de la Constitución de 1.999 y las posibilidades
de una intervención militar externa, hacia aspectos más estratégicos, como por
ejemplo, de qué manera se producirá el fin de la usurpación, el paso a un
gobierno de transición y las condiciones que deben existir para que se puedan
realizar unas elecciones libres. Y ésta no es una discusión fácil ni trivial.
Uno de
los puntos más complejos que se plantea, a quienes nos dedicamos a la tarea del
análisis político, es vislumbrar a partir de los datos de la realidad el futuro
que se nos abre; y como se trata, por lo general, de realidades muy complejas,
se recurre con frecuencia a los escenarios, antes que a las predicciones, tarea
que se deja a los diversos adivinadores de oficio.
No
obstante, para analizar la compleja situación venezolana, hay algunas cosas que
se tienen claras y se debe partir de ellas para hacer cualquier conjetura y
trazar estrategias. Por ejemplo, lo obvio: que el país se hunde cada día más y
más en la crisis, económica, política, social, humanitaria y por lo tanto es
urgente acabar cuanto antes con esta situación de oprobio.
Otro
punto que está claro es que tras 20 años de dictadura socialista en Venezuela,
que ha arruinado al país y empobrecido a su población a términos inimaginables,
tras ver la actitud frente a la crisis venezolana de quienes la han generado y
detentan el poder y su actuación para mantenerlo, hay que llegar a la
conclusión que ya no los anima ningún deseo de usarlo para lograr ningún
propósito positivo –si alguna vez lo tuvieron– sino que su único objetivo es mantenerlo,
para seguirse aprovechando de él. Eso nos lleva a una conclusión importante
para trazar estrategias e imaginar escenarios: dado que el país y su gente no
les importan, la única manera de librarse de esta especie de mafia gobernante
será mediante acciones que los afecten de manera directa, personal, que toquen
sus intereses particulares, que se sientan amenazados de manera directa en sus
bienes y fortunas acumuladas y mal habidas.
Otro
punto importante es entender que aunque el apoyo internacional no ha pasado de
aceptar los Representantes Diplomáticos de Juan Guaidó, de recibir a él, a la
Primera Dama y delegaciones oficiales, hay que buscar que se intensifique la
toma de medidas económicas contra el gobierno, sin que afecten a la población;
y sobre todo medidas “personales” contra algunos funcionarios, militares y
bolichicos, que por lo visto aun no los afectan mucho.
Otra
dificultad de los escenarios para Venezuela es que hay demasiados actores en el
juego: la dictadura, sus seguidores, grupos civiles armados –nacionales e
internacionales–, partidos y líderes opositores, una extensa gama de
organizaciones de la sociedad civil, afectada y que se ha desarrollado en estos
20 años, y paremos de contar. A ese complejo panorama interno, hay que sumar ahora
varios actores internacionales, con intereses legítimos y no tan legítimos, en
lo que ocurre en Venezuela: organizaciones como la ONU, la OEA, la UE, el Grupo
de Lima, las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, la Cruz Roja
Internacional; una pléyade de países con diversos intereses políticos y
económicos, comenzando por los países vecinos afectados por nuestra emigración,
los Estados Unidos, que ven en peligro su propia seguridad, además de Cuba,
Rusia, China, Irán, Turquía y otros, que complican el cuadro geopolítico
internacional.
Frente
a este cuadro es al que hay plantearse salidas; yo me planteo las siguientes,
que no agotan las posibilidades, pero son a las que les doy mayores
probabilidades:
- Renuncia o abandono del cargo del
presidente usurpador y su gabinete, al verse cercados económicamente,
“repudiados” por la población y viendo en peligro la posibilidad de
disfrutar de algún exilio aceptable. Sin embargo, este escenario le asigno
una muy baja probabilidad, por lo ya dicho, que a esta dictadura no le
importa lo que la gente padezca y las “sanciones” aún no los afectan en lo
personal, y hasta que eso no ocurra es muy difícil que accedan
voluntariamente a dejar el poder.
- Renuncia del gobierno usurpador, forzada
por la fuerza armada militar o un sector de la misma, que le plantee a la
dictadura la situación caótica del país, la inaguantable crisis económica
y el nivel de rechazo de la población; que los obligue a renunciar, a
cambio de un exilio “dorado”, al menos por un cierto tiempo; esta es la
opción que creo que hay que trabajar de manera deliberada y constante y
que no se logrará sin un cierto proceso de negociación, con el perdón de
la palabra que sé que algunos se erizan al leerla.
- Un golpe de estado militar, que no sabemos
de qué tendencia sería, por lo que prefiero descartarlo y que no se dé.
- Una intervención externa, de tipo
“quirúrgico” o invasión militar que por lo que hemos visto y discutido
durante las últimas semanas, creo que por ahora está negada.
Obviamente,
por el momento solo veo como salida una opción de “fuerza”, que espero sea la
2, ya que veo difícil –y no sé si deseable– la 4 que muchos anhelan.
Pero
lo más importante a tomar en cuenta es que todos estos escenarios requieren de
tiempo para que se desarrollen; no son algo inmediato, no es cuestión de horas
o días, probablemente tampoco de semanas; requieren de un complejo proceso de
desarrollo, de negociación nacional e internacional, de ir ganando apoyo con
las movilizaciones ciudadanas masivas y acciones internacionales, de ir
mermando la resistencia del régimen, y preocupa entonces que ya algunos grupos
comienzan a atacar, a denigrar, de Juan Guaidó porque creen que las cosas van
muy lentas; o quién sabe si algunos piensan que van muy rápidas y eso es lo que
les preocupa, pues hay analistas que dicen que detrás de las voces críticas y
agoreras de algunos radicales de oposición lo que hay es un gran temor de
perder su particular modo de existencia política.
De lo
que no tengo dudas es que cualquiera escenario que se dé, nos debe conducir a
un proceso electoral, que con todas las garantías, nos permita poner las bases
para reconstruir el país con el indiscutible y comprobable apoyo del pueblo. En
otro momento discutiremos cuáles son esas garantías electorales con las que, en
cualquier escenario, se debe contar.
Ismael
Pérez Vigil
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