Juan Manuel Santos 17 de abril de 2019
Gabriel
García Márquez solía decir que su realismo mágico era simplemente la
descripción de lo que veía todos los días en América Latina. No muy lejos de la
ciudad del norte de Colombia donde nació el autor, en el mismo entorno
caribeño, surgió un segundo Macondo, pero esta vez no tiene magia: todo es
trágico en la realidad de la Venezuela de hoy.
Como
la historia nos ha mostrado una y otra vez, es a partir de este tipo de
situación especial que emergen líderes inesperados. Juan Guaidó es uno de
ellos.
Joven,
enérgico, articulado, decidido, ha demostrado la posesión de la madre de todas
las virtudes: el coraje. Al estar en el lugar correcto en el momento adecuado,
pudo finalmente unir a la oposición y convertirse en un faro de esperanza para
un país que anhela un cambio rápido y pacífico.
Muchos,
incluidos importantes jefes de estado, están jugando una política mezquina con
el drama de Venezuela. Eso solo ha ayudado al autoritario Nicolás Maduro.
Guaidó debe usar su coraje para controlar el proceso de transición de una vez
por todas y, evitando a toda costa un baño de sangre, negociar con los
interesados pertinentes una salida pacífica, un puente dorado, para el régimen.
Santos, el ex presidente de Colombia, ganó
el Premio Nobel de la Paz en 2016
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