Por Carolina Gómez-Ávila
La liberación de Iván
Simonovis es el acontecimiento de la semana desde varios puntos de vista. Por
una parte ha producido un celebración eufórica en la base opositora que tiene
15 años sufriendo, a distancia y de manera intermitente, no poder hacer nada
efectivo en favor de un hombre que se convirtió en el torturado particular del
chavismo. Hasta aquí todo es obvio, pero hay más: lo que a primeras horas de la
mañana se presumía que era una fuga, fue presentado al mediodía como una acción
coordinada en el marco de la Operación Libertad.
Ya no hablábamos de un rehén
audaz protagonizando su evasión, ahora se trataba de que un grupo de hombres,
custodios legales de las armas de la República, desafiaba a la dictadura al
obedecer el indulto presidencial emitido por Juan Guaidó el 30 de abril pasado
Estos hombres pusieron a
salvo al Comisario Simonovis. A salvo, digo, porque está claro que en Venezuela
no hay libertad plena para nadie, usted y yo incluidos. Y aunque el resultado
sea el mismo para la víctima, no da igual para el país; esta es otra melodía y
los bemoles sólo hacen que suene mejor.
Por ejemplo, Guaidó estaba
diciendo públicamente que la intentona del 30 de abril seguía su curso. Y esto
es, cuando menos, un acto de valentía por lo desafiante. Como no se ha apresado
a Guaidó -lo que mantiene en alto la moral de los demócratas- podemos estar
seguros de que la cúpula en el poder ya no tiene todo el poder.
Y si este es un golpe de
estado, habrá que decir que ha sido paulatino, pacífico, abierto y decidido. El
golpe de estado más cantado de toda la historia de la humanidad. Y la dictadura
no lo ha podido frenar.
Visto así, se entiende que
la libertad no es posible ¿”por ahora”?, pero que vamos a por ella en este
mismo tono, celebrando la liberación de Simonovis como parte de las acciones
que deberán regresarnos al orden democrático. Si para esto es útil una
negociación en Noruega, en la que los chinos, los rusos y los cubanos metan la
nariz (como si ya no la tuvieran metida desde hace 20 años), pues sea.
Todas las acciones que nos
lleven a la libertad, menos la de permitir que nos lean la historia como una de
perdedores y de concesiones del poderoso monstruo que nos mantiene en el
horror; esa debemos contradecirla siempre porque fue con el discurso manipulado
que caímos en el precipicio.
La liberación de Simonovis
no es lo mismo que su libertad. La verdad es que la libertad no nos ha llegado
aún. Esa la alcanzaremos juntos o no la alcanzaremos. Pero Simonovis fuera de
las garras de sus captores, Simonovis liberado por quienes hasta hace poco
obedecían a la tiranía, es un aldabonazo, una prueba de que la libertad está
ahí, tras esa puerta, esperando que se abra para que podamos entrar a vivir en
ella.
18-05-19
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