Por Marta de la Vega
El título de este texto es
el de la famosa pieza teatral anti-épica y anti-bélica, que Bertolt Brecht
escribió en una isla sueca, en su ruta hacia el exilio, en 1939. Es todo lo
contrario de lo que parece anunciar, pues con ironía, distanciamiento y sin
buscar ninguna empatía del público hacia la protagonista, retrata las
peripecias de una mujer que astutamente evita los obstáculos del enfrentamiento
entre bandos, para hacer de la guerra un comercio y del engaño una práctica
cotidiana. No es la lucha altruista ni la generosidad sin límites.
Al contrario, está inspirada
en un personaje de la picaresca alemana del siglo XVII cuya acción transcurre
durante la guerra de religión de los 30 años, que saca partido del dolor y la
desgracia humanas y convierte la confrontación bélica en un medio para
sobrevivir. Al final, la codicia la lleva a la pérdida irreparable de sus
hijos.
Queda sola con su carreta
desvencijada antes de que el conflicto termine. La reflexión a la que Brecht
invita a los espectadores con esta sátira trágica, es que no siempre la
perseverancia es una virtud ni es verdad que con ella siempre se gana. Y
denuncia la degradación y horror de la guerra, a la antípoda de la “madre
coraje”, que lamenta la posibilidad de la paz porque va a arruinar sus
negocios: Madre Coraje. “La paz me rompe la crisma. Compré
mercaderías, por consejo del Capellán, y ahora se dispersarán todos y yo me
quedo con mis petates estancados.”
En Venezuela vivimos una
guerra atroz, desde hace más de 20 años, mediante manipulación, demagogia y
mentiras populistas. Se nos ha impuesto una farsa siniestra llamada “socialismo
de siglo XXI”, y tanto el difunto Chávez como el usurpador Maduro y sus
secuaces ilegítimos, han hecho de la confrontación y el desprecio
del otro, de manera cínica y rabiosa, con resentimiento y rencor social,
su modo de vivir y de lucrarse en una cleptocracia dominada por una banda
mafiosa vinculada con el crimen organizado internacional.
Aferrarse al poder es su
única meta, a costa de la supresión de la vida, la destrucción de la civilidad,
la violación continuada de la Constitución vigente, la ruptura del Estado de
Derecho. Pero la resistencia cívica y el coraje de las mujeres que hoy
luchan contra el régimen tiránico de Maduro y sus aliados internacionales, nos
levanta la esperanza y nos abre caminos para recuperar la decencia.
Los ejemplos son muchos,
algunos heroicos, otros desgarradores, otros llenos de humor y gracia. Con
motivo de la celebración del día de la madre en muchos de nuestros países
latinoamericanos el domingo 13 de mayo, que es un homenaje a la entrega y
dedicación de las madres para darles a sus hijos lo mejor, no podemos sino
admirar la lucha de las venezolanas, muchas veces trágicamente derrotadas con
el suicidio o la muerte por hambre o enfermedad, sin alimentos ni
medicinas, para defender la democracia, la paz y la dignidad cotidianas.
13-05-19
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