Juan Guerrero 29 de julio de 2019
@camilodeasis
Por estos años se han estado publicando remitidos,
manifiestos, declaraciones y cartas, tanto de apoyo a la llamada revolución
chavizta-socialista, como de quienes la adversan y ahora defienden al
denominado presidente (E) Juan Guaidó.
Desde aquel memorable y lejano Manifiesto de
bienvenida a Fidel Castro, en 1989 (ver http://www.venezuelavetada.com/2011/04/manifiesto-de-bienvenida-fidel-castro.html )
firmado por 911 personas, y donde lo iniciaban con una rotunda certeza:
“Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos…” hasta este último –por ahora-
documento (ver https://www.clarin.com/mundo/intelectuales-difunden-carta-apoyo-guaido-denuncian-vil-campana_0_GfakTmQXW.html )
firmado por 32 ciudadanos, el venezolano anónimo y sin rostro permanecía al
margen de los vericuetos de eso llamado, el poder de las élites.
Hace 30 años no existían las Redes Sociales (RRSS) y
el Internet apenas era una débil tela de araña que tejía su red muy
tímidamente.
No analizo los contenidos de quienes han firmado,
estos u otros documentos. Me importa, sí, un hecho que está comenzando a tomar
forma en esta tormentosa vida comunicativa, de implicaciones tan devastadoras
para quienes nos importa el devenir de la república.
Muy pocos se han percatado del avance del llamado
control ciudadano, materializado en la participación activa, de quienes salen a
la calle a protestar, o en reuniones de trabajo, foros, asambleas de
ciudadanos, cabildos abiertos, o en los grupos de opinión en las RRSS.
Porque las transformaciones sociopolíticas que se han
logrado en países, como Ucrania y su revolución naranja, o la primavera árabe,
en países del medioriente y norte de África, ocurrieron merced a la
participación activa de los ciudadanos a través de Internet. O la encrucijada
de Puerto Rico, con la presión ciudadana al gobernador.
La democratización profunda de la sociedad se está
llevando a cabo con la participación, ya no de manera exclusiva de las élites
que privaban y delimitaban el avance social, caso de los académicos, políticos,
intelectuales, artistas. Ahora el protagonismo viene asumido por la propia
sociedad, con la participación de quienes tienen mucho que aportar,
independientemente de su formación académica, profesional o socioeconómica.
Este ciudadano asume su protagonismo y se involucra
cada día más, desde su propia cotidianidad. Su experiencia de vida es su carta
de presentación. Eso es válido, toda vez que en la medida que la dinámica de
réplicas, argumentaciones y contraréplicas delimitan y aclaran conceptos y
dudas, el ciudadano forma su criterio.
No estamos necesariamente alabando, apoyando a este
tipo de ciudadano, ni tampoco execrando al tradicional tótem de las diversas
especialidades en esta nueva conformación de una opinión ciudadana en la era de
las RRSS. Intentamos dar luz para indagaciones posteriores, de un tipo de
ciudadano venezolano que en la desesperación por encontrarle sentido al
pavoroso entorno donde se encuentra, está construyendo un discurso político que,
desde nuestra óptica, debe ser tomado en cuenta, más allá de las sesgadas
interpretaciones de uno y otro bando, sea político, religioso, social o
económico.
En lo personal creo oportuno indicar, que la década de
los ’90 en Venezuela generó parte de la tragedia en la que estamos inmersos.
Nos referimos al fin del bipartidismo en Venezuela y la bestial arremetida
contra todo aquello que implicó la pertenencia a algún partido político y de la
misma acción política.
Esa aberración nunca fue abiertamente aclarada al
ciudadano común ni mucho menos a las nuevas generaciones de venezolanos que se
formaban. Así las cosas, pasaron poco más de 25 años con una interpretación de
los hechos sociales y políticos, como parte de análisis brindados por grupos,
como periodistas, artistas y políticos improvisados, que a la final, terminaron
banalizando el discurso sociopolítico, convirtiendo todo ello en mero acto de
cursilería y farándula.
Estos años presentan a un ciudadano que busca de
manera casi autodidacta, interpretar este descalabro político y social donde
nos han sepultado, y para ello encuentra en las RRSS una herramienta que cree
válida, para ejercer ciudadanía. Sea como denuncia, reclamo, advertencia o
propuesta, a quien o quienes considera son los responsables de lograr cambios
reales en esta debacle donde nos encontramos.
No creo que imponiendo autoridad de manera casi
coactiva, por poseer títulos académicos o cantidad de seguidores o porque sea
una figura pública -líder político, académico, artista o comediante- se le deba
aceptar como “santa palabra” sus argumentos.
Ciertamente que por las RRSS impera todo un mundo de ciudadanos, entre los cuales están los tristemente famosos odiadores o haters, los trolles, entre minorías que forman parte de este universo cibernético. Apartando estos personajes por ser tóxicos e intrascendentes, está un significativo y cada vez más influyente número de ciudadanos –no les agrupo ni califico- que se manifiesta construyendo un discurso crítico, de argumentos y con estilos propios que tienen y deben ser respetados.
Estas refriegas de argumentaciones, en pro o en
contra, ocurrieron en años recientes en la España postfranquista y de ello
derivaron muchos de los actuales partidos y grupos políticos que hacen vida en
el actual Estado español.
Las Santas Inquisiciones hace tiempo perdieron poder e
influencia con el Edictum que debía ser aceptado por todos. El libre
pensamiento y la democratización del discurso político de estos años, no
permite esos totalitarismos de vitrina, como “Aquí no se habla mal de…” o las
solidaridades automáticas al líder, sea presidente de la república, de la
Asamblea Nacional o concejal de provincia.
La democratización de la comunicación, hoy, pasa por
entender que los tradicionales grupos de opinión, como periodistas,
historiadores, intelectuales, académicos, artistas deben ampliarse, donde los
ciudadanos comunes participen y aporten sus experiencias, asumiendo su
protagonismo responsable y ético, desde su propia cotidianidad.
Juan Guerrero
@camilodeasis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico