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lunes, 9 de septiembre de 2019

Buenas y malas noticias sobre las transiciones negociadas, por @GitiW




Gitanjali Wolfermann 08 de septiembre de 2019

Primero la buena noticia: contrario al dictamen de la intuición según el cual “malandro no entrega pistola” y los regímenes autoritarios no salen con votos, la data demuestra que la mayoría de las transiciones hacia la democracia se han logrado a través de procesos de negociación. Ahora las malas noticias: la transición política hacia la democracia no es un acto único sino un proceso que suele ser lento y no lineal pues ora avanza, ora retrocede y ora se estanca, mientras en el interín los ciudadanos siguen sufriendo las consecuencias. Ah, y las negociaciones nunca dejan ganadores absolutos

DE TODAS LAS OPCIONES que estaban sobre la mesa quedó sentarse en ella. Que esa sea la única opción que se vislumbra en el horizonte político venezolano no significa que se trate de una mala alternativa ya que data contrastada evidenció que la negociación ha sido el método más exitoso para cambiar regímenes autoritarios, independientemente de su naturaleza ideológica. No obstante, la intuición colectiva alerta que un régimen totalitario que tortura, mata y entierra a venezolanos sin concederle a sus dolientes ni siquiera el consuelo de abrazar por última vez los cuerpos de sus seres queridos, no saldrá jamás con persuasión. 

Sin embargo, hay 59 casos que demuestran lo contrario y los investigadores fueron los primeros sorprendidos.  “Nosotros nos sorprendimos al descubrir que la mayoría de las transiciones a la democracia se producen por negociación, contrario a lo que la intuición inicial nos hacía pensar. Nos sorprendió porque partimos de la idea intuitiva de que un régimen autoritario no iba a restituir garantías que ellos mismos habían violado. Luego revisamos caso por caso y entendimos cómo es que se produce esa restitución: hay un contexto que los presiona. Si los principales entes del régimen están amenazados bien sea de manera interna o externa se terminaba generando una fractura en la propia coalición”, afirma el politólogo John Magdaleno, miembro del equipo de investigadores que han analizado 100 casos de transiciones exitosas a la democracia.

Con la asistencia del gobierno de Noruega y bajo la mirada de una gran coalición internacional, parece que la oposición venezolana se ha propuesto sumar otro caso a esas 59 transiciones exitosas. El diputado Stalin González, segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, confirmó el 31 de julio a través de su cuenta en Twitter la intención del gobierno interino presidido por el diputado Juan Guaidó de sentarse nuevamente frente a los representantes de Nicolás Maduro para negociar una salida constitucional. 

 
Pese a lo improbable que resulta para aqueos y troyanos que esta ronda de negociaciones avance hacia algún acuerdo, incluso figuras como Diosdado Cabello -presidente de la Asamblea Nacional Constituyente-, cambiaron de opinión respecto al diálogo promovido por Oslo y manifestaron su respaldo a la iniciativa, reseñó El Universal.  

En un primer momento, la disposición al diálogo por parte de Maduro no pareció afectarse tras la inclusión del exvicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, en la lista de los fugitivos más buscados por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos -ICE por sus siglas en inglés-, a quien acusan de narcotráfico y de violar la ley de designación de cabecillas extranjeros conocida como “Kingpin Act”.

 
Sin embargo, la orden ejecutiva emitida por el presidente Donald Trump el lunes 5 de agosto mediante la cual se impuso un bloqueo total a las propiedades estatales del gobierno de Venezuela en territorio estadounidense, sí alteró -por ahora-, la determinación del régimen de Maduro de permanecer en la mesa de negociación. “Volverán tarde o temprano a la mesa de diálogo”, aseguró Guaidó sobre la comisión de Maduro. 

En un cambio de señas intempestivo, el canciller Jorge Arreaza confirmó que el “Gobierno Bolivariano de Venezuela no permitirá que esta tendenciosa escalada de agresiones afecte los procesos de diálogo político en el país” y, acto seguido, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, informó que la delegación de Maduro no acudiría a la cita en Barbados pues se disponía a “revisar los mecanismos de ese proceso a fin de que su continuación sea efectiva y armónica con los intereses de nuestro pueblo”.


 

La hipótesis: no se negocia con narcoestados

La investigación realizada por politólogos venezolanos permitió identificar que la negociación fue la modalidad de transición predominante en todas las regiones del mundo. 23 de los 100 casos estudiados corresponden a América Latina. Ahí 76% de las transiciones políticas se dieron en el marco de negociaciones. “Pensábamos que si se sumaban las transiciones por vía de intervención militar extranjera y por golpes de Estado superarían a las transiciones negociadas. No fue así. Solo en 19 casos hubo transición por liberación externa y en otros 22 ocurrieron golpes de Estado. Esto derrumba el discurso que se ha construido en Venezuela en torno a que no se negocia con delincuentes. Todos los regímenes totalitarios delinquen. Todos sin excepción son transgresores de garantías”, argumentó Magdaleno. 

La data recolectada les permitió además refutar la hipótesis de que en Venezuela la salida negociada no es posible porque se trata de un narcoestado. Magdaleno apuntó que al menos 6 de los casos analizados tenían características de narcotiranías. “El argumento de que los narcoestados no salen si no a través de métodos violentos tiene el problema de que esa caracterización impide conocer qué factores de la coalición dominante sí pudieran tener incentivos en algún momento para facilitar la transición. Cuando se habla a la ligera de narcoestado se asume que todo el funcionamiento del Estado gira en torno al narcotráfico. Esa generalización es bastante miope pues impide ver cuáles son los actores y figuras que sí pudieran negociar y facilitar la transición. En la Bolivia en los años 80 no hubo ninguna intervención extranjera. Una consulta popular fue uno de los factores desencadenantes del proceso de transición”, señaló el politólogo. 

El hecho de que figuras prominentes del régimen de Nicolás Maduro hayan abandonado recientemente el país, como sucedió con la fiscal Luisa Ortega Díaz, el diputado y exjefe de inteligencia militar Hugo Carvajal y el exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) Cristopher Figuera, podría ser un indicio de que hay más fichas dispuestas a negociar no solo su propia salida sino el fin de régimen chavista.  

El politólogo explicó que la caracterización de narcoestado como factor para argumentar que las negociaciones son inviables en Venezuela genera otro problema: se asume que tal condición inhibe al régimen de tener dificultades sistémicas pues se cree que los costos de salida son muy elevados y que los incentivos para permanecer son muy altos, por lo tanto, no hay ningún estímulo para que se produzca una transición. 

“¿Las relaciones internacionales no son un incentivo?; ¿la merma en el flujo de caja en dólares no es un incentivo? Lo que quiero discutir es que la caracterización de narcoestado se presenta como un gran determinismo político. Por lo regular, quienes sostienen esta hipótesis afirman también que solo una intervención militar extranjera puede poner fin al régimen autoritario. Ahí la literatura ofrece otro argumento y es que hay casos en los que las intervenciones militares extranjeras no ofrecen garantías de democratización. Puede producirse el desplazamiento de una élite a otra que tampoco ofrezca garantías para el cambio”,  dijo Magdaleno. 

La investigación incluyó el análisis de unas treinta variables que fueron desde la naturaleza del régimen político, la orientación ideológica, el impacto que tuvo la situación económica, hasta si hubo o no movilización social. “Lo que sí es cierto es que los regímenes totalitarios de izquierda plantean mayores complejidades para comenzar el proceso de transición. Es más complejo en la medida en que la ideología juega un rol fundamental en la toma de decisiones. La ideología es un bloqueador que impide transacciones mucho más fáciles entre los actores pues en última instancia se está defendiendo una cosmovisión y no solo el poder”, aclaró Magdaleno. 

Sin un ganador que se lo lleve todo

En las negociaciones políticas, a diferencia de la canción de ABBA, no hay un ganador absoluto que se lo lleve todo, aclaró de entrada el politólogo Ricardo Sucre Heredia. “La negociación como método para salir del régimen actual será una ruta novedosa para la sociedad venezolana porque en nuestra historia política siempre ha habido ganadores y perdedores. Pérez Jiménez se fue y todos salieron a la calle a celebrar. Gómez murió en el cargo. Quienes participaron en la lucha armada de los 60 también perdieron. Siempre hemos tenido ganadores y perdedores. Desde nuestro proceso de independencia la lógica ha sido ganar o perder. Hoy yo no creo que ese patrón se vaya a repetir. En ese sentido será un proceso inédito en Venezuela pues estaremos obligados a construir bases de convivencia con gente que muchos desprecian”. 

A juzgar por los mensajes que los grupos representados en Barbados ofrecieron a la opinión pública, uno de los retos de este proceso será trascender la búsqueda de una capitulación y enfocarse en lograr acuerdos mínimos que permitan arrancar una transición democrática. “Cada bando quiere una negociación a su medida. El gobierno quiere que le levanten las sanciones y la oposición dice que si Maduro se lanza de nuevo a una elección presidencial ellos se paran de la mesa. Yo no estoy tan seguro de que esas posiciones sean solo una puesta en escena para sus audiencias, más bien creo que se trata de resistencias estructurales. Siento que quieren una capitulación tipo Alemania o Japón y eso no va a ser posible”, argumentó Sucre Heredia. 


 

Discursos aparte, la preocupación de muchos actores internos y externos está en el recrudecimiento de la represión y en el aumento de las violaciones de derechos humanos tras los hechos del 30 de abril de 2019. Mayo y junio concentraron una nueva ola de detenciones a efectivos militares quienes supuestamente estaban conspirando en contra de Maduro. Las torturas propinadas al capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, detenido desde el 21 de junio en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), le causaron finalmente la muerte. Inmediatamente las negociaciones fueron suspendidas pero se reanudaron a los pocos días. 

Sucre Heredia advirtió que incluso en el marco del diálogo auspiciado por Noruega se pueden esperar más hechos de violencia. “Ejemplos como el proceso de negociación de Sudáfrica y Túnez evidencian que sí podemos esperar más violencia por parte del régimen autoritario. En Túnez asesinaron a personas que formaban parte del equipo de negociadores. Este gobierno está obsesionado con que lo quieren tumbar y la lógica de ellos es no dejarse tumbar. Hay un patrón de tortura y asesinatos que se repite cada vez que se sienten amenazados. ¿Eso supone que ya no se puede negociar? Con todo lo crudo que suene creo que la negociación debe continuar”. 

También es de esperar que el proceso de negociación se estanque e incluso que se paralice por tiempo indefinido. Magdaleno se apoya en las investigaciones del profesor de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Yale, Juan Linz, para explicar que las tres fases de la transición política, a saber, liberalización, democratización y socialización cultural, no siempre se suceden de forma cronológica pues unas veces se solapan, en otros casos hay discontinuidad pues no se trata de un proceso lineal, y otras veces se retrocede. En algunos casos hay una reversión total del proceso, advirtió.  

“Venezuela no es más represiva que el Chile de Pinochet o más polarizada que la Sudáfrica que estaba bajo el apartheid. Tampoco tiene más limitaciones por sus vínculos con Cuba que los que ataban Polonia a Rusia. Representar a Venezuela como un estado mafioso confunde más de lo que aclara”, afirman Abraham Lowenthal, fundador del Programa Latinoamericano del Centro Woodrow Wilson, y David Smilde, profesor de la Universidad de Tulane, en un análisis reciente que aborda la viabilidad de una transición negociada en Venezuela

Lowenthal y Smilde se apoyan en los acuerdos de convivencia alcanzados en otras transiciones para argumentar que los políticos y la sociedad venezolana deberán considerar concesiones similares. “Aceptar al general Pinochet como senador vitalicio y jefe de las Fuerzas Armadas durante ocho años ayudó a Chile a que la transición fuera posible. Nombrar a miembros del Partido Comunista como ministros de Defensa e Interior facilitó la transición polaca. En Sudáfrica, la designación de De Klerk como vicepresidente de Mandela fue uno de los pasos pragmáticos que hicieron posible la superación del conflicto (…). En el caso venezolano, algunos funcionarios clave del régimen de Maduro y de las Fuerzas Armadas que quieran ser parte del futuro de Venezuela deberían ser incluidos en el proceso de resolución del conflicto”. 

En dicho análisis se sostiene que aunque cada transición tuvo características diferentes, la mayoría coincidió en un aspecto: en su momento parecían imposibles de lograr. Si bien en Venezuela también es difícil pronosticar cuándo comenzará el proceso de transición, de acuerdo con Magdaleno hay al menos una variable que indicaría que está cerca un punto de quiebre. 

“La actual ronda de negociaciones opera en el marco de unas crecientes dificultades sistémicas del Estado. Hay un contexto que limita la capacidad del régimen de Maduro para satisfacer las demandas de sus factores de poder. Es crucial saber si el contexto actual presiona a los factores de poder a transitar hacia una dirección distinta. Yo pienso que sí. Este es el primer factor que veo que sí está presente en Venezuela y cuando esto ocurre aumenta el número de socios insatisfechos de la coalición dominante. Y ojo, estos socios son propios y extranjeros. Dicho de otra manera, si el Estado no puede satisfacer las demandas e intereses de un gran número de socios de la coalición dominante nacionales o internacionales, entonces allí hay una dificultad sistémica mayor. Allí se da una amenaza seria a la supervivencia del régimen autoritario”. 

Oslo: una mesa con muchas sillas

Esas dificultades sistémicas para satisfacer a socios externos explicaría el interés de potencias como Rusia y China en apoyar las gestiones del Reino de Noruega cuya ministra de asuntos exteriores, Ine Eriksen Søreide, informó a principios de agosto que los representantes de los principales factores políticos de Venezuela continúan con las negociaciones iniciadas en Oslo en el marco de una mesa que trabaja de manera continua y expedita. 

Los representantes de Maduro y del presidente encargado Juan Guaidó no están solos en dicha mesa pues a rusos y chinos se suman los ojos del Grupo de Lima, los del Grupo de Contacto de la UE,  del Vaticano, los Estados Unidos, Canadá, Cuba y, más recientemente, los de las Naciones Unidas. 

 
“La participación de tantos actores es comprensible dada la magnitud de la crisis venezolana. Especialmente durante 2019 el drama venezolano se ha convertido en un tema mundial. Para nadie es un secreto que muchos países de la región apostaron por un cambio de régimen a principios de año pero el tiempo terminó demostrando que aún había mucho camino por recorrer. Países que han sido muy críticos con Maduro y que han apoyado de forma frontal a la Asamblea Nacional han ido cediendo a la idea de que la vía es la negociación”, apuntó Mariano de Alba,  abogado especialista en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales. 

De Alba agrupó a los distintos países en función de sus posibles motivaciones para apoyar la salida negociada: “A Rusia y China les preocupa que el apoyo tan frontal de los Estados Unidos deje al nuevo gobierno con una deuda enorme con los norteamericanos. Lo perciben como una amenaza a sus intereses en Venezuela. En pocas palabras, buscan estabilidad y que si se va a producir un cambio en Venezuela este sea lo más estable posible. Además, intentan que el gobierno norteamericano no sea el gran protagonista de la transición pues los dejaría en una situación de debilidad”. 

El pragmatismo de Rusia se hizo evidente cuando el presidente Vladimir Putin dijo en una entrevista al Financial Times que él se entendería con Guaidó si este resultara victorioso en un proceso electoral. “Al final, la lógica de Rusia y China no es si es Maduro o Guaidó sino qué escenario les permite asegurar los negocios en Venezuela. Recordemos que gracias a la crisis, Rusia ha realizado negocios en Venezuela con un retorno impresionante. Desde luego que hay también un juego geopolítico en el tablero y el objetivo es hacer ver que los Estados Unidos no es tan poderoso como parece”, argumentó el especialista en relaciones internacionales.  

Con relación a Cuba, indiscutiblemente el actor foráneo más relevante por el nivel de involucramiento en la política venezolana, De Alba afirmó que el único escenario que realmente le conviene es la permanencia de Maduro -o de alguna de sus fichas- en el poder. 

“Ahora bien, la dictadura cubana ha durado tanto, entre otras cosas, porque sabe mover bien sus fichas. Tienen una dosis de pragmatismo importante. Ellos saben que la situación es bastante delicada y que a medida que pase el tiempo las posibilidades de un cambio violento se incrementan. Estar sentados en la mesa les permite estar bien informados de lo que ocurre. También les permite tener una línea directa de comunicación. Su misión real es aprovechar la situación”, dijo el abogado. 

Tras Barbados, más rondas de negociación

De Alba expresó que la situación ha llegado a un nivel tal que sin la acción de otros países será muy difícil que Venezuela logre encontrar el camino hacia su redemocratización. Considera que la presión internacional ayuda pero la multiplicidad de actores pudiera entorpecer los tiempos. Esa incertidumbre sobre los “tiempos” es justamente la fuente de desesperanza de muchos venezolanos pues la velocidad con la que avanza la crisis venezolana los enfrenta a una calidad de vida cada vez más precaria. El informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, no hace sino confirmar la crudeza de la realidad que experimentan los venezolanos. 

De Alba sostuvo que hay un entendimiento en la comunidad internacional de que por más apoyo externo que den, la resolución del conflicto está en manos de los venezolanos. “Un ejemplo muy concreto es lo ocurrido el 23 de febrero. La comunidad internacional esperaba un quiebre institucional que no se dio y por ende no entró la ayuda humanitaria. Ellos llegan hasta un punto pero la política interna debe hacer su trabajo”. Esta interpretación se corresponde con las declaraciones del Secretario de Estado Norteamericano, Mike Pompeo, “filtradas” a la prensa en las que criticaba la desunión de la oposición venezolana y su incapacidad para lograr acuerdos mínimos. 

“Desde mi punto de vista, los países están muy expectantes ante lo que pueda lograr Noruega. Saben, eso sí, que no se trataría de una solución inmediata lo cual está en contraposición con lo que deseamos los venezolanos. Es un proceso que al día de hoy no pareciera contar con los elementos para llegar a una solución pero aún así se debe apostar por la negociación. Veo que el hecho de que haya tanta atención sobre el proceso de negociación ayudará a que si fracasa -lo cual yo veo más probable-, sirva como argumento para aumentar la presión. Ahora, si esas medidas vayan a ser suficientes para poner fin al régimen de Maduro, veremos”, advirtió De Alba.  

En efecto, Federica Mogherini, jefa de la diplomacia de la Unión Europea, amenazó con imponer más sanciones sobre altos cargos del régimen de Maduro si las negociaciones de Barbados no llegan a algún acuerdo. “La crisis que se vive en el país requiere de una solución política urgente, la cual solo se puede lograr a través de un proceso pacífico, democrático que conduzca a unas elecciones presidenciales libres y justas”, dijo textualmente. 

Sobre la participación de la comunidad internacional, el politólogo Sucre Heredia coincidió con lo dicho por el ganador del premio Nobel de la Paz 2015 por su mediación en la transición a la democracia en Túnez, Hassine Abassi, en su reciente visita a Caracas. “Abassi destacó que era preferible no aceptar apoyo foráneo. Claro, ellos tuvieron unas condiciones muy particulares pues Ben Ali ya se había ido así que pudieron comenzar desde cero”, dijo.   

Incluso si este ciclo de diálogo fracasa, estar ante los ojos del mundo puede tener un efecto colateral útil considerando, por un lado, la impunidad con la que opera el régimen de Maduro y, por el otro, la propensión de muchos venezolanos a creer que el fin del régimen debe estar cerca pues no se puede estar peor. 

“Desde afuera se perciben riesgos y amenazas que los propios venezolanos quizás no consideren posibles. Por ejemplo, el riesgo de una guerra civil o de violencia extrema. Siento que la gente se apoya mucho en aquello de la excepcionalidad venezolana para evitar pensar que esta situación puede terminar muy mal, al estilo de Siria. Creo que la comunidad internacional se cohesiona en torno a la necesidad de evitar que la crisis escale en algún tipo de violencia generalizada”, advirtió Sucre Heredia.



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