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miércoles, 4 de septiembre de 2019

Colaboración para oprimir




Anónimo Septiembre de 2019

En estos días leí el libro “El Hombre en busca de sentido” de Victor Frankl, el autor es un psicólogo preso en un campo de concentración, es la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus supervivientes.

Uno de los aspectos tocados en el libro es la existencia de unas personas a las que se les llamaba “capos” -prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales- eran los que realmente controlaban a los prisioneros, muy a menudo eran más duros que los propios guardias, y les golpeaban con mayor crueldad que los hombres de las SS.

En resumen, suministraban los castigos y ocasionalmente los premios en estos terribles campos.

Esta triste situación me vino a la mente y me la recordó lo que está ocurriendo con unos llamados mercados a cielo abierto promovidos y llevados por la Gobernación del estado Miranda y el Concejo Municipal, en este caso específico, del Municipio Baruta.

Me explico, es un hecho que la destrucción de la economía nacional que dio como resultado el empobrecimiento de los venezolanos es consecuencia de las políticas ejecutadas durante estos 20 años, las personas que ejercen el poder estadal y el legislativo municipal no son ajenas a estas políticas, en el caso del gobernador ha sido ministro en diferentes áreas y por supuesto, junto con los concejales son corresponsables o cuando menos ardientes defensores.

Han sido parte del garrote destructor, y luego de esto ahora pretenden ofrecernos mendrugos, de su muy jugoso y abundante banquete. Se apoderaron de la riqueza del país, y nos lanzan sobras, con el argumento que necesitamos ayuda porque no tenemos para comprar, nos empobrecieron, nos exigen obediencia perruna y como premio nos dan más humillación.

Los mercados en cuestión ofrecen precios viles, que se sabe no corresponden a la realidad actual.

Lo más triste es que el método que usan los gobernantes estadales y municipales se parece al de los nazis, los tales mercados vienen por los concejales elegidos con votos democráticos, y llega a la comunidad por el aval de las asociaciones de vecinos que así lo acepten. Se saltan sin miramiento al ejecutivo municipal, y en el caso de la comunidad donde vivo se puso la tapa del frasco, pues la asociación de vecinos que dio el aval en realidad se la impuso a una asociación vecina.

Así que la institucionalidad es una ficción que estos 20 años ha convertido en una palabra sin sentido para todos los involucrados.

La condición es que las asociaciones de vecinos involucradas, modernos “capos”, se encargan de las colas, de cocinar para los que colocan los alimentos y de otros aspectos que están en relación directa con la operación en el sitio.

Otro aspecto o faceta a mirar es que todo el que lo piense se dá cuenta que nada es gratis, algún productor perdió, lo que alguien compra a precios ridículos, es porque alguien está perdiendo, además de la entrega de la libertad, por supuesto. Recordemos para que no quede en nuestra desmemoria, cuando las expropiaciones de empresas, unos empleados creyeron ganar, pero ellos y todos perdimos, luego cuando los dólares baratos para viajar, de nuevo algunos se beneficiaron pero al final la mayoría de los pasajes no se pagaron nos fuimos quedando sin vuelos internacionales y de nuevo el país perdió, luego los episodios de entrega de propiedad privada de tiendas y comercios, que para llamarlo genéricamente se llamó Dakaso, de nuevo algunos creyeron ganar y todos perdimos.

De cada uno de esos episodios el régimen se atornilló, logro alargar su estadía, y hubo personas que con la tradicional viveza criolla creyeron ganar por “un día”.

Es hora que aprendamos, que nos preguntemos ¿Quiénes están perdiendo individualmente? ¿En cuanto con nuestra “viveza” estamos sacrificando al país y a nosotros mismos? ¿El productor que pierde, seguirá produciendo, será otro que se va?, ¿Qué consumiremos después?

Así que hasta ahora hemos examinado el aspecto de la destrucción institucional, de como todos perdemos a la final de un día.

Miremos otro aspecto, para ordenar las ciudades se crean zonificaciones y estas tienen usos especificados, convertir urbanización en zona de comercio es de por si buscar el desorden, hacer de la ciudad un espacio donde no exista calidad de vida. Que esto lo motoricen concejales, encargados de establecer las reglas dentro del municipio es por lo menos una contradicción. Pareciera que forma parte de nuestra destrucción, suma para la destrucción de las instituciones de la mano de las propias instituciones.

No cabe duda estamos viviendo una grave crisis, una crisis donde los valores y principios se desdibujan y donde si no intentamos al menos poner freno, seremos responsables.

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