Por Marino J. González R.
En pocas semanas comenzará
la tercera década del siglo XXI. Las expectativas que se han generado por lo
que debería suceder en 2030, esto es, alcanzar los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) aprobados en 2015, ilustra la importancia de los próximos
tiempos, especialmente en el contexto de América Latina. El corto
plazo puede indicar los retos y dificultades que experimentarán los más de 700
millones de habitantes que tendrá la región en 2030.
En los últimos tiempos ha
quedado claro que los rasgos de inestabilidad política se han acentuado,
especialmente en América del Sur, pero existen en toda América Latina. Las
fallas de los gobiernos en el manejo de las políticas públicas, combinado con
la pérdida de confianza en las autoridades electorales, se han agregado a las
restricciones de la gobernabilidad democrática en muchos países. La manera en
que evolucionarán estas circunstancias en los próximos meses es difícil de
anticipar, pero es probable que las situaciones de enfrentamiento y conflicto
tenderán a ser más complicadas.
Lo que ya sabemos con
bastante detalle en los países de América Latina es que el deterioro de las
condiciones económicas complica la gobernabilidad. En consecuencia, en la medida
que se profundice la dificultad de las economías para crecer y crear empleos de
calidad, solo se puede esperar que las restricciones políticas aumenten.
El último informe del FMI
ilustra el preocupante escenario que se asoma para la gran mayoría de los
países. Con la excepción de Paraguay, República Dominicana y El Salvador, todos
los países de América Latina experimentarán disminuciones en el crecimiento
económico en 2020, comparado con lo que se estimaba en 2018. En Venezuela se
producirá la peor disminución de la economía (10%). Nicaragua y Argentina
tendrán reducciones de más de 3%. Entre las grandes economías, Brasil y México
completan un panorama negativo, con reducciones de 0,2% y 1,4% respectivamente.
Si ya es preocupante la
perspectiva para 2020, lo es mucho más cuando se analiza el escenario del FMI
para 2024. Solo Panamá, República Dominicana y Paraguay tendrán tasas de
crecimientos superiores a 4% promedio entre 2020 y 2024. Diez países tendrán
tasas de crecimiento anual de 3% o menos.
América Latina y el Caribe
tendrá las menores tasas de crecimiento económico cuando se compara con África
y Asia. En otras palabras, la perspectiva de crecer para superar las
restricciones acumuladas, no es la más evidente en este momento.
Que una región con tantas
limitaciones de las condiciones de vida, como ha quedado demostrado en las
últimas semanas, contemple estos escenarios de bajo crecimiento económico, solo
puede esperar el agravamiento de las dificultades políticas. Y eso significará,
con bastante probabilidad, la disminución de las inversiones, y mayores
dificultades para la generación de mejores opciones de productividad. Y esto es
sin mencionar la inmensa brecha en la elaboración de manufacturas de alto valor
tecnológico.
La profundización de esta
situación económica, sin atender adecuadamente las condiciones en las cuales se
sobrevive en muchos países de la región, obliga a examinar las consecuencias en
el ámbito político. Las restricciones fiscales obligarán a introducir cambios
en los patrones de los programas públicos con la consiguiente afectación de los
servicios y beneficios de la población. La escasez de recursos públicos puede
agravar las ya tensas situaciones en varios países.
El mayor efecto de esta
combinación de crisis políticas y deterioro del crecimiento económico, es la
postergación de los cambios estructurales que requieren las sociedades de
América Latina. Siendo que el desarrollo supone, cada día con más énfasis, el
fortalecimiento de las capacidades para crear y difundir conocimientos, América
Latina entra en esta nueva etapa del siglo XXI con serias dificultades. A menos
que las sociedades acuerden políticas públicas orientadas a la diversificación
productiva y a la ampliación de las libertades para la participación en todos
sus órdenes, la distancia entre América Latina y otras regiones del mundo
aumentará.
El porvenir luce complicado,
especialmente cuando hay poca conciencia en los liderazgos de las sociedades
sobre la importancia de los acuerdos sostenibles. En la medida que no exista
capacidad para crear y sostener acuerdos en la región, aumentarán las brechas
de democracia y bienestar.
30-10-19
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