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martes, 8 de octubre de 2019

La servidumbre voluntaria, por @alvaromont




ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE 06 de octubre de 2019
@alvaromont

Éste es el título de un manuscrito que trata de llamar la atención sobre las tiranías, y sobre el hecho de que un pueblo numeroso se someta a los caprichos de un solo hombre. Las páginas fueron escritas en el año 1549 por un joven francés de tan sólo 18 años, Etienne de La Boetie, quien brillaba como una estrella fulgurante en los medios intelectuales de su época pero murió a la corta edad de 32 años en la ciudad de Burdeos. Originalmente el documento fue enviado por el joven escritor a su amigo el filósofo Michel de Montaigne, quien lo publicó después de su muerte con el título de “El contra Uno, o discurso sobre la servidumbre voluntaria”.

La obra seguramente inspiró a los ilustrados en sus reflexiones sobre el absolutismo monárquico, que dieron base filosófica a la Revolución Francesa. Allí se lee que “La primera razón para la servidumbre es la costumbre”. No cabe duda que Jean-Jacques Rousseau se paseó cientos de veces por la líneas de La Boetie para alimentar sus ideas sobre el Contrato Social y la igualdad. En tan sólo 18 páginas La Boetie se preguntaba con crudeza ¿cómo pueden tantos hombres soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder del que se le otorga? Y afirmaba con cierta tristeza que “son los propios pueblos que se dejan encadenar, ya que con sólo dejar de servir romperían sus cadenas”. En sus reflexiones el autor observa que los tiranos cuanto más destruyen un país, más se consolidan y se hacen más fuertes. Coincide en ese punto con el florentino Nicolás Maquiavelo, quien escribió unos pocos años antes en sus consejos al príncipe que si deseaba gobernar mucho tiempo un país, debía arrasarlo completamente.

La servidumbre voluntaria, o el sometimiento voluntario para usar vocablos más actuales, es un concepto que lleva implícito un llamado de alerta a los pueblos para no dejarse someter, una explicación académica a la existencia de las tiranías más allá del uso de la fuerza bruta, y a la vez una proposición para salir de la dominación. La Boetie pregunta qué daño puede hacer un tirano si nosotros mismos no somos cómplices de su “corazón desleal”. ¿De dónde saca tantos ojos el tirano para espiarnos, sino de nosotros mismos? Entonces el escritor da consejos para acabar con las tiranías y el sometimiento: “Podrían liberarse de semejantes humillaciones, que ni los animales aguantan, sin siquiera intentar hacerlo, únicamente queriendo hacerlo”. Esa frase lleva una carga enorme de voluntad. Es casi un grito de guerra que apunta a sacudirse, a “querer es poder”. Pero para ello, primero se necesita la voluntad de un pueblo. Continúa La Boetie con un resuelto llamado: “Decídanse pues a dejar de servir y serán hombres libres”. Lo novedoso de esta obra reside en la proposición de los procedimientos para acabar el sometimiento. Son métodos pacíficos. La violencia no pareció inspirar para nada a La Boetie. Era una especie de Ghandi de la época, porque proclamó en su documento una técnica muy suave para salir de la tiranía: “No pretendo que se enfrenten a él, sino simplemente que dejen de sostenerlo. Entonces verán cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, se desplomará y se romperá por sí sólo”.

Todos hemos visto casos históricos y actuales de tiranos que someten a un país y lo destruyen. Siempre pensamos que la explicación es el uso exclusivo de la fuerza y seguramente hay mucho de cierto en eso, pero La Boetie va más allá y le agrega el ingrediente de la complicidad, la comodidad o la costumbre que hace que muchos se dejen someter por uno solo. Reflexionemos un poco a ver si nos hemos visto retratados alguna vez en ese cuadro de servidumbre voluntaria.

Álvaro Montenegro Fortique
@alvaromont

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