Tulio Ramírez 11 de noviembre de 2019
A
diferencia de la creencia común, el anarquismo no es necesariamente sinónimo de
desorden. Si bien toda conducta desordenada tiene algo de anarquismo, no toda
conducta orientada por el anarquismo es desordenada. No es un juego de palabras.
No es lo mismo decir “dame una pelota vieja, por favor”, que decir “vieja, por
favor, dame una pelota”. Anarquismo y desorden son dos conceptos que hay que
aclarar como parte del “marco teórico” que se necesita para comprender el
comportamiento de muchos venezolanos en tiempos de revolución.
El
desorden, según ese faro de la sabiduría de nuestros tiempos llamado Wikipedia
(asesor ilustrado de nuestros estudiantes en todos los niveles educativos), es
sinónimo de caos, un antónimo de orden o, en su acepción más sistémica, una
alteración de la organización y funcionamiento del sistema.
Hay
desorden cuando no existen reglas, y si existiesen, no se acatan. Por ejemplo,
en muchas manifestaciones espontáneas, la gente tiende a actuar de manera
desordenada y caótica. Es muy usual que se lleven a cabo acciones que luego, en
retrospectiva, sorprendan hasta al mismo sujeto que las realizó. “¿Qué me
pasó?, ¿cómo es posible que haya intentado quitarle el escudo a ese policía?”,
son las expresiones más comunes de quien se desbocó, guiado más por las
vísceras, que por el cerebro.
Por
el contrario, el anarquismo, según la ya referida fuente (solo superada en
consultas por las muy académicas páginas “El rincón del vago” y “Permite que yo
te hago la tarea”), supone acciones no sujetas a normas y reglas, bajo el
principio del desconocimiento de todo tipo de autoridad. El francés Jean
Proudhon, fue quien estableció las bases doctrinarias del movimiento conocido
como anarquista. Su libro, escrito en 1840, titulado ¿Qué es la propiedad?, es
el alfa y el omega de esta particular manera de entender lo que, según su
criterio, es el camino que toda sociedad debe seguir para lograr la libertad
plena. En síntesis, el anarquismo es más una posición política, que anímica.
Así
entonces, la diferencia es clara. El desorden, si bien puede tener una dosis de
anarquía, no es orientado por doctrina alguna y promueve el caos colectivo,
mientras que el anarquismo lejos de ser un movimiento desordenado y caótico,
persigue un tipo de organización social no sujeta a autoridad alguna. De seguro
un anarquista no obligaría a los niños a hacer una fila por orden de tamaño,
para recoger los caramelos una vez rota la piñata, pero tampoco permitiría una
situación de caos para que los más grandes puedan aplastar a los más pequeños y
quedarse con todos los caramelos.
Se
preguntarán a qué viene esta perorata un lunes en la mañana, cuando se supone
que los articulistas serios deben tener consideración con lo que queda de los
lectores, después de un intenso fin de semana. La razón es que en el mercado de
la cuadra un vecino aseguraba, que en Venezuela estaba reinando el anarquismo
porque nadie le paraba bolas a nada y todos hacían lo que les daba la gana.
Por
mi defecto de fábrica (ser profesor), intenté explicarle que, en vez de
anarquía, lo que reinaba era el desorden, el relajo y la pillería. Le señale
que los anarquistas no son de los que se lanzan a empujones en el Metro para
evitar que una ancianita tome un asiente libre, y que tampoco los veía
rompiendo vidrieras para robar un televisor mientras protestan por el maltrato
a las mascotas, y menos orinando en un parque lleno de niños simplemente porque
“me dieron ganas”. Ante la cara de “no entiendo”, le terminé diciendo que, si
Miranda invadiera nuevamente a Venezuela para liberarnos del chavismo y entrara
por el aeropuerto de Maiquetía, al encontrarse con su equipaje desvalijado y
ante la indiferencia de las autoridades, lo más seguro es que terminaría
gritando a todo pulmón ¡Bochinche, Bochinche!, y no ¡Anarquía, Anarquía! Creo
que al final, si me entendió.
Tulio
Ramírez
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