Por Piero Trepiccione
América Latina en general y
Venezuela en particular viven una coyuntura bastante similar en muchos aspectos
políticos. El tema de la democracia cada día se vuelve mucho más complejo de lo
que imaginamos. Parece incluso una especie de contradicción que esté sucediendo
esto ya bien adentrado el siglo veintiuno. Pero es altamente significativo que
las señales y los eventos que están transcurriendo en todo el continente
marquen un deterioro progresivo de la convivencia pacífica en el marco de
instituciones de la democracia.
Instituir la democracia en
toda la región no ha sido fácil. Desde los años cincuenta del siglo pasado,
muchos países vivieron procesos de violencia política, guerras civiles y
contradicciones profundas que marcaron el difícil camino hacia la libertad y la
configuración de instituciones que regularan la vida en sociedad de acuerdo a
parámetros constitucionales y legales. Los años ochenta y noventa sirvieron
para consolidar esas articulaciones sociales que terminaron con las
confrontaciones y abrieron el cauce para las vías democráticas. Pero ahora nos
encontramos ante una nueva disyuntiva que complejiza la situación continental y
que es un caldo de cultivo para la aparición de liderazgos muy personalistas
que pueden profundizar la coyuntura actual.
Qué puede estar pasando en
el funcionamiento de las democracias de la región, que afecte a las mayorías
poblaciones que salen a protestar masivamente sin que institucionalmente se
puedan procesar las diferencias. Los Estados se han quedado cortos en el cúmulo
de respuestas necesarias frente a las demandas sociales. Las prácticas
políticas en lugar de abrir los Estados a la eficiencia y a la democratización
plena, hacen que las decisiones públicas terminen siendo auténticas “cajas
negras” que terminan beneficiando a pequeños grupos que medran alrededor del
poder.
Y esto parece contradictorio
e inexplicable en una era donde la información circula al instante y por
diferentes vías gracias a los enormes avances de la tecnología. La
democratización de la información parecía una herramienta extraordinaria que
pudiera dar un reimpulso importante a la consolidación de los procesos
democráticos pero, lamentablemente, han surgido mecanismos de desinformación
masivos que contrastan los buenos deseos hasta ahora.
La coyuntura venezolana
permitió poner en agenda global este constante deterioro de la convivencia
democrática. La precarización de los Derechos Humanos, la imposibilidad de
dirimir diferencias mediante las instituciones, el aferramiento a fórmulas
económicas que beneficiaban abiertamente a grupos y mafias particulares en
desmedro de toda la población, el declive de la alternabilidad en el poder,
entre otras múltiples razones, han generado desde Venezuela un formato de
actuación desde el poder que ha venido deteriorando paulatinamente la
convivencia y la estabilidad de la región.
El hiper-liderazgo y la
geopolítica petrolera permeó a toda la región y facilitó procesos de
polarización que trastocaron los acuerdos institucionales para el procesamiento
de las diferencias. Hoy, toda la región siente el peso de la coyuntura
venezolana y agrega un contexto explosivo que tendrá, sin lugar a dudas, un
impacto tremendo tanto en la economía continental como en los desenlaces políticos.
Ojalá el liderazgo de las naciones esté a la altura para concebir nuevas
fórmulas que nos lleven a estadios de verdadera democracia en lugar de
alimentar escenarios de ingobernabilidad y ruptura de la paz y la convivencia.
24-11-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico