Por Ramón Guillermo Aveledo
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El optimismo ciego y el
negativismo impermeable son dos formas de bobería. Estimulan la esperanza las
noticias de la Asamblea Nacional. Hasta ahora. Que la representación popular,
en medio de sus diferencias, encuentre vías de entendimiento para organizar un
Poder Electoral confiable para todos los sectores, no es poca cosa.
El país necesita un cambio,
porque el presente no solo es insoportable sino tiende a empeorar. La inmensa
mayoría de los venezolanos quiere que ese cambio sea pacífico y democrático, es
decir a través de unas elecciones creíbles. Muchos, sin embargo, no creen que
eso sea posible.
A esa desconfianza han
contribuido las amargas experiencias de frustraciones y ciertos discursos
radicalmente antipolíticos. El oficialista que asegura no aflojar “ni por las
buenas ni por las malas” y el de cierta oposición glandular que dice más o
menos lo mismo, pero desde afuera. Uno y otro hacen ver como lerdos a los demócratas
y nadie, sobre todo entre nosotros, quiere pasar por lerdo.
Bueno, no es sólo cuestión
de lerdos, sino de pícaros que se hacen los lerdos para sacar su tajadita de
hacer el juego al poder. Y no voy a decir que no los haya, porque los hay. Pero
la contaminación que producen es un problema menor en cantidad y en cualidad si
se la compara la intransigencia de quienes creen que se las saben todas y, por
estar en el poder están causando gravísimo daño al país entero o desde fuera
del poder, sabotean, intencional o inocentemente, cualquier posibilidad de
ejercicio político. Porque la intransigencia arrogante, esté dentro o fuera del
poder, siempre está fuera de la realidad. Un poco de modestia civil nunca está
de más.
Que nuestro voto se
revalorice como instrumento de participación real en las decisiones no será por
un amanecer milagroso. Será el resultado, siempre exigente en trabajo y
tenacidad, de la inteligencia y la voluntad políticas. Ojalá que no nos
defrauden nuestros representantes en la Asamblea Nacional, cuyos méritos
cívicos no me canso de ponderar, no porque incluyan la perfección, sino por su
valentía y su constancia. Y ojalá que no pierda el grupo en el poder esta
oportunidad de encaminar sus pasos en la ruta constitucional. Contra las
apariencias, cada día habrá menos.
La cercana Bolivia nos acaba
de mostrar, a todos, evidencias de cuan pedagógica puede ser la realidad. Y lo
seguirá haciendo en el tiempo por venir. Abusar del poder entraña riesgos
impredecibles para el abusador. No se debe subestimar el valor del voto,
incluso en sistemas viciados. La eficacia de la protesta en la calle depende de
su vinculación en una estrategia que no se agota en ella. Si la situación
boliviana avanza hacia el orden y una nueva elección limpia, será bueno para ellos
y para nosotros. Si evoluciona hacia el caos y la ingobernabilidad, será malo
para ellos y también para nosotros.
19-11-19
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