José Luis Farías 15 de diciembre de 2019
@fariasjoseluis
La
otra cara:
Los
cuatro años de historia de la actual Asamblea Nacional han estado signados por
ataques despiadados contra ella desde el mismo momento de su nacimiento.
La
victoria de las fuerzas democráticas en las elecciones parlamentarias del 6 de
diciembre de 2015 devino en el inmediato desconocimiento de los resultados
electorales por el régimen.
La
verdad sea dicha: la tiranía nunca pensó que podían perder esas elecciones, ni
mucho menos por una paliza tal que diera a la oposición los dos tercios de la
Asamblea Nacional y por tanto cambió su estrategia.
El
nuevo cuadro político obligó a Maduro y su pandilla a quitarse la máscara
democrática, radicalizar su posición e imponer su poder en términos tiránicos.
Se convirtió en una verdadera dictadura.
Las
primeras artimañas condujeron a la designación de magistrados express, el
desconocimiento del triunfo de los diputados de Amazonas y finalmente la
declaración del desacato para impedir el ejercicio de una mayoría calificada
que permitiera el anhelado cambio político por el cual votó la mayoría de los
venezolanos.
En
adelante, toda la fuerza del régimen se ha concentrado en destruir al único
poder legítimo de lo que queda de república. Siendo las circunstancias que
rodean la elección del presidente de la Asamblea Nacional el episodio donde se
reúne la mayor saña posible, se degrada el debate y se afecta la credibilidad
popular en el órgano parlamentario.
Los
recientes escándalos sobre presuntos hechos de corrupción que involucran a
diputados opositores, le han añadido particular tensión a la elección del
presidente de la Asamblea Nacional del próximo 5 de enero de 2020.
Igual
presión le ha sumado la fracasada "operación maletín", adelantada por
los mandaderos del régimen, dirigida a comprar votos por millones de dólares,
según denunció el diputado Luís Stefanelli; la presión ordenada desde el TSJ
para intimidar a los parlamentarios investigados; y el intento de secuestro de
diputados, como el reciente caso de la diputada Yaneth Fermín, a quien una
comisión del DGCIM intentó detener en su casa.
Las
acciones han generado una ola de rumores y denuncias que van y vienen con suma
estridencia, multiplicadas en las redes sociales por los boots del régimen,
secundadas por el radicalismo delirante y el apaciguamiento complaciente, en
habitual connivencia con los usurpadores.
Intentan
crear incertidumbre para acabar y/o manchar lo que desde hace meses es un hecho
indiscutible: la reelección de Juan Gerardo Guaidó Márquez a la presidencia del
cuerpo legislativo y por ende a la presidencia encargada de la república con
base a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución Nacional.
Vale
recordar que el ruido se inició desde el mismo momento en que el ex-embajador
del gobierno encargado en Colombia, ingeniero Humberto Calderón Berti, diera su
rueda de prensa arrojando sombras sobre los sucesos del 23 de febrero en torno
a la ayuda humanitaria.
Y
se extendió cuando ello se sumó la investigación del portal ArmandoInfo en
torno a 12 diputados opositores de la Asamblea Nacional, derivando en
manipulación vertida en la sórdida campaña que no ha cesado tratando de
culpabilizar a Guaidó de lo sucedido para torcer la decisión y evitar a como de
lugar su reelección.
En
el afán destructivo del liderazgo de Juan Guaidó anda el régimen usurpador
comprando voluntades valiéndose de todo tipo de truculencias y presiones, pero
la fauna que lo acompaña es variopinta y tiene unidad de propósito: acabar el
liderazgo de Guaidó, a cualquier costo.
En
tan perversa labor destacan periodistas trocados en gacetilleros y militantes
políticos al servicio del radicalismo, afanados columnistas persistiendo en
volver lo blanco en negro, juristas disparando argucias legales para soportar
hasta lo indecible, dirigentes políticos de dudosa reputación y obsecados del
"antiguaidocismo" desde su exilio dorado o desde su cómoda
cohabitación.
Sin
embargo, nada han podido cambiar. La sucia campaña contra Guaidó ha servido
solo para favorecer al régimen. Porque Juan Gerardo Guaidó Márquez sigue siendo
el principal líder del país y por tanto columna fundamental en la lucha que se
libra por la libertad y la democracia, tal y como lo registran todas las
encuestas del país. No reconocerlo es ser cómplice del régimen.
Guaidó
será de nuevo presidente y seguramente tendrá muchas labores que cumplir, pero
ante la lamentable imposibilidad de ejecutar la ruta del mantra planteada para
el 2019, tiene una tarea fundamental: conducir la Asamblea Nacional a la
aprobación de un nuevo CNE confiable que garantice la realización de unas
elecciones presidenciales limpias.
José
Luís Farías
@fariasjoseluis
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