Por Leonardo Carvajal
Nuestras escuelas padecen el
éxodo de los escolares y de los maestros. Pero Maduro no busca los remedios que
hacen falta para detener esta sangría humana. Más bien se pone a inventar
tonterías como esas de llevar un millón de gallinas a nuestros centros
educativos. Y también ahora coquetear con unos pastores evangélicos,
diciéndoles que tal vez establecerá días fijos de enseñanza de la Biblia en
todas las escuelas.
Del millón de gallinas no
comentaré porque, obviamente, nunca las pudieron reunir y tampoco existen los
gallineros en las escuelas. Y donde existiesen, no tendrían cómo alimentarlas
ni curarles sus moquillos. Hablaré ahora de las biblias evangélicas y de la
supuesta creación
de una Universidad Teológica Evangélica para toda Latinoamérica que
se crearía en Venezuela.
No es nueva toda esta
aureola religiosa con la cual quiere nimbar Maduro a su desgobierno. Chávez la
utilizó hasta el cansancio. Desde el 2006 recreó su doctrina política como una
amalgama de bolivarianismo, socialismo y cristianismo, interpretada cada una de
esas tres doctrinas a su libre conveniencia. En ese “sancocho” ideológico,
Chávez tergiversaba al cristianismo al asimilarlo al socialismo. Por ejemplo,
cuando se juramentó como presidente, para el lapso 2007-2013, dijo: “Juro por
Cristo, el más grande socialista de la historia”.
También se atrevió a señalar
en otra oportunidad que “el Socialismo es el Reino de Dios aquí en la Tierra,
lo que Cristo vino a anunciar”. Y, erigido en supremo hermeneuta religioso
llegó a afirmar que: “Cristo vino al mundo a pregonar el socialismo; claro, no
se llamaba así entonces, pero ¿qué otra cosa es el mandato de Cristo ‘amaos los
unos a los otros’? Eso es socialismo”.
Maduro sigue los pasos de
Chávez, en esto como en otros campos y mucho más en esta etapa en la que se
siente políticamente asediado y ha comprobado, hasta la saciedad, que la
Iglesia Católica no se le ha doblegado. Por eso, creo yo, que Maduro volteó
hacia las decenas de confesiones evangélicas que existen en Venezuela. Pero lo
que él cree que es una “gracia”, lo de introducir la enseñanza de la Biblia en
nuestras escuelas, es más bien una “morisqueta”.
Porque introducir un texto
sagrado de manera obligatoria en el sistema educativo implicaría echar por la
borda siglo y medio de historia. Ya que, desde junio de 1870, nuestro sistema
educativo fue caracterizado como laico por Antonio Guzmán Blanco. A partir de
ese momento, dejó de ser obligatoria la enseñanza del catecismo para la
formación en la escuela primaria y se le sustituyó por una asignatura titulada
Principios de moral universal.
Ese signo laico de nuestra
educación lo han respetado todas las constituciones y todos los gobiernos: el
gomecista, el lopezcontrerista, el medinista, el perezjimenista, los varios
gobiernos adecos, los gobiernos socialcristianos; el gobierno de Chávez; y el
de Maduro, hasta ahora. No son conchas de ajo. Es una doctrina, es una
normativa jurídica la que Maduro irrespetaría si introduce elementos
confesionales como obligatorios en nuestro sistema educativo.
Le recomendaría a Maduro y a
su ministro Istúriz que se paseen por el artículo 7 de la Ley Orgánica de
Educación del 2009. Allí se dice taxativamente que “El Estado mantendrá en
cualquier circunstancia su carácter lacio en materia educativa, preservando su
independencia respecto a todas las corrientes y organismos religiosos”.
No puede entonces un
gobierno que se sienta huérfano de apoyos, tratar de conquistar el de
respetables grupos evangélicos haciéndoles la promesa de permitirles
intervenciones proselitistas en el mercado cautivo de escuelas y liceos.
Porque, en principio, todas las religiones son respetables, pero lo
constitucional es respetar la libertad de conciencia de los padres que envían a
sus niños a las escuelas. No es justo, ni constitucional, que se pretendiese
que el sistema educativo venezolano fuese confesional o fuese ateo. Ha sido,
es, y debe ser siendo laico.
Porque el sistema educativo
confesional es el que obliga a todos los escolares a recibir formación de una
determinada religión. Ello viola la libertad de conciencia. Mientras que, en el
otro extremo, el sistema educativo ateísta es el que rechaza y ataca
sistemáticamente toda creencia religiosa. Ello también viola la libertad de
conciencia. En cambio, el sistema educativo laico es el que respeta los credos
o no credos de todos: no contiene enseñanzas religiosas dentro del pénsum
oficial; tampoco obliga a prácticas o rituales religiosos; y no exige
requisitos de tipo religioso a estudiantes y a docentes.
El sistema educativo laico
es un sistema equilibrado. No se casa con religión alguna. Tampoco las ataca.
Más bien, prescinde del debate teológico porque considera que el pénsum debe
abarcar solamente contenidos de las ciencias naturales, de las ciencias
sociales, de la filosofía y de las tecnologías. Pero lo religioso sí puede
tener espacio en una escuela (por ejemplo, a través del catecismo que prepare
para la primera comunión) si los padres de esa escuela expresamente lo
solicitan para sus hijos. Ese es un derecho de los padres, el de la formación
religiosa optativa y voluntaria, establecido en el artículo 59 de nuestra
Constitución de 1999.
En cuanto a la creación de
la supuesta Universidad Teológica Evangélica, no creo que valga la pena opinar.
A estas alturas, ella puede ser tan inverosímil como lo fue la universidad que
Chávez iba a crear en Miraflores; o como la navegación por el Guaire; o como el
oleoducto Caracas-Buenos Aires; o como el tercer puente sobre el Orinoco; o…
09-12-19
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