Ismael Pérez Vigil 19 de enero de 2020
Nadie
se debe sorprender. Solo cambian los instrumentos, pero es la misma estrategia
de parte del régimen: intimidación, chantaje, soborno y compra de conciencias;
que busca dividir a la oposición, sembrar desesperanza en la población y
aferrarse al poder a cualquier precio, dejando saber, además, que ese es su
propósito y no escatimara recursos en ello. No hay ni siquiera un ejercicio de
imaginación, solo son eficientes aplicando esos instrumentos en un alarde de
procaz violencia, para lo único que son muy “creativos”.
Si
algo quedo claro de lo ocurrido en la política venezolana en 2019 y los
primeros días de 2020 es que el régimen extrema su objetivo de mantener el
poder a toda costa. Parte de su estrategia es terminar de copar todos los
espacios políticos y por ello arremete con más saña contra la Asamblea
Nacional. Ya no le basta desconocerla a través de su dócil TSJ y privarla de
recursos económicos, ya no es suficiente inhabilitar diputados, perseguirlos,
apresarlos u obligarlos al exilio, táctica que no le dio mayores resultados.
El
régimen ha perdido ya todo “decoro”, cualquier respeto a las formas, ya procede
sin disimulo a usar sus dos únicos argumentos: la fuerza armada y la violencia
física de sus hordas fascistas para copar los espacios del Congreso Nacional e
impedir las sesiones de la legitima AN, la que elegimos todos los venezolanos,
incluidos ellos.
Estamos
ante un nuevo intento de usurpar las funciones de la AN; ya no es mediante
decisiones del TSJ, como hace algún tiempo intentaron infructuosamente, ahora
es un asalto final, comprando diputados con los que montó un sainete con los
que logro y que saltaron la talanquera para elegir una apócrifa junta
directiva, que no dudamos que más temprano que tarde será reconocida y
“bendecida” por el TSJ, gracias a la ayuda y apoyo de un recurso de
interpretación introducido por un supuesto opositor, miembro de la mal llamada
Mesa de Dialogo o “mesita de dialogo”.
Del
otro lado de la calle, el de la oposición, hay algo que también quedó claro en
el 2019 y estos inicios del 2020, además de haber finalizado el llamado mantra
–cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– y es que
nadie nos va a liberar y que no hay salida rápida; se requiere una nueva
estrategia y esta es una tarea compleja. Ya lo hemos visto por algunos
balbuceos de líderes opositores y diputados que se aferran al mantra y
pretenden darle una “continuidad” que ya es imposible invocar.
Los
elementos fundamentales de esa nueva estrategia, en mi opinión, son: Primero la
unidad, como condición indispensable, como principio fundamental, básico, para
lograr derrotar a la dictadura venezolana. Ya no es cuestión de
interpretaciones, sabemos que el camino de la unidad no es fácil, que hay
desvíos y tropiezos, pero quien no obre decididamente para lograrla, se le debe
y que quede al margen del camino.
Segundo,
es imperativo definir un objetivo que sea alcanzable, realizable, por el cual
sea posible luchar e incorporar de manera segura a la mayor cantidad posible de
venezolanos. Y esto tampoco es nada fácil; requiere de una profunda meditación,
ser sinceros y despojarnos de todo prejuicio falsamente principista.
Paradójicamente,
la reflexión sí creo que es simple. En el 2020 habrá elecciones nos guste o no.
El régimen, basado en su estrategia de “toma” por la fuerza de la AN da los
pasos en esa dirección, soltando globos de ensayo para medir la reacción; en
cualquier momento anunciara una fecha –como si elegir la AN este año fuera una
graciosa concesión y no una obligación constitucional– y un mecanismo para
designar autoridades del Poder Electoral, el “nuevo” CNE. Solo le queda decidir
el mecanismo: lo hará mediante su falsa AN –tras ser reconocida esta por el
TSJ–, lo hará mediante el TSJ, volviendo a usurpar las funciones de la AN; o lo
hará mediante la ANC, como uno de sus muy conspicuos representantes acaba de
dejar entrever.
Es
una jugada con doble propósito: buscar que la oposición se abstenga, al no
haber un “nuevo” e “imparcial” CNE para conducir un proceso, posiblemente
adelantado y seguramente amañado; y de paso quitarse de encima el San Benito
del desconocimiento internacional, al adueñarse de manera “legitima” de la AN,
que le permitirá firmar todos esos acuerdos y contratos que sus socios
internacionales –Rusia y China– quieren que gocen de reconocimiento
legislativo.
Frente
a este muy probable escenario, no es momento de hacer afirmaciones categóricas
que sin duda molestaran a muchos; pero si caben algunas preguntas y
reflexiones: ¿Qué camino tomara la oposición? ¿Dirá que sin un “nuevo” e
imparcial CNE –como si eso fuera posible– no habrá condiciones y se abstendrá
de participar, como ocurrió en 2005 y en algunas elecciones recientes,
regionales y locales? ¿Le regalaremos la AN al régimen y sus socios
“opositores”, que de cualquier manera acudirán al proceso?
La
oposición tiene por delante varios retos; el más grande, vencer la natural
resistencia de mucha gente hacia los procesos electorales; resistencia
incentivada –vamos a estar claros–por el propio régimen y por políticas
anteriores de abstención opositora, que en realidad no produjeron ningún
resultado. Otro reto importante es tratar de generar condiciones para tener
unas elecciones en las que podamos efectivamente participar, pues no cabe duda
que la electoral es una vía que permite organizar a la gente y que permite la
participación masiva.
El
tercer elemento fundamental de la estrategia opositora en el 2020 es tratar de
debilitar al régimen y para ello es imprescindible incrementar ante el país y
ante la comunidad internacional, el costo político de su desastrosa gestión,
que ha conducido al país a la miseria.
La
oposición solo cuenta para esta tarea con dos elementos: el apoyo popular a la
AN, medido en múltiples encuestas; además, la Asamblea Nacional es el único
poder reconocido internacionalmente de Venezuela y por eso, con base en ella,
hay que fortalecer también a los partidos políticos, a las ONGs de carácter
social y político y fortalecer las protestas ciudadanas, dándole contenido a
esa cantidad innumerable de protesta que se hacen todos los días, que no están
conectadas, que son inconexas y que no tienen un objetivo político claramente
definido.
Y
el segundo elemento de apoyo a la oposición, es la comunidad internacional;
apoyo que es necesario mantener, estimular y fortalecer y ello solo será
posible con políticas coherentes de enfrentamiento a la dictadura.
Ismael
Pérez
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