Luis Manuel Esculpi 21 de enero de 2020
@lmesculpi
En
unos pocos días se despejó la confusión. La rueda de prensa de Alfonso Marquina
y Juan Pablo Guanipa contribuyeron decisivamente a disipar las supuestas dudas.
Los pretendidos analistas “equilibrados y objetivos” a los que dedique mi
anterior columna, ahora guardan un discreto silencio. Comprensible su actitud
al no insistir en comparaciones para determinar la legitimidad del poder
legislativo, después de hacerse público el vergonzante audio y la lista con las
escasas firmas que tenían los tránsfugas y sus aliados.
Al
margen de la controversia en torno a la legitimidad y las situaciones de facto
que se presenta ahora para el funcionamiento de la Asamblea Nacional, es
necesario desentrañar en el análisis, las razones por las que el régimen corrió
el riesgo de pagar un muy alto costo político con sus descabelladas acciones
del inicio de año. La primera que salta a la vista, aunque no deja de ser
polémica, es la que les importa y mucho controlar el poder legislativo, la
ilegítima constituyente no ha podido suplir su rol, por carecer de
reconocimiento internacional, lo que le impide sustituir la atribución de
aprobar contratos de interés nacional y otras disposiciones constitucionales
asignadas exclusivamente a la AN.
Otra
razón, no menos importante, está asociada a la elección del Consejo Nacional
Electoral que debe organizar las elecciones este año, inicialmente pretendieron
aparentar cumplir con el procedimiento constitucional y legal, para alcanzar su
verdadero propósito; al saber la imposibilidad de tener los dos tercios
requeridos para su designación, apelar a la figura de la “omisión legislativa”
sin intentar la búsqueda de consenso para elegir un árbitro medianamente
imparcial, de tal manera que la designación la realizara el TSJ. Esta vez la
jugada le resultó un boomerang, por la torpeza, la chapuza, violencia y
atropellos de su actuación, se les revirtió claramente y la maniobra de ir a la
Asamblea haciendo el aguaje de guardar las apariencias (especialmente ante la
comunidad internacional) se les desmontó.
El
objetivo de convocar solo las elecciones parlamentarias persigue el propósito
de fracturar a la oposición, si procedían buscando acuerdos para propiciar un
proceso en condiciones parecidas al del 2015, evaluaron que les era imposible
ganar y como les importa – tal cual señalamos antes- el poder legislativo
optaron por esa vía considerándola como la única posible para obtener un
triunfo, aplicando todas las trampas a su alcance.
Además
si le añadimos las características de los regímenes autoritarios de demostrar
con su conducta todo cuanto son capaces de hacer, para intentar amedrentar y
atemorizar a la disidencia con el objetivo de evitar nuevas adhesiones y su
fortalecimiento. De allí la salvaje actuación de sus grupos paramilitares al
agredir brutalmente a los diputados, para impedir el funcionamiento de la
Asamblea en el Palacio Federal Legislativo.
Algunos
de los voceros de la denominada mesita, han expresado en alta voz su aspiración
de designar el CNE en el TSJ, no les convenía el acuerdo en la Asamblea
Nacional, ya antes del 5 de enero se habían pronunciado en ese sentido; la
razón es muy sencilla: como no tienen parlamentarios, no podrían influir en la
selección de los rectores de ese organismo. Se pregona el diálogo y el acuerdo
político, pero no se propicia cuando consideran difícil la posibilidad de
obtener ventaja.
Esta
clara la estrategia del régimen, para obtener resultados actúa sin el menor
recato, la decencia y la probidad no es su norma. Están despegados de la
verdad, la falacia le es consustancial a su discurso, los montajes constituyen
práctica rutinaria.
Los
sectores democráticos tienen plena conciencia de la situación que les
corresponden enfrentar, en el próximo tiempo se tendrá que adoptar decisiones
fundamentales para despejar la ruta del cambio político, mantener la unidad lo
más amplia posible es requisito indispensable para lograr ese objetivo. Hay que
tenerlo siempre presente.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpi
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