Por Gioconda Cunto de San
Blas
Hace muchos años leí una
novela de ciencia ficción llamada “La enzima de Matusalem”. He olvidado su
autor y no siendo de las novelas más conocidas en esta rama literaria, tampoco
he podido dar con ella en el mundo infinito de internet. Su trama giraba alrededor
de un grupo de bioquímicos que, puestos en la búsqueda de la fuente eterna de
la juventud cual Ponce de León del siglo XX, dieron con un compuesto que
prolongaba la vida a perpetuidad. El caso es que una vez purificado este
producto, llamado muy apropiadamente “la enzima de Matusalem”, los grupos
económicos y políticos poderosos secuestran a los científicos para garantizar
que la poción mágica, suerte de agua lustral, no cayera en manos del populacho,
sino que fuese reservada para estos personajes arrogantes, centrados en su
creencia de que solo ellos tenían derecho a disfrutar de los avances de la
ciencia y en este caso, de dominar el mundo por los siglos de los siglos.
No recuerdo el final de la
novela. Pero ella me vino a la mente al leer un escrito publicado hace pocos
días en la prestigiosa revista The New England
Journal of Medicine sobre la respuesta que debe tener la comunidad
científica y los gobernantes hacia la pandemia del Covid-19. Que el artículo
venga bajo la firma de Bill Gates añade un interés adicional a su contenido.
En dicho editorial se
insiste en la crisis que está causando el coronavirus Covid-19 y la pandemia
que va extendiéndose por el planeta. Los datos hasta ahora indican que el
riesgo de fatalidad está alrededor del 1%, lo cual lo ubica entre la pandemia
de influenza de 1957% (0,6%) y la de 1918 (2%), con el agravante de que puede
ser trasmitida por personas sin síntomas de la enfermedad, lo cual hace más
difícil su contención geográfica. De hecho, Covid-19 ya ha causado 10 veces más
casos que el SARS en cuatro veces menos tiempo.
Bajo esas premisas, el
presidente de la Fundación Bill y Melissa Gates llama a reflexionar para evitar
que ocurra lo que pasó con los bioquímicos descubridores de la enzima de
Matusalem.
A fin de frenar la expansión
del virus en las próximas semanas, los gobiernos de países desarrollados,
además de cuidar a sus propios pueblos, deben ayudar a los más pobres a
fortalecer sus sistemas precarios de salud pública, en el entendido de que los
procesos infecciosos no conocen de barreras geográficas ni de nacionalidades.
En estos momentos, grandes
laboratorios especializados están ensayando ocho candidatos prometedores a
convertirse en vacunas. Si algunas de ellas resultaren seguras y efectivas en
modelos animales, podrían estar listas para ensayos a larga escala en junio. De
ser así, es indispensable que las naciones ricas apoyen a las más pobres para
que la protección llegue a todas ellas y la pandemia pueda controlarse.
Hablamos de miles de millones de dosis en pocos meses, un desafío que presenta
obstáculos técnicos, financieros, diplomáticos y burocráticos, a la vez que una
colaboración estrecha entre los sectores privado y público.
Insiste Gates en su artículo
y lo apoya con un importante respaldo monetario a través de la Fundación Bill y
Melinda Gates, que, durante una pandemia, las vacunas y los antivirales no
pueden ser vendidos solo a quien pague más; ellos deben estar disponibles a
precios accesibles a quienes están en el centro de la pandemia y en la más
notoria necesidad. Este es un asunto no solo de hacer lo humanamente correcto,
sino que es la estrategia científica para cortar la expansión de la pandemia.
¿Cómo calificamos los
venezolanos a los ojos de los organismos internacionales públicos o privados
para tener acceso a cualquier medicación que se genere contra el Covid-19? ¿La
Fundación Gates nos incluiría dentro de los países ricos, como alguna vez
creímos ser? ¿O, por el contrario, estaríamos en la categoría de país pobre,
como lo constatamos a diario quienes aquí vivimos?
Desde las altas esferas nos
dicen que ya tienen kits donados por la Organización Panamericana de la Salud
para el diagnóstico efectivo del virus, ojalá que así sea.
Nos quieren engañar al
hablar de cepas mutadas por el imperio en guerra biológica contra China, y al
tiempo crean una comisión presidencial para atender la amenaza del coronavirus,
a la cabeza de la cual han puesto una ficha de partido sin ninguna preparación
o instrucción en temas médicos o de salud pública.
Visto esto y dadas las
condiciones de nuestro destartalado sistema de salud, debemos prepararnos cada
quien en nuestras comunidades para la eventual llegada a Venezuela del
Covid-19. En los Altos Mirandinos ya andamos en eso…
05-03-20
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