Por Fernando Perra
La trata de personas es un
flagelo que roba la vida de miles de personas en todo el mundo. En el caso de
niños, niñas y adolescentes se ha legislado internacionalmente para enfrentar
un negocio que mueve millones de dólares.
Hasta hace unos años lo
veíamos como un problema propio del sudeste asiático, países del este de
Europa; y algunos muestran escepticismo cuando se alerta sobre su presencia
entre nosotros y, en todo caso, se podía reconocer que Venezuela era una país
de tránsito. Es por ello lo importante de destacar la publicación del informe Dinámicas de trata de
personas, especialmente la que victimiza a niños, niñas y adolescentes, en Gran
Caracas y estado Bolívar realizado por María Gabriela
Cuevas, Carla Serrano, Clavel Rangel y Eumelis Moya para el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UCAB.
Una investigación que
consolida información suministrada por funcionarios públicos, activistas de
ONGs y periodistas. Las investigadores afirman categóricamente: “En Venezuela
abundan los factores de vulnerabilidad y de riesgo que favorecen las prácticas
de explotación asociadas a la trata de personas (la emergencia humanitaria
compleja y la crisis migratoria se cuentan entre las causas). Están en aumento
las niñas, adolescentes mujeres, mujeres adultas e indígenas que son víctimas
de distintas formas de explotación sexual; también están en aumento los niños,
adolescentes hombres y hombres adultos que son víctimas de explotación laboral
(por ejemplo, en actividades de minería ilegal). Mientras, existen importantes
vacíos respecto al cumplimiento de las obligaciones del Estado en materia de
prevención del delito de trata de personas, protección de víctimas, y
persecución de este delito”.
¿Cuándo se habla de trata?
La trata de personas es un
delito que consiste en la comercialización de seres humanos en condiciones que
minimizan o anulan las posibilidades de manifestación de su voluntad, con lo
que los tratantes se aseguran el dominio sobre las personas a las que manipulan
como si tramitaran “mercancías” de su propiedad.
El objetivo de quien capta
es vender y promocionar soluciones, vida y futuro posible, salidas a los
problemas que se tienen en la actualidad. Se pulen tácticas de engaño para
ganarse la confianza de las personas haciéndolas sentir especiales y
afortunadas.
Sobre los medios de contacto
para la captación se identificaron en el estudio los siguientes: redes sociales
como WhatsApp, Facebook, Badoo; contactos directos en el liceo o en el barrio;
casting para anuncios comerciales; supuestas academias de modelaje; anuncios en
universidades; anuncios clasificados en periódicos; papelitos entregados en plena
frontera, indicando a dónde dirigirse.
La ilusión de estudiar
fuera, de aprender un idioma, tener un empleo estable que permita mandarle
dinero a tu familia, se convierten en catalizadores de voluntades.
“En el contexto actual, ante
la muy precaria y casi total carencia de bienes y servicios que se padece,
cualquier oferta puede funcionar bien como anzuelo. Niños, niñas y adolescentes
en extrema vulnerabilidad pueden ser víctimas de sexo por supervivencia (por
hambre, a cambio de comida). Otros pueden no ser tan vulnerables, pero
igualmente vivir rodeados de constantes privaciones, lleva a que hasta las
ofertas de ir a fiesta, licor, música, o transporte resulten tentadoras para
involucrarles en prácticas de sexo transaccional, que luego pueden conducir a la
persona a verse involucrada en pornografía y en prostitución”, señalan las
autoras.
Riesgos asociados a
decisiones de los padres
La anuencia en negociaciones
para adopciones ilegales; hijos que viajan con uno solo de sus progenitores sin
el consentimiento del otro, para lo que se usan servicios de quienes se ofrecen
a resolverles de manera ilegal la ausencia de la debida documentación. En
extrema vulnerabilidad a ser víctimas de captación se encuentran (en grado
ascendente): hijos separados de sus padres y que están a cargo de otros
familiares u otras personas; los no acompañados (ni por sus padres, ni por
otros familiares o cuidadores); los niños a cargo de otros niños o de
adolescentes; y los que migran solos. Particular referencia se hizo a la población
indígena, vista la práctica costumbrista y naturalizada de entregar niñas y
adolescentes mujeres para dedicarles a labores domésticas, así como, la
captación de niñas y adolescentes mujeres indígenas para servicios sexuales a
mineros.
El documento es una clara
alerta a todas las familias para extremar las medidas para proteger a sus niños
y adolescentes ante la inacción o indiferencia de los organismos que deben
atender la problemática. Sobre todo en tiempos en los que abundan razones para
ir tras sueños y pensar que no se puede estar peor. Libremos a nuestros
muchachos de la esclavitud de ser una mercancía con precio.
05-03-20
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