Por María Jesús Vallejo
Las labores de cuidado están
asociadas a las mujeres, pero culturalmente han construido brechas de género.
Muchas líderes asumen la responsabilidad de sus comunidades para acabar con
estas diferencias y mejorar las condiciones de vida de todas las familias,
aunque esto implique muchos sacrificios y menos tiempo para ellas. En el Día
Internacional de la Mujer, El Pitazo cuenta la historia de cinco de ellas que
luchan por el bienestar colectivo en barrios caraqueños
En Venezuela, hasta el 2011,
39% de los hogares venezolanos estaba a cargo de mujeres, de acuerdo con datos
del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). No hay cifras, hasta ahora, con
las que comparar, pero en 2016 la encuesta de hogares por muestreo determinó
que hay brechas de género en cuanto a la dedicación exclusiva a las tareas de
cuidado: 3.071.881 mujeres frente a 64.000 hombres
Estas diferencias son
globales: las mujeres realizan casi tres veces más trabajo doméstico y de
cuidado no remunerado que los hombres, según ONU Mujeres. Estas labores
representan entre 10% y 39% del Producto Interno Bruto (PIB) de las naciones.
Aun así, muchas asumen responsabilidades convencidas de que sus esfuerzos
resultará en un lugar mejor para ellas y sus iguales.
En el Día Internacional de
la Mujer, El Pitazo relata cinco historias de mujeres que se convirtieron en
líderes comunitarias luego de años bregando por esos espacios de poder, en los
barrios de Caracas. Es un trabajo invisible que requiere organización,
investigación y empatía.
Keyna Cáceres, infociudadana
de la Urbanización Bicentenario del Libertador o Edificios de Fundapol | Andrés
Rodríguez
KEYNA CÁCERES
Una madre soltera que siempre atiende a las necesidades de los demás
Una madre soltera que siempre atiende a las necesidades de los demás
Si Keyna fuera hombre,
quizás muchos proyectos habrían sido más fáciles. La maternidad llegó cuando ya
se había titulado como técnico superior en Turismo, pero le hubiese gustado
estudiar Psicología, Derecho o Contaduría. Ella es madre soltera de dos
jóvenes, de 21 y 13 años. Trabajar para vivir es prioridad cuando un padre se
desentiende de su responsabilidad.
Eros, su hijo mayor cuenta
que Keyna siempre ha tenido tiempo para atender las necesidades de los demás,
sobre todo, cuando se trataba de él y su hermano. “Aunque estuviera muy
ocupada, siempre tomaba tiempo para almorzar con nosotros y preguntarnos cómo
estábamos, qué tal nos iba en las clases”, dice.
Cuando ella piensa en lograr
una licenciatura en Derecho recuerda lo difícil que fue el proceso legal para
que el padre de su segundo hijo cumpliera con la manutención, como lo establece
la Ley Orgánica de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes (Lopnna). “Si fuera
hombre sería totalmente diferente porque en el país no tienen cultura de
responsabilidad, al padre no se le exige igual y las leyes no favorecen a las
madres solteras”, expresa.
Si fuera hombre sería
totalmente diferente, porque en el país no tienen cultura de responsabilidad,
al padre no se le exige igual y las leyes no favorecen a las madres soltera
Keyna Cáceres
A su trabajo como
comerciante y su rol de madre se le sumó, hace 10 años, una responsabilidad con
su comunidad. Durante 34 años, Keyna y sus hijos vivieron en la Urbanización
Bicentenario del Libertador o Edificios de Fundapol, como se les conoce. “Yo
sentía que mi comunidad estaba desasistida, porque ninguna autoridad local se
hacía cargo”, dice.
Ese conjunto residencial
queda ubicado en el kilómetro 5 de la carretera Panamericana. Ni las
autoridades de Distrito Capital ni las del estado Miranda asumen la
responsabilidad de los problemas con los servicios públicos. Hacer las
denuncias y registrar las irregularidades la motivó a darle voces a sus
vecinos. Se formó como parte del equipo de consejeros de Últimas Noticias y
aunque ya no vive en el kilómetro 5, sigue teniendo un lugar de liderazgo.
Ella se siente feliz, pero
siempre se puede llegar más lejos. Eros apunta: “Yo creo que le hubiese gustado
lograr más carreras y llegar a un cargo de poder para poder generar cambios”.
Sin saberlo, ella coincide: “Soy feliz, pero me gustaría tener más alcance para
poder motivar a otras mujeres a emprender sus proyectos y lograrlos”.
María Eugenia Urdaneta,
activista política de la parroquia El Paraíso | Ronald Peña
MARÍA EUGENIA URDANETA
Una mujer entregada a la lucha por el cambio político
Una mujer entregada a la lucha por el cambio político
En 2017, cuando estallaron
las protestas en contra de Nicolás Maduro, Maru, como le gusta que la llamen,
tenía una lesión en una de sus rodillas que la obligaba a caminar ayudada por
una andadera. Aun así, participaba en todas las protestas que se desarrollaron
en El Paraíso, parroquia donde vive. Luego de tanto gas lacrimógeno, decidió
unirse a la lucha política que busca un cambio de gobierno.
Aunque su vida siempre se ha
desarrollado en torno al servicio social, cuenta María Carolina Pacheco, prima
de Maru. “Ella tiene una necesidad imperiosa de ayudar y generar cambios
políticos. Siempre que hablo con ella está en algo”, enfatiza.
Maru es católica y por eso
se involucró desde hace muchos años con los viajes de misiones. Tantos años que
no puede precisar. Antes de los 30 había conocido las condiciones de vida tan
precarias en sectores rurales de Táchira, Mérida, Falcón, Guárico, Carabobo,
Anzoátegui y Sucre. Mejorar las vidas de otros es su motivación.
Esa mujer es muy entregada
al servicio social. Su entrega es increíble, como si su vida dependiera de eso.
Ha hecho de todo y lo que no ha hecho es porque no está en un lugar en el que
tenga más capacidad de decisión
María Carolina Pacheco,
prima de María Eugenia Urdaneta
“Esa mujer es muy entregada
al servicio social. Su entrega es increíble, como si su vida dependiera de eso.
Ha hecho de todo y lo que no ha hecho es porque no está en un lugar en el que
tenga más capacidad de decisión. Lo que no cambia es porque no depende de ella”,
manifiesta María Carolina.
Para generar ingresos, Maru
trabaja como transportista de estudiantes de primaria. Hasta hace unos meses
laboraba en ambos turnos, pero decidió hacerlo solo en las mañanas para dedicar
las tardes a las actividades políticas en el sector: concentraciones,
protestas, pancartazos, asambleas ciudadanas y foros. “Yo quiero que los
jóvenes conozcan la Venezuela que yo conocí”, expresa. Y está segura de que
podrá celebrar el producto de su esfuerzo muy pronto.
María Carolina cree que Maru
está tan comprometida con la comunidad que no tiene tiempo para ella misma.
Pero Maru se siente feliz. Antes, cuando la economía venezolana no estaba tan
fracturada, podía pasar días en la playa, pero ahora lo que puede hacer es irse
a alguna casa de retiro una o dos veces al mes para respirar, pensar y orar.
Quizás es su fe la que le permite lograr todo. “Ella es la mujer venezolana
multitasking, todo lo puede”, bromea su prima.
Marilú Carta, emprendedora y
tallerista de Casalta, parroquia Sucre | Andrés Rodríguez
MARILÚ CARTA
Una emprendedora que logró salir del círculo de la violencia
Una emprendedora que logró salir del círculo de la violencia
Cuando Marilú entendió que
quien maltrata no ama, su vida cambió. En 2011 comenzó a formarse en el
Instituto de la Mujer y a aprender acerca de la Ley Orgánica sobre el Derecho
de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Su misión ahora es ayudar a otras
mujeres a salir de esos círculos de violencia que se generan, cuenta ella,
cuando hay una relación de dependencia.
Ella pasó años soportando
violencia física que luego se transformó en psicológica. “Cuando las mujeres
comienzan a independizarse económicamente, cuando se dan cuenta de que son
capaces de emprender sus propios proyectos, cuando entienden que no necesitan a
ese hombre que las maltrata, dejan de ser víctimas”, dice.
Cuando las mujeres comienzan
a independizarse económicamente, cuando se dan cuenta de que son capaces de
emprender sus propios proyectos, cuando entienden que no necesitan a ese hombre
que las maltrata, dejan de ser víctimas
Marilú Carta
En 2015 cursó un diplomado
de liderazgo con visión de género en la Universidad Monteávila, desde entonces
organiza talleres para mujeres de su comunidad. Marilú vive en Casalta, un
sector de la parroquia Sucre, mejor conocido como Catia. Con apoyo de empresas
privadas, forma a mujeres para que descubran, en principio, sus propósitos de
vida, lo que les apasiona, y luego, cómo hacer realidad esas empresas que
siempre soñaron.
Así como trabaja para que
otras cumplan sus sueños, ella tiene uno en su lista al que no piensa
renunciar: ser abogada. “Cuando yo fui víctima de violencia me di cuenta de lo
difícil que es hablar delante de funcionarios que te revictimizan, enfrentarte
en unos tribunales, por eso yo quisiera apoyar a otras y evitar que pasen por
eso”, asegura. No le importa cuánto tiempo le tome.
Benitza Gamarra, hija,
reconoce el esfuerzo que Marilú hace para lograr todo lo que se propone, aunque
eso, muchas veces, les ha restado tiempo para compartir en familia.
Para Marilú es importante
que las personas entiendan el valor que tienen, no solo las mujeres. “Aunque
los talleres están diseñados para mujeres, no hay que estar cerradas a que
participen hombres, porque ellos también deben aprender. La violencia de género
no es un asunto solo de las mujeres, es de la sociedad”.
La lista de metas sigue con
ítems por tachar, pero Marilú afirma que es feliz con lo que tiene y en el
lugar en el que está. “La felicidad es una afirmación”, dice y se ríe.
Aura Sarmiento, lideresa
comunitaria de La Pastora | Andrés Rodríguez
AURA SARMIENTO
Siempre está formándose para seguir ayudando
Siempre está formándose para seguir ayudando
Aura vive en la parroquia La
Pastora y allí colabora con un comedor en el que almuerzan 50 niños y niñas. En
medio de una Emergencia Humanitaria Compleja le parece importante ayudar a
quienes están en situación de vulnerabilidad, pero sus ganas de ser un agente
de cambio positivos en su comunidad hicieron que comenzara a trabajar por eso
hace cerca de 30 años.
Nunca ha dejado de hacer nada, siempre encontró la forma de cumplir con todos sus roles. José Alberto Abreu, esposo de Aura, dice que siempre fue muy centrada, eso le permitía lograr sus objetivos: “Ella es muy capaz. Siempre está estudiando, leyendo, formándose. Siempre está al día para entender la realidad”.
Nunca ha dejado de hacer nada, siempre encontró la forma de cumplir con todos sus roles. José Alberto Abreu, esposo de Aura, dice que siempre fue muy centrada, eso le permitía lograr sus objetivos: “Ella es muy capaz. Siempre está estudiando, leyendo, formándose. Siempre está al día para entender la realidad”.
Además, José Alberto y Aura
comparten todas las labores del hogar. Nadie tiene más responsabilidades y él
cree que ese es el secreto de su relación.
Aura admite que no es solo
su trabajo, sin el apoyo de la comunidad no sería posible organizar las
actividades. Aunque asumió el liderazgo hace años, cuenta que le hubiese
gustado involucrarse más en la política, porque eso le permitiría tener más
alcance y ayudar a más personas.
Ella es muy capaz. Siempre
está estudiando, leyendo, formándose. Siempre está al día para entender la realidad
José Alberto Abreu, esposo
de Aura Sarmiento
Con una economía fracturada,
cuenta Aura, es muy difícil tomarse espacios de recreación o hacer cosas que le
gusten. Ni siquiera puede teñirse el cabello con la periodicidad con la que
quisiera. Aunque sabe que hay otras necesidades que son urgentes. Para ella,
las adolescentes y mujeres de su comunidad se ven afectadas por la falta de
acceso a productos de aseo personal e higiene femenina, como jabones y toallas
sanitarias.
Aura apoya todas las
iniciativas e ideas planteadas por sus vecinos, pero José Alberto precisa que
su enfoque es la lucha por la libertad, la justicia y la democracia. Esa lucha
le deja poco tiempo libre, pero cuando lo tiene aprovecha para descansar o ver
películas. Es lo que se puede permitir con sus ingresos.
Las dificultades, las
realidades a las que aura se enfrenta e intenta cambiar, la crisis económica y
los conflictos políticos en Venezuela no son suficientes para que ella pierda
las ganas de avanzar. Es feliz y le gusta lo que está haciendo.
Mariángela González, docente
e investigadora de la parroquia Sucre | Andrés Rodríguez y Ronald Peña
MARIÁNGELA GONZÁLEZ
Una docente que educa para la igualdad entre mujeres y hombres
Una docente que educa para la igualdad entre mujeres y hombres
Mariángela cree que los
liderazgos comunitarios no les interesan a los hombres hasta que tienen un peso
político. Aun así, cree que las mujeres deben bregar para alcanzar esos lugares
de poder. Para ella, más que una lucha, el trabajo en Altavista, sector de la
parroquia Sucre en el que vive, comenzó como una forma de mejorar la calidad de
vida de su familia.
Ella es profesora de
historia del arte, pero la mayor parte de su tiempo lo ha dedicado a
investigar, conocer otras realidades y a conocer y reunirse con sus vecinos,
así ha logrado tener capacidad de convocatoria en su zona. Ángel Cacique,
esposo, cuenta que Mariángela ha dejado de lado, varias veces, proyectos
artísticos para poder cumplir con su rol en la comunidad.
Siempre ha estado interesada
por los derechos de las mujeres, adolescentes y niñas. “Nosotras tenemos
opiniones que deben ser tomadas en cuenta. (…) Se dice que somos una minoría,
pero somos la mitad de la población”. En medio de una Emergencia Humanitaria
Compleja, asegura Mariángela, la sociedad venezolana se ha olvidado aún más de
los derechos de esa población. “Hay un menosprecio hacia la condición de
mujer”, dice.
Nosotras tenemos opiniones
que deben ser tomadas en cuenta. (…) Se dice que somos una minoría, pero somos
la mitad de la población
Mariángela González
“Necesitamos volver a
desarrollar y volver a poner sobre la mesa el hecho de que la gente que asume
las comunidades son en mayoría mujeres que tienen opiniones”, enfatiza. Para
ella es importante educar a la ciudadanía e insistir en el valor que tiene la vida
de cada persona, el respeto a las diferencias y la igualdad entre todos los
seres.
Cuando se le pregunta cómo
logra cumplir con todos sus roles, Mariángela no sabe con exactitud, no hay una
fórmula mágica. Pero sí admite que para las mujeres es más difícil alcanzar
muchos objetivos. La maternidad, muchas veces, fija la meta más lejos que para
los hombres.
Ángel coincide con
Mariángela al afirmar que, cultural y familiarmente, las responsabilidades de
cuidado deben compartirse. “Las mujeres tienen labores en el hogar en el que
los hombres deberían participar más. (…) Lo hicimos, pero fallamos”. Para que
ese objetivo se cumpla, Mariángela sigue trabajando, aunque las dificultades
del día a día afecten su productividad y creatividad.
08-03-20
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