Por Piero Trepiccione
La política
discriminatoria orientada a mantener la capital tranquila en menoscabo del
interior del país ha sido en gran medida efectiva; cientos de venezolanos
oriundos de las regiones se han visto obligados a desplazarse, cada vez más,
hacia la región centro- capital en busca de “mejores” condiciones de vida,
abandonando todos sus espacios e incluso el recuerdo de oportunidades
palpables.
Quizás muchos caraqueños no
lo sepan, pero las diferencias en las condiciones de vida que ofrece la capital
del país con la gran mayoría de ciudades y pueblos del interior son
absolutamente escalofriantes. Si bien es cierto, la crisis económica profunda
que atraviesa Venezuela es transversal a toda la ciudadanía independientemente
de su ubicación territorial, también lo son los agravantes que impactan en
mucho mayor grado a quienes habitan fuera de Caracas.
En el caso particular del
estado Lara, sus habitantes padecen diariamente entre tres y cuatro horas de
racionamiento eléctrico, las más de las veces, sin un cronograma oficial que
indique unos horarios establecidos como para que la gente pueda medianamente
planificar sus actividades cotidianas. Y hay que aclarar que también existen
determinados sectores como por ejemplo la ciudad de Cabudare en el municipio
Palavecino, colindante con Iribarren (Barquisimeto, la capital del estado),
cuyo promedio diario sin electricidad es bastante superior, sin que existan
explicaciones de las autoridades más allá de arengas políticas. Además de ello,
poder colocar combustible a los vehículos es una tarea que va desde una hasta
más de 72 horas en promedio según sea el lugar. En las poblaciones del interior
del estado, el promedio aumenta bárbaramente. Esta situación en particular,
muchas veces perjudica considerablemente la dinámica de trabajo de la población
en general. La escasez de agua es otro ingrediente que se agrega a este coctel.
En los últimos meses se aprecia con mayor agudeza este fenómeno que afecta la
vida de las personas de manera singular. Para cerrar la fórmula, los problemas
de conectividad en Internet y telefonía celular son muy distintos en el
interior del país donde arrecian estos problemas que lentifican los procesos de
trabajo y vida de la ciudadanía.
En Caracas la cosa es
totalmente distinta. Hay gasolina sin colas, la electricidad difícilmente falla
en cortes programados. Mal que bien, la telefonía y la Internet funcionan mucho
mejor que en el interior del país. El Gobierno nacional interviene sin pudor
para discriminar a los venezolanos del interior del país en favor de los que
habitan en la capital. Es algo que pudiera entenderse desde el punto de vista
de la lógica política. A Caracas siempre se le ha tenido miedo por sus
dimensiones geográficas y demográficas. Sus sectores populares cuando han
estallado han generado consecuencias políticas y sociales de gran envergadura.
Pero, ¿es este el trasfondo de la discriminación? No hay duda que desde el
gobierno de Maduro se opera con mucha cautela y con fórmulas de estrategia
política muy bien soportadas. Su gerencia de la política le ha permitido hasta
ahora surfear la crisis y el cerco internacional a su cuestionada legitimidad.
La política discriminatoria orientada a mantener la capital tranquila en
desmedro del interior del país ha sido en gran medida efectiva por la
neutralización de las protestas y los conflictos con mano dura. El tema es que,
con el rediseño de la presión internacional y los factores políticos opositores
luego del análisis de lo ocurrido en 2019, el cuatrimestre marzo-junio
con una multidimensionalidad exacerbada, pudiera trascender esta política de
carácter discriminatorio llevada a cabo hasta ahora. Pudiéramos ver a una
Venezuela del interior ser más protagonista que la gran Caracas.
Pero sigamos hablando de
Lara en particular. En las escuelas públicas diseminadas por todo el estado,
los días en los cuales funcionan los comedores para los niños, en promedio, no
pasan de siete al mes. La razón: no llegan suficientes alimentos y los que
llegan, son estirados a más no poder para –al menos– cubrir algunos días de
servicio alimentario. Los días de clase en el primer trimestre del año, en un
alto porcentaje de las escuelas y con acuerdos “palabreados” entre las
autoridades educativas y los sindicatos, eran de solo tres por semana. Si,
clases solamente lunes, martes y miércoles producto de las dificultades
económicas que agobian a los educadores por la pobreza de sus sueldos que en
muchas oportunidades no les permite siquiera tener para pagar un pasaje a su
lugar de trabajo. Esta dura realidad contrasta con Caracas que ha sido mejor
atendida en lo concerniente a los planes alimentarios, aunque salarialmente sea
lo mismo.
El Estado tiene, según datos
recientes de Encovi, 59 % de pobreza extrema, que se refleja en los diferentes
sectores con una población que ha perdido significativamente su capacidad
adquisitiva. Pero también, sus datos de mortalidad materna regresaron a ¡1958!
Es decir, a los índices de hace más de sesenta años. Un dato que nos dice hasta
donde hemos retrocedido por el esquema de políticas públicas que nos ha
acompañado durante los últimos años. No se queda atrás el índice de mortalidad
infantil que ha crecido significativamente afectando a la población más
vulnerable del Estado, sin que se produzcan reacciones o respuestas por parte
de las autoridades ante tales problemas.
La situación del sector de
educación superior es particularmente compleja. Según datos del Observatorio de
universidades llevado adelante por la Fundación Laboratorio de Desarrollo
Humano desde 2018, las universidades de Lara han vivido un proceso de desmantelamiento
en general que las ha llevado a un funcionamiento muy precario. Según Enobu (la
encuesta de condiciones de vida del sector universitario en Lara) entre 2018 y
2019 los promedios de acceso a baños y agua en los centros de enseñanza
superior están por debajo del veinte por ciento. Cerca del sesenta por ciento
de los profesores tienen enormes dificultades para poder configurar su dieta
básica al mes. Las proteínas han sido dramáticamente sustituidas por
carbohidratos en vista de las limitaciones económicas, tanto de los profesores
como los trabajadores administrativos y obreros de las universidades de la
región. La incapacidad de adquirir ropa, medicamentos y los insumos necesarios
para la vida es la caracterización que nos ofrece este estudio Enobu en la
entidad larense.
Sin embargo, pese a las
grandes dificultades que viene atravesando Lara, su capacidad de asociatividad
se ha puesto una vez más en evidencia. Los esfuerzos de la red de cooperativas
asociadas a Cecosesola para atender a la población en materia de alimentos,
salud y servicios funerarios han sido impresionantes. Datos de 2018 y 2019 así
lo demuestran, donde un 40 % de la población de Iribarren recurre a sus
servicios. La fundación Centro Gumilla en sus programas formativos y de acompañamiento,
también ha visualizado las formas organizativas y la capacidad de resistencia
de los sectores populares que día a día desafían la rudeza de la cotidianidad.
El estado Lara, ubicado en el centro occidente del país, con una población
cercana a los dos millones de habitantes, tradicionalmente encrucijada de
caminos y con una economía alternativa al petróleo históricamente hablando,
demuestra una vez más que con procesos de asociatividad es más factible vencer
los embates de la economía actual. No obstante, es importante mostrar al país y
al mundo, como hemos sido tratados de manera desigual y discriminatoria por el
esquema de políticas públicas estatales que en la actualidad se implementan
desde Caracas en desmedro del interior del país.
En Lara estamos conscientes
de las dificultades actuales que atravesamos y sus consecuencias terribles para
la población. Pero también existe conciencia plena que asociativamente vamos a
superar la crisis. La conformación de redes (DD.HH., Ignaciana,
anti-corrupción, por servicios públicos) es una constante como nunca que se ha
activado en la mayoría de municipios de Lara en pro de articular esfuerzos por
las causas comunes que afectan a todos. Esta fórmula puede mostrarnos el camino
necesario para superar con creces la peor crisis económica que le ha tocado al
país y a la entidad, vivir en los últimos doscientos años.
*Politólogo. Coordinador del
Centro Gumilla- Lara.
Fuente: Revista SIC |
Marzo 2020 | N° 822.
31-03-20
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