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viernes, 24 de abril de 2020

En camino a la renuncia, por @AmericoMartin




Américo Martín 22 de abril de 2020
@AmericoMartin

El emplazamiento reiterado del Departamento de Estado a Nicolás Maduro ha seguido un curso uniformemente acelerado; vale decir: de la casi amable propuesta presentada por Mike Pompeo a las duras características  en que está revestida ahora, tras las más recientes declaraciones de Elliott Abrams y otros altos funcionarios del gobierno de EEUU. No hay misterio en eso, puesto que expresamente lo enfatizó el gobierno norteamericano cuando dijo que si Miraflores desaprovechaba la generosa oferta que se le hacía, de todas maneras tendría que abandonar el cargo, pero ahora en peores condiciones.

Concurren dos grandes factores a darle firmeza y credibilidad a semejante vuelta de tuerca. La primera es la expansión conjunta de la pandemia que amenaza al país y al mundo y la intensificación de las protestas sociales por agua, alimentos y gasolina, cuya incidencia crítica sobre la estabilidad del PSUV y de la cúpula de Miraflores, es cada vez más inocultable.

Se había convertido en lugar común la creencia de que la palanca del poder madurista residía en los militares y en el respaldo de Rusia y China. Pero el curso de los acontecimientos explica con claridad por qué la propuesta de Pompeo, le reservaba sus posiciones en el gobierno de transición al general Padrino y los miembros del alto mando militar. Obviamente cumplían en el esquema el papel de garantes de la seriedad de la propuesta. Supongo que Maduro podría sentirse mejor protegido de cualquier desengaño con el abrigo militar, a menos que ya no hubiera tal abrigo.  Y en cuanto a Rusia y China, la más reciente declaración de Elliot Abrams es impresionante

  • todo está puesto sobre la mesa para que ocurra una posible transición en Venezuela, incluso, no se descarta la posibilidad de retomar una mesa de diálogo con Noruega
  • Lo importante con estos dos países no es lo que dicen, si no lo que están haciendo.

Se afirma la idea de que Washington y la solidaria comunidad internacional, sin excepciones, está convencida de la cercana salida de Maduro y prefiere hacerlo en el marco de una negociación sin violencia ni en la viciosa recurrencia de la venganza, para que el gobierno de transición cumpla el gran cometido que se le asigna en la propuesta.

Hay que admitir que Guaidó y la AN contribuyeron a flexibilizar esta oferta cuando, sin que nadie se los propusiera, afirmaron que la renuncia a pertenecer al gobierno de transición, se refiriera a Maduro y a Guaidó. Pareciera que todo se está disponiendo para una transición uniformemente acelerada. No obstante, como adivinar el futuro en las entrañas de los animales es propio de arúspices y no de políticos, dejemos el pronóstico en ese estado.

Pero, una vez más, quisiera resaltar que estos avances reales se han movido por medio de las negociaciones que están a la vista, demostrando que sí se puede negociar con comunistas, dictadores, autócratas, como lo están haciendo con éxito los más altos funcionarios del gobierno de Trump, republicanos y de derecha, como -si viviera- lo hubiera calificado Mao Zedong.

El verdadero pecado es ese simplismo emanado del dogma y el prejuicio que no toma en cuenta el contexto y los intereses, en un momento dado, en juego. Rusia y China no pueden sobreponer su interés de restablecer alianzas con Europa y EEUU, a jugárselo todo por una causa que no están en condiciones ya de sostener. Maduro no parece entender todavía que su verdadero interés ya no es aferrarse a un cargo que lo desborda y se le va de las manos, sino a salir del poder de la mejor manera que le sea posible, aprovechando la oportunidad que se le ofrece. Y el PSUV pensar que si no quiere desintegrarse, sin pena ni gloria, debería sobrevivir como partido en la oposición con las garantías que le brinda un estado de derecho apoyado por la comunidad internacional.

Dirigir políticamente un proceso tan delicado, pero tan auspicioso, como el que se está desplazando en el horizonte cercano de Venezuela, es un reto extraordinario por los objetivos múltiples que pueden obtenerse, la plenitud democrática y la libertad que creíanse irrecuperables, la prosperidad,  que ya ha ganado tanta simpatía universal y la perdida convivencia, sin la cual será cuesta arriba responder a la furiosa acometida del coronavirus y la tormentosa tragedia de problemas que nunca fueron significativos en la Venezuela democrática: la carencia de agua, la escasez de gasolina, el difícil acceso a la alimentación, el deterioro alarmante de todos los servicios públicos, y muy especialmente, educación, salud, empleo y seguridad.

¿Acaso Venezuela no merece una oportunidad después de ser víctima de tantas fantasías y manías fallidas? El socialismo del S. XXI, el comunismo, la anarquía tienen sus raíces en ese siglo, por otra parte tan maravilloso, que fue el XVIII, llamado con razón siglo de las luces. Fue una era de desmantelamiento de dogmas  y de enaltecimiento de la crítica. De la crítica nacieron la industrialización, las ideas de progreso, de desarrollo y la fuerza del pensamiento creativo y, por eso mismo, también las utopías, muchas de las cuales -como dijera Octavio Paz- son sueños de la razón. La experiencia que hemos vivido aconsejaría llamarlas más bien pesadillas de la razón.

Américo Martín
@AmericoMartin

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