Por Hugo Prieto
La crisis del coronavirus no
solamente podría arrastrarnos al caos, sino a una situación de hambruna. La
advertencia la hace Juan Luis Hernández, experto y consultor de temas
agroalimentarios en diversas empresas y organizaciones internacionales.
A partir de 2013, la
producción agrícola cae a niveles de los cuales no se tenía registro desde
1949, año en que se empezaron a llevar las estadísticas en Venezuela. Y la
situación va para peor, porque la cuarentena que impone el virus coincide con
el inicio del ciclo de siembra de los principales cereales que se consumen en
Venezuela: arroz y maíz. Coincide, además, con la escasez de gasolina y los
apagones eléctricos.
¿Por qué eligieron 2008 como
año base para sus estudios?
Ese año lo tomamos como base
por lo significativo de la evolución del gobierno de Chávez. La producción agrícola aumenta de
manera significativa entre 2003 y 2008 debido a una mayor oferta de insumos,
tanto de equipos como de maquinarias. Pero además se consolidan algunos
sistemas de producción en rubros tan importantes como cereales y caña de
azúcar. También aumenta la producción agroindustrial y las importaciones, pero
esas importaciones no compiten con la producción nacional. Ese año, todavía
Mercal y PDVAL significaban algo muy importante en la red de distribución
comercial. Pero a partir de 2008, las políticas cambian y comienzan a surgir
diversas dificultades.
Entre 2008 y 2013, los
gráficos muestran una realidad muy distinta. Un estancamiento, incluso, una
caída, aunque no significativa en todos los rubros. ¿A qué responde ese comportamiento
de la producción agrícola?
Digamos que hasta 2008 las
políticas del Gobierno eran de una intervención moderada y para algunos
sectores, incluso, estimulante. Pero, a partir de ese momento, empieza la
idea del control estatal. Se produce, entre otras cosas, la toma de Agroisleña,
que era un ente muy importante y había invertido muchísimo en el país en los
años anteriores. Se aplica el control de precios y el control de la
distribución. Comienza un período de inestabilidad en la producción agrícola.
La producción industrial sigue creciendo, pero ahora se apoya,
fundamentalmente, en las importaciones, que se disparan de manera absoluta. La
producción nacional cada vez significa menos.
En el mundo anglosajón, que
es mucho más pragmático, hay un adagio que reza: «Si la pieza no está rota, no
la cambies». ¿Cómo es que ese recorrido de logros para la actividad agrícola
(2003—2008) se cambia diametralmente por un periodo de inestabilidad y de
estancamiento? ¿No hubo voces de alerta? ¿Voces disidentes?
Recuerda que eso se da en un
marco económico muy favorable para el Gobierno. De nuevo, un boom petrolero
espectacular que permite importar, endeudarse. A la vez se da la consolidación
del PSUV como una organización de poder, más que como un partido político. En
ese período se impone la idea que tenía Chávez de avanzar hacia el socialismo,
a pesar de que pierde el referéndum de 2007. Confluye una situación económica
muy favorable con la consolidación de un sistema político vertical y de
control. Eso se va imponiendo de forma progresiva y sin grandes disidencias. No
es que no las hubo. Sí las hubo, pero fueron muy poco significativas.
Lo que sigue después de 2013
es una caída en el abismo.
Pero hay algo interesante,
alrededor de ese año, se produce un boom de importaciones y un boom de medidas
que hace que la agricultura tenga otro repuntico. Pero ya en otras
condiciones. Pero, efectivamente, a partir de 2013, se produce la debacle. Esa
debacle significa que cae, brutalmente, la producción interna en los rubros más
importantes —maíz, arroz, caña de azúcar, café—. Y a su vez también caen las
importaciones.
En 2019, la producción de
los rubros que acaba de mencionar apenas representa el 30% de los volúmenes
alcanzados en 2008.
Estamos en un tercio y algo
similar ocurre con la producción industrial. Entonces, por supuesto, si no hay
producción interna, si no hay importaciones, cae el consumo y empieza esta
situación de deterioro nutricional, sumamente grave, que estamos viendo. Nos
está pasando una cosa: a principios de 2020 tenemos la peor situación
nutricional, en términos de calorías y proteínas, que ha tenido Venezuela desde
el año 1949, cuando se comenzaron a sacar esas cuentas.
Hay dos rubros muy
importantes: arroz y maíz, caballitos de batalla en la alimentación de los
venezolanos. Ahí la caída es incluso peor. La producción de maíz, por ejemplo,
representa sólo el 16% de lo que se obtuvo en 2008. Ya ni siquiera ponemos
atención en lo básico, en lo elemental, en los ejes de la producción
primaria.
Así es. La situación de los
cereales es dramática. Lo que ha pasado es que la producción de 2019 es la más
baja que hemos tenido en la historia. Y las perspectivas para este año son
prácticamente de una suspensión de la producción, entre otras cosas, porque la
siembra se produce entre abril y mayo. Es decir, por estos días. Pero en las
condiciones actuales —la emergencia del coronavirus, la escasez de gasolina y
los cortes de electricidad— creo que, desde el punto de vista de los cereales y
de los cultivos temporales, este año agrícola se va a perder.
Hay otro punto relevante. En
2008, las importaciones del sector privado representaban alrededor del 70% del
total. Pero en 2018 el peso de las importaciones recae en el Estado, digamos,
en un porcentaje similar. ¿Qué significa para el sector agrícola que el Estado
se haya convertido en el gran importador de alimentos?
Esa dinámica de intento de
control de todo el sector agroalimentario, y más recientemente con la
participación militar, hace que las importaciones, en una proporción enorme,
pase a manos del Estado. Pero resulta que en las condiciones actuales eso no es
sostenible por dos razones. Una, el deterioro del negocio petrolero. Dos, la
situación de crisis que vive el país. Resulta que el Estado importa, prácticamente,
hasta septiembre-octubre de 2019. A partir de ahí le dicen al sector privado
que importe él. Diezmado por la crisis, y en condiciones muy inseguras, es muy
poco lo que puede hacer. El dato es impresionante, pasamos de 40.000 millones
de dólares a 7.000 millones en importaciones totales. Y en el sector
agroalimentario caímos 64%.
El monto de las
importaciones agrícolas apenas supera los 3.000 millones de dólares.
Así es.
A raíz de la crisis del
coronavirus, las cadenas de producción y comercialización se han roto en todo
el mundo. ¿Cómo va a afectar ese hecho al sector agrícola?
Los efectos son
extremadamente importantes. Por el lado de la capacidad adquisitiva de la
población, nosotros tenemos unos salarios absolutamente ridículos (no llegan a
dos dólares mensuales) y, por tanto, la población tiene que obtener ingresos
fuera del salario. Y eso ha caído de una manera brutal. Por otro lado, la
producción también cae de manera notable. ¿Cómo vas a poder sembrar maíz y
arroz en estas condiciones? ¿Con las situaciones, además, de agua, electricidad
y combustible? En estas condiciones de deterioro brutal de la economía,
Venezuela podría tener prioridad para captar y obtener recursos de
financiamiento internacional. Y ahora eso desaparece, porque la crisis del
coronavirus va a potenciar los problemas económicos y de alimentación de
muchísimos países. De manera que nos encontramos en una situación muy grave.
Con un deterioro nutricional que pudiera llegar a una situación de hambruna. En
este período, en este cuatrimestre, ha habido una caída del consumo brutal, con
una situación adicional que se está reportando actualmente: la reaparición de
la escasez en alimentos, pero de manera muy notable.
¿No habíamos superado esa
circunstancia?
A mediados de 2019 se disparan
los precios de los alimentos y la escasez, sencillamente, se acabó. La gente no
tenía con qué comprar. Incluso hubo acumulación de inventarios, no tanto en la
industria como en la cadena de supermercados. Pero resulta que esa situación
empieza a cambiar muy rápidamente a raíz de la crisis del coronavirus. Se
producen compras nerviosas. De acuerdo a una firma consultora, la escasez había
descendido a su punto más bajo desde que se lleva esa cuenta (2015). Subió 25%
en el mes de marzo. Eso puede proyectarse para el mes de abril y nos plantea
situaciones muy difíciles.
¿Por la pérdida del año
agrícola?
El ciclo de invierno, que es
el más importante, está a punto de perderse o de llegar a niveles mínimos.
Probablemente, muy pocos agricultores, de altos ingresos, pudieran tener
algunos inventarios y sembrar algo. Quizás el Estado siembre otro poquitico.
Pero eso va a ser una caída al menos de la mitad de lo que ya era el disminuido
comportamiento del sector agrícola.
¿Qué podría decir de las
cifras de la inseguridad alimentaria? De por sí alarmantes antes de la crisis
del coronavirus. Insuficiencia alimentaria del 80%. Más de 6 millones de
venezolanos pasando hambre. ¿A qué nos vamos a enfrentar cuando se levante la
cuarentena y salgamos a la calle?
Si aquí no se produce, en un
relativo corto plazo, un cambio del régimen político económico, que introduzca
modificaciones importantes y cuente con un grado de apoyo externo, la inercia y
continuidad de todos los factores que mencioné anteriormente, nos van a llevar
a una situación cercana al caos. A ese caos se pueden aunar los problemas
sanitarios: los del coronavirus y los otros que están presentes. La otra cosa
que es terrible en medio de esta situación es que no podemos pensar que la
recuperación será muy rápida, entre otras cosas, porque el apoyo internacional
va a ser limitado. Sabemos que para salir de esto se requiere de un gran apoyo
internacional, en términos de recursos.
Los primeros cálculos de la
pandemia en la economía mundial son más que reveladores. Una caída superior a
la gran recesión del año 29. Los países ricos van a atender sus propias crisis.
No va a haber capacidad para atender a los países del tercer mundo, incluida
Venezuela.
Sin duda alguna. El
financiamiento internacional va a estar extremadamente más limitado. Hay otro
efecto a tomar en cuenta. En medio de la crisis alimentaria, la gente deja de
consumir alimentos frescos y a concentrarse en aquéllos que les da energía y
algunas proteínas, son alrededor de siete productos. Actualmente, eso se está
potenciando. La escasez de gasolina afecta particularmente el traslado a los
mercados de frutas, hortalizas, leguminosas. Lo que termina pasando es que esos
productos suben muchísimo de precio, lo que los vuelve inaccesibles. Hay
escasez, además.
¿Qué panorama vislumbra para
junio de este año?
Yo creo que se impone
iniciar un plan de recuperación que no es posible en el marco actual. De lo
contrario, el deterioro va a continuar. El otro problema es que si bien tenemos
una diseminación moderada del coronavirus, gracias a Dios, estamos en unas
condiciones de salud muy precarias, las defensas de los venezolanos están en el
suelo, entre otras cosas, por una deficiencia nutricional. A nosotros nos puede
tocar una afectación por el coronavirus mucho más grande que a otros
países.
¿La militarización de la
producción y distribución de alimentos que se impuso en 2012 no constituye un
antecedente muy negativo para la inversión en el sector agrícola?
Sin duda. Con un factor que
añado. Esos deterioros son acumulativos. Al igual que la pobreza. Hoy por hoy
las condiciones para la recuperación van a ser más difíciles. Los niveles de
producción son tan bajos que la posibilidad de duplicarla, digamos, en 18 meses
es alta. En dos ciclos podríamos llegar al 32% de lo que producíamos en 2008.
Necesariamente, durante un año o dos, vamos a depender de importaciones que
tendremos que hacer de productos básicos.
19-04-20
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