EFE 21 de abril de 2020
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Juan
Hernández lleva veinte años repartiendo agua en Venezuela. Veinte años menos
cinco días. Los que lleva sin poder trabajar por culpa de la falta de gasolina
en el país caribeño, donde, a pesar de sus grandes reservas petroleras, empieza
a instalarse el pánico por su escasez, cada vez más aguda, en medio de la
pandemia.
Muchos
temen que el desabastecimiento impida la distribución de alimentos a
supermercados o a la movilización de vehículos imprescindibles para el mínimo
funcionamiento del país, mientras prolifera la venta ilegal de gasolina y las
estampas de esperas interminables en las estaciones de servicio no suelen tener
final feliz. En ocasiones, violento.
“Esta es la primera vez que hago esta cola, porque no
habíamos trabajado”, explica a Efe Wilmer Suárez, transportista de alimentos,
cuando llevaba más de tres horas esperando en una gasolinera de la ciudad de
Guatire, cercana a Caracas.
Pero Suárez tenía por delante cientos de vehículos y
temía, en el peor de los casos, no poder repostar. En el mejor, quizás tendría
oportunidad de echar a su depósito algunos litros y para eso quedaban horas de
cola y mucha paciencia.
“Tengo solo medio tanque”, lamenta el joven de 27 años
que solía distribuir media tonelada de alimentos diarios -incluso en medio de
la cuarentena impuesta para atajar el COVID-19- en un viejo camión repartidor,
antes de que la escasez de combustible trastocara sus rutinas.
A sus lamentos, se suman los de los agricultores por
la pérdida de cosechas al no poder transportarlas, o los de los productores con
problemas para movilizar otros alimentos de primera necesidad.
“DÍAS SIN TRABAJAR”
También se ha visto afectada la distribución de agua
potable, otro bien codiciado en Venezuela ante el colapso de la red pública de
acueductos.
“Llevo cinco días sin trabajar. Hago colas y colas y
no llego (a repostar)”, cuenta a Efe Juan Hernández, dedicado a repartir
bidones de agua desde hace 20 años.
Sus clientes, todos de las ciudades de Guarenas y
Guatire, cercanas a Caracas, le llaman cada día esperando que reponga los
bidones vacíos, pero le resulta casi imposible lograr gasolina para llevarlos.
Preocupado por el futuro de su negocio, Hernández teme
que algún repartidor “espabilado” se quede con la ruta que tardó dos décadas en
tejer, y teme, más todavía, por lo vacía que va quedando su despensa.
Por ahora, ha encontrado una solución que le
avergüenza: una hermana que vive en Ecuador le enviará una remesa, un dinero
que solo le alcanzará para comer mientras aguarda por la normalización del
suministro de gasolina y pueda así retomar sus despachos diarios.
BUSCAR GASOLINA, REGRESAR CON MENOS
Muchos de los que hacen las largas filas se irán con
menos combustible del que tenían cuando salieron de casa, como le sucedió ya
tres veces al transportista Mario Suárez.
“Estoy sin gasolina y con la esperanza (de repostar),
pero ya la he hecho tres veces (la fila) y no he podido”, relata a Efe el
hombre de 63 años desde una larga cola en el centro de Caracas. “Estoy
esperanzado, a ver si llegamos”, añade.
Suárez teme al nuevo coronavirus y usa una mascarilla,
obligatoria en el país para evitar los contagios, pero también teme por la
inseguridad que sufre Venezuela mientras aguarda su turno: el domingo un hombre
recibió un disparo de bala cuando se resistió a un robo en una gasolinera de
Caracas.
De acuerdo con el reporte de varios testigos, dos
jóvenes armados llegaron a una gasolinera y robaron a varias personas que
esperaban para repostar. Pese al robo masivo y a los disparos, nadie abandonó
su lugar en la fila.
EL “BACHAQUERO” DE LA GASOLINA
Pero otros, muchos de ellos con ingresos menores a los
10 dólares por mes -lo que les deja en el umbral de la miseria, según la ONU-,
llenarán sus tanques varias veces cada día y venderán la gasolina en el mercado
negro, pese al estricto control que impuso el régimen de Nicolás Maduro a la
distribución de los combustibles.
Son los llamados “bachaqueros”, hombres que vieron en
la escasez, que el régimen venezolano achaca a las sanciones de Estados Unidos,
el nuevo salvavidas de sus economías en una Venezuela que atraviesa la mayor
crisis de su historia moderna.
En otras épocas, los “bachaqueros” venezolanos
captaron y luego vendieron con sobrecostes alimentos, jabones o desodorantes,
entre otros productos de primera necesidad.
“Semanalmente puedo vender unos 50 litros (de
gasolina) al que la necesite”, dice a Efe Gabriel, nombre ficticio de un
vendedor informal que relata su historia bajo condición de anonimato.
“Pero (solo vendo) a gente de confianza, gente que me
conoce y puede conseguir la gasolina”, apunta en alusión al alto costo de
reventa.
LA GASOLINA MÁS BARATA DEL MUNDO
En Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo
en el planeta, la gasolina es tan barata que con apenas un dólar se pueden
llenar los tanques de más de 1,5 millones de autos compactos.
Los venezolanos suelen repetir como un mantra que
tienen la gasolina más barata del mundo, pero deja de serlo cuando un
“bachaquero” se la vende en un dólar por litro a unos usuarios acostumbrados a
que se la regalen.
Así, llenar el tanque de un compacto rondaría como
mínimo los 40 dólares, un monto inalcanzable para muchos en Venezuela, donde el
salario mínimo y las pensiones superan por poco los dos dólares mensuales.
ACTOR CONOCIDO, FENÓMENO POR CONOCER
Los “bachaqueros” contrabandearon gasolina por años
entre Venezuela y Colombia a través de los pasos fronterizos del occidental
estado de Zulia, una región en la que la crisis venezolana se expresa con mayor
crudeza.
Este negocio ilegal ocurría a la luz del día y a la
vista de todos, sin que los esfuerzos por atajarlo surtieran efecto, pero el
desplome de la producción petrolera y de las capacidades refinadoras de Venezuela
puso este trasiego de combustible en la mira del régimen, que redobló las
medidas para eliminarlo.
Según datos oficiales, en la década pasada Venezuela
perdió entre 10.000 y 15.000 millones de dólares por año por causa del
contrabando hacia Colombia.
Este fenómeno era, hasta hace poco, desconocido en la
capital venezolana, donde hay cientos de gasolineras y el suministro fue
siempre regular, con la excepción de un paro petrolero en el año 2002 que dejó
en mínimos el bombeo y la capacidad refinadora de la estatal PDVSA.
LA VENTA ILEGAL DA PARA LO JUSTO
Pero vender combustible de forma ilegal en Venezuela
tampoco supone grandes beneficios y tiene sus riesgos. Sin ir más lejos, este
lunes la Fiscalía de Maduro informó de la detención de un grupo de personas
acusadas de reventa de gasolina, entre ellos varios militares destacados en el
estado de Zulia.
La mayoría de veces, Gabriel vende la gasolina en
bidones de 5 o 10 litros. Los compradores deben acercarse hasta su vivienda, en
un barrio deprimido que serpentea las laderas de una colina del centro de
Caracas, y allí, tras cruzar estrechos callejones y subir escalones desiguales,
hacerse con el deseado combustible.
Los compradores deben luego cargar ellos mismos la
gasolina en el vehículo. No hay seguridad de que hayan cargado “la de 95”, la
de mayor octanaje en el país y la preferida por los venezolanos, que el
combustible no esté contaminado o que incluso no haya sido mezclado con otras
sustancias.
“Yo no llevo gasolina por ahí”, explica a Efe el
“bachaquero” sobre las precauciones que toma, porque el contrabando no sale
gratis, y señala que el dinero que gana apenas le permite costear gastos
diarios y alimentarse: debe compartir las ganancias con varios intermediarios
que le permiten mantener a flote su negocio ilegal. Por eso, tampoco lo
defiende.
“Sería bueno que se normalizara (el suministro de
combustible), porque (la situación) no está bien para ninguno -concluye
Gabriel-. Prácticamente el pueblo se está comiendo al pueblo”.
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