Francisco Fernández-Carvajal 23 de abril de
2020
@hablarcondios
— Hacer lo que esté en
nuestras manos, aunque sea muy poco. El Señor pone el incremento.
— Optimismo
sobrenatural: contar con el Señor y con su poder.
— De la conjunción de
los medios humanos y de los sobrenaturales dependen los frutos del apostolado.
Somos instrumentos del Señor para hacer obras que superan nuestra propia
capacidad.
I. Leemos en el
Evangelio de la Misa1 que
Jesús se retiró a un lugar solitario con sus discípulos, a la otra
parte del lago de Tiberíades. Pero como sabemos por otros relatos
evangélicos, cuando las muchedumbres se dieron cuenta, le siguieron. El Señor
acogió a estas gentes que le buscan: les hablaba del Reino de Dios, y
daba la salud a los que carecían de ella2.
Jesús se compadece del dolor y de la ignorancia.
Empezaba a declinar el día3.
El Señor se ha detenido largamente, desvelando los misterios del Reino de los
Cielos, dando paz y consuelo. Los Apóstoles, inquietos por la hora avanzada y
la lejanía del lugar, se ven en la necesidad de advertir al Maestro: Despide
a la muchedumbre, para que vayan a los pueblos y aldeas de alrededor, a buscar
albergue y a proveerse de alimentos; porque aquí estamos en un lugar desierto4.
El Señor les sorprende con su pregunta: ¿Con
qué compraremos panes para que coman estos? Les hace ver la falta de
medios económicos: Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no
bastan para que a cada uno le toque un pedazo5.
Pero los Apóstoles hacen lo que pueden: encuentran cinco panes y dos peces. No
poseen más medios. Y había unos cinco mil hombres. Demasiada gente
para lo que habían conseguido.
A veces, también nos hace ver Jesús a nosotros que los
problemas nos superan, que podemos poco o nada ante la situación que tenemos
por delante. Y nos pide que no nos fijemos demasiado en los recursos humanos,
porque nos llevarían al pesimismo, sino que nos apoyemos más en los medios
sobrenaturales. Nos pide ser sobrenaturalmente realistas; es decir, contar con
Jesús, con su poder.
Quiere el Señor que huyamos tanto de pensar en el
esfuerzo humano como única ayuda, como de la pasividad, que bajo pretexto de un
abandono total en las manos de Dios convierte la esperanza en una pereza
espiritual disimulada.
El Señor utiliza lo que hay: unos pocos panes y unos
pocos peces, lo único que habían podido recoger los Apóstoles. Él puso lo
demás. Pero no quiso prescindir de los medios humanos, aunque fueran pocos. Así
hace el Señor en nuestra vida: no quiere que, por ser insuficientes o escasos
los instrumentos con que contamos, nos quedemos sin hacer nada. Nos pide Jesús
fe, obediencia, audacia y hacer siempre lo que esté en nuestras manos; no dejar
de poner ningún medio humano a nuestro alcance y, a la vez, contar con Él,
conscientes de que nuestras posibilidades son siempre muy pequeñas. «También el
agricultor, cuando camina surcando el campo con el arado o esparciendo la
semilla, padece frío, soporta las molestias de la lluvia, mira el cielo y lo ve
triste, y, sin embargo, continúa sembrando. Lo que teme es detenerse
considerando las tristezas de la vida presente y que después pase el tiempo y
no encuentre nada que segar. No lo dejéis para más tarde, sembrad ahora»6,
aunque parezca que el campo no va a dar fruto. No esperemos a tener todos los
medios humanos, no esperemos a que desaparezcan todas las dificultades. En lo
sobrenatural, siempre hay fruto: el Señor se encarga de ello, el Señor bendice
nuestros esfuerzos y los multiplica.
II. Cuando Jesús
envía a sus discípulos en su primera misión apostólica, les dice: No
llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforja para el camino,
ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su
sustento7. Les urge para que salgan sin demora al cumplimiento de su
labor. Y para que, desde el principio, aprendan a apoyarse en los medios
sobrenaturales, les quita toda ayuda humana.
Salen así los Apóstoles -sin nada- para que se vea que
no son suyas las curaciones, las conversiones, los milagros que realizan; que
sus cualidades humanas no bastan para que las gentes se dispongan a recibir el
Reino de Dios. No deben preocuparse por carecer de bienes materiales y de
cualidades humanas extraordinarias; lo que falte, Dios lo proveerá en la medida
necesaria.
Esta audacia santa se repite una y otra vez en todo
apostolado. ¡Cuántas cosas grandes se han acometido sin disponer de los medios
humanos más imprescindibles! Así han obrado los santos. Ellos han conocido bien
que «Cristo, enviado por el Padre, es la fuente y origen de todo apostolado en
la Iglesia»8. Cuando el cristiano está persuadido de lo que Dios quiere, se
ha de detener solo en lo imprescindible para hacer un recuento de los medios de
que dispone. «En las empresas de apostolado está bien -es un deber- que
consideres tus medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de
contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2...»9.
La misma enseñanza podemos sacar de la Primera lectura
de la Misa de hoy, que recoge las palabras de Gamaliel, el maestro de San
Pablo, al Sanedrín, aconsejándoles lo que han de hacer con los Apóstoles.
Después de recordar algunos ejemplos de iniciativas puramente humanas -las
insurrecciones de Teudas y Judas el Galileo-, fracasadas con la muerte de sus
promotores, añade: En el caso presente, mi consejo es este: No os
metáis con esos hombres; soltadlos. Si este designio o esta obra es cosa de
hombres, se dispersarán; pero si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y
os expondríais a luchar contra Dios10.
Nuestra seguridad y optimismo al trabajar por Dios se fundamentan en que Él no
nos abandona. Si Deus pro nobis, quis contra nos? —Si Dios
está con nosotros, ¿quién contra nosotros?11.
Contar siempre con Dios en primer lugar, es buena
señal de humildad. Los Apóstoles lo aprendieron bien y lo pusieron en práctica
en su tarea evangelizadora, después de la Resurrección. ¿Quién es
Apolo? ¿Quién Pablo? Ministros de Aquel en quien habéis creído. Yo planté,
Apolo regó, pero es Dios quien ha dado el incremento12,
dirá San Pablo.
No obstante, el Señor también nos pedirá que pongamos
todos los medios humanos a nuestro alcance, como si de ello dependiera todo el
éxito de la empresa.
III. En
la primera misión apostólica, el Señor les indicó expresamente: no
llevéis bolsa, ni alforja... Comprendieron en aquella primera salida
apostólica que Jesús es quien daba la eficacia: las curaciones, las
conversiones, los milagros no se debían a sus cualidades humanas, sino a la
fuerza divina de su Maestro.
Antes del último viaje a Jerusalén, Jesús complementa
la enseñanza de la primera misión apostólica. Y les pregunta: Cuando os
envié sin bolsa ni alforja, ni calzado, ¿acaso os faltó algo? Nada, le
respondieron. Entonces les dijo: Ahora, en cambio, el que tenga bolsa, que la
lleve; y del mismo modo alforja; y el que no tenga, que venda su túnica y
compre una espada13.
Siendo los medios sobrenaturales lo primero en todo apostolado, quiere el Señor
que utilicemos todas las posibilidades humanas a nuestro alcance. La gracia no
suplanta la naturaleza, y no podemos pedir ayudas extraordinarias del Señor
cuando, por los conductos ordinarios, ha puesto Dios en nuestras manos los
instrumentos que necesitamos. Una persona «que no se esforzara por hacer lo que
está de su parte, esperándolo todo del auxilio divino, tentaría a Dios»14,
y la gracia de Dios dejaría de actuar.
De ahí la importancia de cultivar las virtudes
humanas, soporte de las sobrenaturales y medio necesario en el afán de acercar
a los demás a Dios. ¿Cómo vamos a presentar de modo atrayente la vida cristiana
si no somos alegres, trabajadores, sinceros, buenos amigos...? «Hay algunos
que, cuando hablan de Dios, o del apostolado, parece como si sintieran la
necesidad de defenderse. Quizá porque no han descubierto el valor de las
virtudes humanas y, en cambio, les sobra deformación espiritual y cobardía»15.
Al hacer apostolado hemos de utilizar también los
medios materiales, que son buenos porque los hizo Dios para servicio del
hombre: Todas las cosas son vuestras –nos dice San
Pablo–: el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro16.
Y, a la vez, tendremos presente que perseguimos un efecto que supera, con
distancia infinita, la capacidad de estos medios: llevar los hombres a Cristo,
que se conviertan y comiencen una vida nueva.
Por esto, no esperaremos a tener todos los medios
(quizá no lleguemos a tenerlos nunca), ni dejaremos de hacer ciertos trabajos,
o de empezar otros nuevos. «Se comienza como se puede»17.
Y el Señor nos bendecirá, especialmente al ver nuestra fe, la confianza en Él,
y el interés y esfuerzo para tener disponible todo lo necesario. Dios, si
quisiera, podría prescindir de estos medios, pero cuenta, sin embargo, con
nuestra voluntad de ponerlos a su servicio.
«¿Has visto? —¡Con Él, has podido! ¿De qué te
asombras?
»—Convéncete: no tienes de qué maravillarte. Confiando
en Dios –¡confiando de veras!–, las cosas resultan fáciles. Y, además, se
sobrepasa siempre el límite de lo imaginado»18.
1 Jn 6,
1-15. —
2 Lc 9,
11. —
3 Lc 9,
12. —
4 Ibídem.
—
5 Jn 6,
5-7. —
6 San
Agustín, Comentario sobre el Salmo 125, 5; PL 36, 164.
—
7 Mt 10,
9-10. —
8 Conc.
Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 4. —
9 San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 471. —
10 Hech 5,
38-39. —
11 Rom 8,
31. —
12 1
Cor 3, 5-6. —
13 Lc 22,
35-36. —
14 Santo
Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 53, a. 4 ad 1. —
15 San
Josemaría Escrivá, Surco, n. 37. —
16 1
Cor 3, 22. —
17 Cfr. San
Josemaría Escrivá, Camino, n. 488. —
18 ídem, Surco,
n. 123.
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