Juan Guerrero 15 de mayo de 2020
@camilodeasis
Cuando
huían de isla en isla por la persecución de las fuerzas navales españolas,
Brión, Bolívar y su amante Pepita Machado, fueron a refugiarse a un casi
desolado islote en el Caribe, allí tuvieron que asaltar una pequeña hacienda,
hacer prisionero a su dueño y robarle sus gallinas. Es también esta, parte de
la vida de nuestros héroes. Luis Brión, por ejemplo, también fue un corsario de
siete mares, aventurero, comerciante y prócer. Ocurre también con Ezequiel
Zamora, dudoso comerciante y hasta forajido cuatrero. Ni hablar del coronel
Jacinto Lara, quien con su propio sable degolló en las orillas del Caroní a 29
indefensos sacerdotes, antes les mando desnudar, los arrodilló, degolló uno a
uno, los mandó incinerar y los lanzó al río.
En
su obra, La provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela, Tomás
Surroca y de Montó narra el enfrentamiento, entre manotazos y empujones, que
protagonizaron Bolívar y Piar por el alijo de joyas y demás objetos de oro y
plata que habían “expropiado” a las familias pudientes de Angostura. -Ambos
querían quedarse con el botín, dice Surroca.
Esto
de la pulcritud, de la moralidad químicamente pura en los prohombres es una
fantasía que construye la imaginería de beatos trasnochados. No resta en nada,
sin embargo, el aporte que dieron en su momento a la causa de la libertad
nacional.
El
glorioso ejército libertador venezolano estuvo formado por brillantes oficiales
de principios y valores con alta moral, pero también hubo sus dudosos
integrantes. Las montoneras de Boves arrasaron y diezmaron medio país. Una vez
muerto el taita, los bandoleros del jefe quedaron desamparados hasta que surgió
otro taita que los fue recuperando y formando como miembros de un ejército
regular. Antes, por pueblo que pasaban pueblo que arrasaban, violando mujeres,
empalando hombres y descuartizando niños.
Los
procesos de liberación de las sociedades en muchos momentos han estado
protagonizados por hombres que inicialmente no fueron tan santos ni éticos,
mucho menos moralistas. La historia del bandolerismo está plagada de nombres
que, como el emblemático Robin Hood de los bosques, se convierten en salvadores
sociales y la historia popular les ampara porque ellos les protegen.
Si
se revisa este tema se verá que los bandoleros, llamados también bandidos,
brigantes, forajidos, salteadores, gauchos, cangaceiros, guerrilleros,
chusmeros y en la Venezuela del siglo XXI, pran (Preso Reincidente Asesino
Nato) es heredero de esa tradición milenaria de quien actúa al margen de las
leyes legítimamente constituidas por el Estado y se aparta para establecer su
propio sistema de relaciones, quitándole a unos (generalmente bienes
materiales) para provecho propio y colectivo.
Posiblemente el primer bandolero de la historia de
Venezuela fue el zambo Juan Andrés López del Rosario, conocido en la historia
por el remoquete de cimarrón Andresote, quien en el siglo XVIII (1730)
contrabandeaba con los holandeses burlando las leyes del imperio español,
conjuntamente con otros comerciantes blancos criollos.
El bandolerismo, como lo han explicado los
especialistas, se encuentra en el “límite entre la delincuencia y la rebelión
social” porque al desafiar la autoridad del Estado necesariamente se apartan de
lo socialmente aceptado y se refugian en zonas (originalmente en las montañas,
desiertos y lugares apartados) donde encuentran apoyo de las poblaciones menos
favorecidas socialmente, generalmente empobrecidas y desvalidas.
Al dar una somera explicación sobre el origen y
presencia histórica del bandolerismo no estoy, en modo alguno, avalando ni
defendiendo estas prácticas, en todo caso, indicando que no es un fenómeno
único en Venezuela. Desde los griegos, el medioriente, Roma, la Hispania
antigua y el resto de Europa y hasta los ninjas del Japón, hay toda una
tradición de esta realidad que no puede obviarse, ni mucho menos entender como
resultado de la descomposición social de una nación. Es algo mucho más
complejo.
Es tan ancestral este fenómeno del bandolerismo que ha
sido reflejado en la cultura de casi todas las sociedades. Poesía, música,
canciones, (la picaresca hispánica se nutre de estas
historias), representaciones teatrales y hasta advocaciones para identificar
a sus líderes, más allá de su heroísmo, en su santificación. Esto se observa en
la veneración que a muchos de ellos se les tiene, en Argentina, Colombia,
México y en nuestro mismo país (ver mi artículo En capilla
ardiente, https://www.reportero24.com/2012/12/06/juan-guerrero-en-capilla-ardiente/ ).
Es tan complejo este fenómeno del bandolerismo
que, por la utilización de códigos en el uso idiomático y demás
expresiones, han terminado convirtiéndose en neologismos y con ello,
enriqueciendo las lenguas nacionales. Por sólo mencionar un caso, todo el
vocabulario construido por la experiencia del narcotráfico. Toda la experiencia
que en materia militar han aportado las prácticas guerrilleras y la vida del
guerrillero. En fin, que si bien este tema es sumamente delicado para su
comprensión es necesario tener amplitud de mente para entender que en los
procesos sociales de extrema sobrevivencia, la presencia del bandolerismo
generalmente, por la experiencia, sagacidad y capacidad de resistencia para
sobrevivir de sus integrantes, han terminado por imponerse frente a la
extrema barbarie de grupos y sistemas terroríficos. Caso los grupos de
la cosa nostra, la camorra, mafia italiana,
norteamericana, francesa que colaboraron con los aliados para la
liberación de gran parte de Europa en la II Guerra Mundial.
La historia reciente de Wilexis Alexander
Acevedo Monasterios, conocido como el Wilexis, nombrado por el
régimen socialista “juez de paz” para los barrios de Petare ya había sido
alertada, en sus artículos, por el investigador social y
pedagogo, Alejandro Moreno Olmedo, sacerdote quien vivió poco más de 30
años en los barrios de Petare. Sus estudios sobre la violencia y el desmembramiento
familiar (familia matricéntrica) son un alerta para el
Estado y su liderazgo político que nunca le tomaron en
cuenta. Ahora vivimos las consecuencias de este fenómeno que fue estudiado
y advertido por Olmedo en sus numerosos trabajos y artículos.
La evidencia histórica nos indica que estos
personajes (como el Wilexis) y sus grupos y bandas, surgen
en épocas extremas de padecimientos sociales, políticos, económicos, por
guerras, catástrofes naturales, revoluciones o pandemias.
No sabemos si mañana, por aquello de la
“consciencia en sí, para sí y para con el otro”, encontremos en esos
venezolanos “de orilla” a nuestros primeros aliados.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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