Por Fernando Mires
Ir a votar.
Cuando los miembros de
la oposición de Bielorrusia articulada en torno al carisma de Tijanóvskaya
decidió ir a las elecciones “como sea”, a cumplir su deber ciudadano de un modo
predominantemente simbólico, no imaginaron la dinámica que desatarían, ni
pensaron en algún modelo de transición hacia la democracia. Sabían que no
tenían ninguna chance y que el cruel dictador iba a cometer fraude era un hecho
cantado. Y así y todo, fueron.
Fueron sin ningún
programa, sin ningún plan, sin ningún apoyo internacional. Fueron simplemente a
dar testimonio de su lucha. Fueron porque alguien tenía que ir. Fueron porque
no podían hacer otra cosa.
No era más que una
minoría cuantitativa pero, y esto es importante, era una mayoría
cualitativa. El mundo académico, los estudiantes, las élites literarias,
los movimientos sociales, entre ellos el feminista y el ecologista, dieron su
apoyo a Tijanóvskaya, al comienzo con timidez, después con mayor decisión
y hoy, en abierta y radical militancia democrática.
Qué alguna vez iban a
plegarse a esa lucha masas multitudinarias e incluso el movimiento obrero, no
pasó por sus cabezas. Tampoco que las autoridades eclesiásticas, al contemplar
la dimensión de la protesta, iban a retractarse y retirar sus ominosas felicitaciones
al tirano.
Se prueba así que
cuando las causas son justas y correctamente expresadas, pueden calar rápido y
profundo en el alma popular de cada país.
Ocupar las calles
Antes de que el
tribunal electoral diera a conocer los números falseados, el movimiento
democrático había tomado las calles. La tesis de que los demócratas fueron a
las elecciones para que tuviera lugar un movimiento anti-fraude, no es
totalmente correcta. Lo que sí intentaron fue articular dos dimensiones: la
lucha por elecciones libres y la lucha por la democracia. Pero no desde fuera
sino desde los interiores mismos del proceso electoral. Cada una de esas
dimensiones es inseparable de la otra.
Se prueba así que los
procesos electorales no son solo un medio para derrotar a un enemigo, sino
también pueden llegar a ser un medio para lograr una mejor conexión entre
líderes políticos y actores sociales. Hoy, el movimiento democrático es, en dos
sentidos, un movimiento de redes. Comunican experiencias y decisiones a través
de las redes digitales y a la vez tejen redes políticas y sociales a lo largo y
ancho del país.
Hasta hace poco el
escenario era solo Minsk. Hoy son todas las ciudades y regiones del país. Como
destaca observadores: los ciudadanos de Bielorrusia han perdido el miedo.
Repetir las elecciones
La consigna fue dada
por Tijanóvskaya desde el exilio después de haber debatido con sus más cercanos
colaboradores. Sabemos que algunos de ellos, los más radicales, dado a conocer
el megafraude, estaban por pedir la renuncia de Lukashenko. Este ha sido por lo
demás un grito incesante en las demostraciones. Pero los dirigentes del
movimiento decidieron a favor de repetir las elecciones. Cuatro fueron las
razones.
La primera, llamar a la
caída del autócrata significa emprender una ruta insurreccional para la cual el
movimiento no estaba preparado.
La segunda, llamar a
poner fin a la autocracia, habría sido una oportunidad para que Lukashenko
intentara resolver el problema con métodos anti-insurreccionales, vale decir,
militares.
Tercero, la vanguardia
del movimiento habría quedado en las manos de muchachos duros y fuertes,
dejando en la retaguardia a la enorme representación de personas de edad
avanzada y femenina, en la que incluso participan muchas amas de casa.
Cuarto, habría
dificultado la incorporación del movimiento obrero, dispuesto a apoyar salidas
realistas pero no a embarcarse en aventuras con finales inciertos.
Por lo demás, y eso lo
sabe Lucazenzko, repetir las elecciones supone reconocer que hubo un megafraude
y, como un presidente fraudulento no puede gobernar ningún país, unas segundas
elecciones, o las perdería abiertamente o debería retirarse del proceso
electoral y levantar la candidatura de alguien de sus filas, como hizo una vez
Putin con su títere Medevev. Posibilidad no descartable.
Con razón Lucazenzko,
con palabras dramáticas, exclamó en una concentración que convocó solo a un par
de miles de partidarios: “Mientras no me maten no habrá nuevas elecciones”. Efectivamente:
Nuevas elecciones significarían la muerte política de Lucazenzko
Concitar apoyo
internacional.
Cuando los partidarios
de Tijanóvskaya fueron a las elecciones, no contaban con ningún apoyo
internacional. Muy poco de esa UE burocrática y dividida cuyas competencias son
predominantemente financieras y mucho menos de la USA de Trump, tan cerca de
Putin y tan lejos de la política mundial.
Tardaría un tiempo para
que algunos gobiernos notaran que implicarse en el caso Bielorrusia les
permitiría cerrar el camino al avance de Putin en sus inmediaciones (sobre todo
Ucrania). No otras fueron las razones para que el Presidente del Consejo
Europeo, Charles Michel, convocara a una reunión extraordinaria de la cumbre.
Si Putin, más allá de
sus amenazas verbales, estará dispuesto a arriesgar un conflicto de
proporciones catastróficas en defensa de su aliado Lukashenko, no lo sabemos
todavía. Solo sabemos que el apoyo de la comunidad europea a los
manifestantes de Bielorrusia crece día a día.
A su vez, estos últimos
saben que la condición para que el apoyo internacional se mantenga, es
continuar la ola de protestas. ¿Podrán mantener el ritmo? Difícil.
La experiencia
histórica indica que el crecimiento de los grandes movimientos históricos es
cíclico y no vertical.
Y una conclusión:
Interesante es observar
que el movimiento democrático de Bielorrusia no sigue un camino
pre-determinado. Hasta el momento, cada fase ha ido preparando a la que sigue.
Eso quiere decir que no está encerrado en un esquema rígido ni son guiados por
una concepción mecánica de la política. Están dispuestos a avanzar, pero
también a retroceder si las circunstancias lo requieren. El de Bielorrusia es,
sin duda, un movimiento dotado de una alta cuota de flexibilidad, una que hace
recordar a Solidarnosc de Lev Valesa, pero en condiciones determinadas por la
política internacional del siglo XXl.
Hasta hoy reconocemos
esas cuatro fases en el desarrollo del movimiento.
Las fases que sigan a las
indicadas, serán probablemente las más difíciles.
¿Se atreverá Lukashenko
a cursar la vía china y ametrallar a su pueblo? ¿Intervendrá Rusia en
Bielorrusia? ¿Contará Lukashenko con el apoyo de sus militares hasta
su último suspiro? Nadie puede contestar con seguridad a estas preguntas.
Seguiremos estudiando y escribiendo sobre el tema.
18-08-20
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