Por Piero Trepiccione
Ha sido convocado un
proceso comicial para votar una nueva Asamblea Nacional en diciembre
próximo. Este tema no ha estado exento de polémicas. A la sazón, tenemos
tres posiciones pero parecen reducidas a dos.
Por un lado, las
fuerzas políticas que respaldan a Nicolás Maduro Moros en la presidencia de la
república, y que han estado al frente del poder público nacional por veintiún
años consecutivos. Fuerzas que han estado alineadas totalmente con la
convocatoria, independientemente de las condiciones electorales bajo las cuales
se convocan.
Añadidas a estas están
las fuerzas políticas asociadas en la denominada “mesa de diálogo” o “mesita”,
según se le conoce en términos despectivos. Estas fuerzas respaldan
plenamente la participación política en este evento y se denominan
“fuerzas políticas de oposición”, y sobre ellas recae un claro cuestionamiento
del resto de los partidos de este sector del país.
Y ya, por otro lado,
están los partidos mayoritarios de la oposición agrupados en el llamado G-4,
junto a un cúmulo de partidos no validados por el CNE por razones meramente
políticas más no jurídicas. Estos partidos rechazan la convocatoria por la
forma mediante la cual, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) designó a los
rectores del ente comicial: con un enorme sesgo de parcialidad política.
Aunque estos partidos no han llamado a la no participación, se infiere por el
sentido de sus vocerías que esa será su posición definitiva.
En este marco,
evidentemente, la elección servirá para acentuar el conflicto político interno
en lugar de aliviarlo. Y a este escenario se le debe sumar el peligroso
ingrediente que es la pandemia. Todo esto, conjuntado
para profundizar más la crisis económica que afecta a millones de
venezolanos y venezolanas que no ven nada claro la posibilidad de un cambio
profundo de la situación actual.
Ante este panorama
surge la interrogante: ¿qué hacer o cómo hacer frente a esta elección?
En ese sentido, es
importante y fundamental volver sobre un mismo “centro de gravedad”. Para nadie
es un secreto que alrededor del 85% de la población venezolana está
abiertamente alineada con un descontento generalizado hacia la forma mediante
la cual se ha conducido el gobierno nacional hasta ahora. La fragmentación del
descontento ha traído consigo la debilidad para impulsar un cambio político en
el país y ha trastocado la relación entre los partidos y la sociedad en general
diluyendo la esperanza y las expectativas que convertirían al descontento en un
vector de cambio.
Retomar un centro de
gravedad único implica conformar un mecanismo articulador que abra el compás de
la participación política y al mismo tiempo permita responder, en tiempo real y
con mayor velocidad, a las demandas sociales y circunstanciales en el juego de
la estrategia política.
Hoy por hoy no existe
ese centro de gravedad por las grandes divisiones en el mundo opositor
venezolano, y las consecuencias las estamos viendo en vivo y directo
con la parálisis en las respuestas articuladas que se requieren para responder
a esta convocatoria comicial irregular.
Lamentablemente, si no
se decide fomentar y además someterse a ese único centro de gravedad, será
difícil articular una estrategia común que permita concentrar las fuerza del
descontento para transformar la realidad actual en el corto plazo. En resumen,
¿qué hacer?
El camino es la
reunificación sincera y la configuración de un mecanismo de articulación
social y política que permita responder rápidamente y generar la confianza
necesaria para reimpulsar la participación política en términos masivos.
02-08-20
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