Por Hugo Prieto
Esta vez, Mariela
Ramírez, arquitecta por la UCV, activista social e integrante del Movimiento
Ciudadano Dale Letra, le da contenido a la coyuntura que estamos viviendo. No
hay un ápice de victimización en sus palabras. A los partidos políticos, que
pretenden dirigir el destino de los venezolanos, los interroga, los cuestiona,
porque a estas alturas no le han presentado al país una estrategia clara consensuada,
que además sea de utilidad, para superar la crisis que estamos viviendo. Se
acabaron los cheques en blanco y se agotó el tiempo de las imposiciones.
El petro Estado ha
creado una estructura relacional de subordinación y control sobre la sociedad
civil. Hay una falla de origen que supedita cualquier forma de autonomía e
independencia. Esa fuerza inercial sigue siendo distintiva en la política
venezolana. ¿La podemos cambiar?
Nuestra historia habla
de que las formas de organización social fueron creadas y dirigidas por los
partidos políticos y no se concebía otros parámetros que no fueran la
subordinación a los partidos políticos. Nuestra concepción es muy diferente. El
tejido social debe ser construido de una forma autónoma, sumando —por supuesto—
la mayor diversidad de actores y de regiones. Ese proceso de articulación es el
que hemos planteado en el Diálogo Social. Entonces, no es una plataforma al
servicio de los partidos, sino una dinámica de relación entre las diversas
formas en que se organiza la sociedad. Y lo creemos así, justamente, porque las
experiencias del pasado nos han dejado un aprendizaje: cuando los partidos
políticos tienen diferencias y rompen acuerdos y plataformas, se llevan por
delante a las organizaciones sociales. Diálogo Social no aspira a ser una
plataforma de una sola visión y una sola imagen, sino —por el contrario— la
suma de la diversidad de factores sociales que hay en el país. Planteamos un
proceso abierto e inclusivo para sumar la mayor cantidad de voces, que aseguren
la construcción, desde las bases, de lo que creemos debe ser un nuevo pacto
social.
Abrir un espacio en el
que convivan distintas voces, en medio de la polarización extrema y de la
visión binaria que hay de la política, no es poca cosa, precisamente porque
hemos transitado por esa vía durante 20 años. ¿Qué obstáculos advierte en ese
proceso? ¿Qué cosas hay que hacer para abrirle cauces a la idea que planteas?
Nuestra mirada apunta
hacia el mediano y el largo plazo. El esfuerzo ha sido para que los ciudadanos
recuperen la palabra como sujetos de reflexión crítica, de problematización en
el campo social, con una fuerza que aborde ideas y proyectos que hagan posible
la transformación del país. Para eso es necesario que todos entendamos el valor
que tenemos como agentes del cambio, cada ciudadano, cada sector, cada
comunidad. Al día de hoy —desde Diálogo Social— hemos conformado 10 sectores,
entre otros, el liderazgo espiritual de la sociedad, que puede aportar todo ese
tema de valores, de principios, de liderazgo ético; propusimos, además, la
integración del Foro Interreligioso Social de Venezuela, que reúne a las
distintas Iglesias y a la comunidad judía, precisamente, para mostrar que se
puede trabajar desde la pluralidad y la diversidad. Lo otro es el sector social
donde participan distintas organizaciones civiles, además de organizaciones
sectoriales —salud, educación, comunicaciones— gremios empresariales y
sindicatos.
Quisiera insistir, tal
vez reformulando la pregunta. ¿Cómo se desmonta el discurso de la polarización?
El esquema binario, que nos coloca, necesariamente, en un bando o en otro. ¿No
fue ahí donde el señor Hugo Chávez obtuvo su mejor éxito?
No creo que esa cultura
binaria sea exclusiva del chavismo. Para bailar un tango se necesitan dos. Tampoco
creo que ése sea el sentir de la mayoría del pueblo de Venezuela. Quizás te
refieras a las voces más estridentes del país. Pero ésa no es, necesariamente,
la dinámica que uno consigue en el seno de la sociedad y en los espacios de
discusión que nosotros proponemos. ¿Cómo se rompe? Si tomamos como cierto lo
que planteas, creo que ese centro, esa mayoría, que no es tan estridente, va
fortaleciendo su voz a través de las experiencias autónomas de la organización
social. Ahí están los mecanismos con los que intentamos fortalecerlas,
precisamente, porque no están dentro de ese esquema binario. Pero la
fragmentación que estamos viviendo y las voces estridentes, las
invisibilizan.
Ciertamente, hay un
sector de la población que —en el plano discursivo—, está harto de la
polarización o se mantiene al margen de ella. Pero hay otra arista, porque en
Venezuela se han instrumentalizado una serie de políticas para imponer el
control social y, si hay control social, no hay diversidad, no hay autonomía.
Me parece demasiado
categórico decir que «si hay control social no hay diversidad, no hay
autonomía». Diría que es un obstáculo para las formas de organización social y
para el trabajo que nosotros realizamos. Por supuesto, tiene implicaciones de
todo tipo. Actualmente, sabemos que las organizaciones sociales no pueden ser
registradas, no pueden actualizar sus nóminas y que hay redes de hostigamiento,
de persecución en las comunidades. Pero no lo veo como tú. La diversidad
existe. Nosotros existimos en este país y tenemos una posición autónoma en
relación a los diversos actores que están en conflicto, más allá del control
social. ¿Es un obstáculo? Por supuesto. Es una barrera que desacelera el
proceso y, por tanto, hay que hacer un trabajo más profundo para vencer, por ejemplo,
la manipulación que pueda haber en muchos sectores con relación al acceso a los
alimentos. Pero la diversidad está latente en la sociedad. Existe. Justamente
es la organización la que va fortaleciendo ese tejido, creando lazos de
confianza y mecanismos para sentirse seguros, fortaleciendo una voz lo
suficientemente robusta que, necesariamente, tendrá que ser
escuchada.
Este Gobierno no sólo
aplica el control social, sino que infunde el miedo como política. Reprime,
encarcela, despliega allanamientos masivos en los barrios, practica detenciones
arbitrarias. Obviamente, para crear una atmósfera de miedo. ¿Qué percepción
tienes del miedo y cómo se puede superar?
Dentro de los patrones
de represión que se proponen implantar los sistemas políticos de pensamiento
único, en cualquier país, está el miedo como instrumento. Sin lugar a dudas, la
sociedad venezolana está sujeta a esta situación. Hay muchísimo miedo de
participar, de organizarse, ya sea por la pérdida de beneficios, por la
persecución o por todos los elementos que has señalado. ¿Cómo se vence el
miedo? En la medida en que los ciudadanos se agrupan y se organizan, creando
lazos de confianza. Yo creo que la palabra clave en la sociedad venezolana es
confianza. Hay un estado generalizado de sospecha, donde nadie confía en el
otro, ni en lo que dice o manifiesta, porque se presume que puede haber una
segunda intención. Y eso sólo se puede vencer en la acción colectiva del día a
día. No es algo que se decreta, sino que se construye en el quehacer colectivo,
en ese diálogo social que nosotros proponemos, donde la gente puede expresar
sus ideas, sus inquietudes, sus aspiraciones y sus deseos. A medida que se va
fortaleciendo el tejido social, se va creando esa atmósfera de confianza que va
desplazando el miedo que domina, o está muy presente, en el imaginario del
venezolano, por todo lo que estamos viviendo.
Me dio la impresión de
que tienes la necesidad, la urgencia, de defender la autonomía de las
organizaciones sociales frente a los partidos políticos. Ciertamente, esa
relación ha estado muy viciada a lo largo de nuestra historia. ¿Qué actitud
esperan de los partidos políticos alrededor de ese tema? ¿Advierten un cambio
de actitud?
En el hacer diario,
seguimos sintiendo que los partidos políticos no logran romper esa lógica. Para
que esto sea un movimiento inclusivo, la sociedad civil no puede estar al
servicio de ninguna parcialidad política del país. Hemos sido invitados a
participar en diversas alianzas, en diversos frentes, y les hemos dicho (a los
partidos) que no vamos por esa vía. No creemos que militar dentro de una
parcialidad política pueda ayudar a construir un movimiento social amplio,
porque hay diversas visiones en los ciudadanos que participan en este esfuerzo.
Hemos hecho muchísimos llamados a los partidos políticos representados en la
Mesa de Diálogo Nacional —precisamente por la lógica que prevalece en ellos— a
que abran espacios de consulta con los diversos sectores de la sociedad para la
construcción de esos acuerdos. Esos espacios no han sido abiertos. Otros
partidos, que tienen otra posición —no van a participar en las elecciones—
tampoco han abierto esos espacios deliberativos. Siguen en la lógica de que se
toman unas decisiones que luego se validan con la sociedad. Se espera, además,
una respuesta positiva a esas decisiones ya tomadas.
La política de los
hechos consumados. Se toman unas decisiones, que modifican el cuadro político,
y tú, sencillamente, ves qué haces con ellas. Pasó con el paro petrolero, pasó
con el episodio del 30 de abril y más recientemente con el tristemente célebre
desembarco en Macuto. No consultaron a nadie. ¿Cómo vamos a enfrentar el modelo
que se implantó en Venezuela si la lógica sigue siendo la de la imposición?
Para nosotros hay una
diferencia semántica, muy importante, entre unidad y unión. La unidad, quizás,
nos lleva a pensar que todos somos uno y ahí funciona la lógica de los hechos
consumados. Se concibe entonces que la unidad consiste en acatar esa línea.
Nosotros, por el contrario, reivindicamos la palabra unión, que habla
—precisamente— de unión en la diversidad. Siempre pongo, cuando hablo en el
Diálogo Social, el ejemplo de la matemática de conjuntos. La unión del conjunto
A y del conjunto B no es una nueva unidad, digamos, el conjunto C, sino el conjunto
A unión B, donde cada uno de los elementos que conforman ese otro conjunto
siguen identificados en su autonomía. Si tu inquietud es saber ¿cómo se
construye otra lógica? Pues construyéndola, con una voz robusta para dejar
claro que nosotros somos partícipes de la construcción del destino que
queremos. Que queremos ser parte de ese acuerdo que hay que construir en el
país para seguir adelante. La lógica de autonomía, que se defiende, también irá
creando nuevas lógicas relacionales con los partidos políticos. Nosotros no
estamos acatando líneas, estamos pidiendo espacios deliberativos. No estamos en
la lógica de la confrontación sino en la búsqueda de construir algo y ése es el
norte que nos guía.
Han pasado 20 años y el
chavismo ha sido muy coherente con el tema del pensamiento único, el control
social y el miedo, al tiempo que los partidos de oposición no han cambiado su
forma de relacionarse con la sociedad. Habría que increparlos alrededor de este
punto. ¿Qué piensas?
Eso es lo que hemos
estado haciendo todo este tiempo, aunque quiero insistir en algo que dije al
principio: para bailar tango hacen falta dos. Por supuesto que el chavismo ha
demostrado una gran coherencia en los temas que mencionas, pero hay que decir
que esto también ha permeado en el imaginario político de los partidos de
oposición. Voy a un ejemplo. El chavismo diseñó un mecanismo para impedir la
elección dentro de los partidos políticos y los líderes utilizaron esto como
excusa para entronizarse en la dirección de los partidos, cuando pudieron haber
innovado y haber creado mecanismos de elección que permitieran el ejercicio de
la democracia al interior de los partidos. Entonces, lamentablemente, ese
imaginario ha calado en nuestra clase dirigente. Aquí, de nuevo, el papel de
los ciudadanos es romper esa lógica. Esa interpelación la hemos hecho
permanentemente en los encuentros a los que hemos convocado, pero muchos de
ellos no asisten. Pero nosotros insistimos, porque en la deliberación, en la
pluralidad, es donde podemos construir el país que queremos. No es una
confrontación, es una interpelación, insisto, en el quehacer diario. Si ese
llamado cae en oídos sordos, tanto en la dirigencia del chavismo como en la
dirigencia opositora, no albergamos duda de que Venezuela parirá nuevos líderes,
que conciban la relación con la sociedad civil bajo una lógica totalmente
distinta.
¿No cree que esa
pudiera ser una razón por la cual se ha instalado y fortalecido el modelo
dictatorial en Venezuela?
Absolutamente, la
lógica del pensamiento único ha permeado y cualquier crítica se asume como una
confrontación, un enfrentamiento, un «no estás de mi lado». Eso es lo que ha
mineralizado la dinámica social. Eso hay que ablandarlo, ponerlo en remojo,
hasta que tenga una maleabilidad y eso, creemos, se hace día a día:
interpelando a los políticos y defendiendo con firmeza esa autonomía y esa
visión crítica, reflexiva, que tiene la diversidad de actores que participan en
este esfuerzo de construcción social. Ese movimiento va creciendo poco a poco y
va modificando esa dinámica de subordinación.
El chavismo gobierna
sin parlamento. El Tribunal Supremo convalida las decisiones que se toman en la
Mesa de Diálogo Nacional, donde participan unos señores que se llaman
opositores, pero no lo son. Todo patrón se hace a la medida del Gobierno. ¿Vale
la pena ir a votar? ¿No somos presa del dogma democrático? ¿No hemos
sacralizado el voto?
Hay unos partidos que
consideran que hay que participar y otros que advierten que no hay condiciones
para esa participación. Nuestro papel no es descalificar o deslegitimar a las
fuerzas políticas que plantean una u otra opción, entre otras cosas, porque
creemos que esas fuerzas son necesarias para la conformación de un movimiento
—social y político— transformador del país. No tiene sentido dinamitar esos
puentes. A esos sectores los invitamos, nuevamente, a abrir espacios
deliberativos para que expongan su visión estratégica. El dilema no está en
votar o no votar, porque consideramos que el meollo del asunto está en la
defensa de los derechos civiles y políticos de los venezolanos. Creemos que
participar es más que votar y es un proceso comprensivo que incluye la
construcción de las capacidades y de las condiciones necesarias para que los
venezolanos recuperen su soberanía y puedan ejercer un voto que verdaderamente
elija. Y para eso estamos activos no solamente en la defensa de los derechos
humanos, que además son indivisibles, sino en un trabajo permanente de
documentación y de denuncia y de difusión de esas violaciones, para crear un
expediente que pueda dar cuenta de las condiciones irregulares e ilícitas que
hay en este país para el ejercicio de los derechos políticos. Ése es el norte
de nuestra lucha. Nuestro papel no es decirle a la gente que vote o no vote.
Ésa es una decisión personal, de conciencia ciudadana.
El 6 de diciembre hay
elecciones y ese día vamos a tener que tomar una decisión. No se trata,
exclusivamente, de un problema de conciencia ciudadana. Si vemos por el
retrovisor, por ejemplo, la oposición llamó a votar por un señor impresentable:
Francisco Arias Cárdenas. ¿Quiénes son los candidatos? ¿Estos señores de la
fracción CLAP?
Para nosotros el dilema
no está en votar o no votar. Lo importante aquí es construir una visión
estratégica conjunta, en la que ambos escenarios puedan ser válidos. Lo
fundamental es: ¿a qué estrategia está asociado ese hecho en particular? Y ésa
es la interpelación, la pregunta, que le estamos haciendo a los partidos
políticos, sean partidarios o no de ir a las elecciones. A quienes invitan a
votar, les decimos ¿en qué condiciones nos están invitando a votar? ¿Qué
defensa de los derechos de los ciudadanos se están planteando ustedes? ¿Cómo se
está construyendo este proceso electoral? A esas preguntas debe haber
respuestas para que cada ciudadano tome la decisión que considere apropiada. La
respuesta va a venir en la medida en que esos actores políticos puedan atar ese
hecho (el voto) a una estrategia más amplia que ninguno de esos actores le ha
presentado al país. Ojalá esa estrategia pueda ser presentada desde una visión
de unión que pueda construirse a través de un proceso de acuerdos y
concertación en las que todos participen.
A estas alturas tenemos
a una dirigencia opositora que no tiene una estrategia, como lo acabas de
decir. Uno se queda perplejo. ¿Adónde nos van a conducir estos señores? ¿Al
matadero, como ocurrió en 2017?
Si nosotros estamos
hablando de tejidos asociativos autónomos, no podemos esperar que un tercero
nos dé órdenes de hacia dónde nos dirige, sino que tenemos que ser partícipes
de esas decisiones. La construcción de decisiones concertadas es el desafío que
tenemos en el futuro. Dice Rafael Cadenas: Cuanto he tomado por victoria
ha sido sólo humo. Y escuchamos a los actores políticos, cualquiera que sea su
ubicación, hablando de victorias pasadas, presentes o futuras, sobre su
adversario. Yo me pregunto. ¿Cómo podemos hablar de victrorias en medio de un
colosal fracaso colectivo? Yo creo que hay que tomar una sola estrategia, un
solo rumbo. La salida debe ser pacífica, electoral y constitucional. Sólo
mediante un acuerdo político integral podremos superar la crisis que tenemos.
23-08-20
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