Por Piero Trepiccione
En los últimos años ha
sido impresionante ver cómo lo que anteriormente se conocía como “lo
políticamente correcto” ha dado paso al insulto y la descalificación como
modo de hacer política.
Sí, no hay duda, y
hemos sido testigos de excepción de ello. El insulto está a la orden del día en
el mundo de la política. Personajes como Trump, Boris Johnson, Bolsonaro,
Maduro, Diaz Canel, Nayib Bukele, Putin, Macron, entre muchos otros (en
realidad, hoy día, pocos escapan a ello) protagonizan improperios que harían
levantarse de la silla al mismísimo Cicerón o también a Andrés Bello. Este
fenómeno ha alcanzado mayor resonancia con la aparición de las redes sociales
que permiten la interacción inmediata y directa entre los líderes y las
sociedades.
En tal sentido, decía
Ludwig Wittgenstein: “Pronunciar una palabra es como tocar una tecla en el
piano de la imaginación”. En los torneos electorales vemos con mayor frecuencia
y repercusión un juego imaginativo que lleva a la población a pensamientos más
asociados con el sectarismo y la descalificación que a una orquestación de
ideas para transformar realidades y apuntalar el futuro.
El insulto nace como
una iniciativa privada, en circunstancias de modo, lugar y tiempo, que pueden
precisarse. Además, tiene un destinatario, busca ofender a alguien en
particular, aunque pueda ser recogido por otros y generalizarse en sus
resultados.
El
insulto es una obra humana y nada de lo que
es humano le resulta ajeno, y es por eso que han abordado su conocimiento todas
las disciplinas asociadas a las humanidades: la psicología, la antropología, la
sociología, la teología, la ciencia política y el derecho, cuentan con
capítulos referidos a los insultos y sus efectos ante la opinión pública.
Para que haya un
insulto debe existir una situación de conflicto que lo enmarque y, en todo
caso, momentáneamente, una imposibilidad subjetiva de resolverla, si no
es por medio de violencia gestual o verbal. En el caso de la política, el
populismo aporta un fértil terreno para las situaciones conflictivas y
también para los insultos. El estilo populista no reconoce el pluralismo, salvo
en la distinción entre amigo y enemigo. Jamás es un mediador, no compone, todo
lo contrario, opone y necesita generar conflictos para sostenerse.
Es decir, los
conflictos nacen desde el Estado, que requiere un clima de tensión permanente,
provocando a sus ocasionales enemigos que necesita descalificar y aislar, como
disidentes, infiltrados, traidores vende patrias o enemigos del pueblo.
Como puede
verse, el insulto es un medio apropiado para mantener la situación
conflictiva, identificar a los enemigos y alinear a los seguidores del líder.
El insulto buscará degradar o desprestigiar al destinatario, quitarle
adherentes y desvalorizar sus propuestas o iniciativas.
En otros casos, como
disparador de pasiones o emociones, se empleará como medio para captar
adherentes a una política determinada y convertir los apoyos partidarios en una
fuerza política capaz de pasarle por encima a cualquier intención de
alternabilidad democrática.
Maurice Duverger, ese
politólogo francés de gran trayectoria académica, decía que “la política
es, a la vez, conflicto e integración y que, el primero es el que predomina en
la faz agonal”. Los hechos políticos, a diferencia de los fenómenos naturales,
se exponen a una controversia sobre sus significados que nunca termina de ser
resuelta y cuya interpretación puede llevar a una situación conflictiva que,
como hemos visto, es uno de los presupuestos del empleo político del insulto.
Este fenómeno de
posicionamiento del insulto en la política mundial ha exacerbado los ánimos
populares más que para la construcción colectiva, para la destrucción del
adversario.
Con este fenómeno se ha
debilitado la noción de política y por ende, todo lo asociado a participación y
mecanismo adecuado para procesar las diferencias en las disputas por el poder
público. Se hace necesario reinventar la política sobre la base del
servicio público para que pueda ser de nuevo protagonista de las grandes
decisiones de la humanidad.
18-10-20
https://efectococuyo.com/opinion/el-insulto-sera-posible-reinventar-la-politica/
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