Por Froilán Barrios
Se va un año duro para
la humanidad, el más fatídico del siglo XXI, comparable a calamidades
universales que afectaron al mundo en el siglo XX, estas fueron producto de
guerras mundiales, en cambio el COVID 19 ha afectado directamente al planeta,
al punto de que las economías del orbe registran un decrecimiento económico
brutal, salvándose una, la de China, donde se originó la pandemia que se estima
crecerá 2%.
Todos los continentes
han sido afectados, en el caso del nuestro durante los últimos 10 meses los
mercados de trabajo de América Latina y el Caribe han retrocedido al menos 10
años y la crisis está lejos de terminar, dijo recientemente el director
regional de la OIT, Vinícius Pinheiro, al presentar una nueva edición del
informe anual Panorama Laboral, que en esta ocasión retrata el impacto sin
precedentes de la crisis por el COVID-19. “Llegamos a 2021 con el empleo en
terapia intensiva”, señaló este funcionario en rueda de prensa para dar a
conocer los principales contenidos del Panorama Laboral 2020 de América Latina
y el Caribe, un informe que comenzó a editarse en 1994. “Esta es la crisis más
grande que haya registrado este informe en toda su existencia”.
Según este observatorio
el Panorama Laboral 2020 registra un fuerte aumento en la tasa de desocupación
que subiría hasta 2,5 puntos porcentuales en comparación con el año anterior,
pasando de 8,1% a 10,6%. Esto significaría que el número de personas buscando
empleo que no lo pueden conseguir aumenta en 5,4 millones y llega hasta 30,1
millones.
Más allá de los
porcentajes esto significa que unos 23 millones de personas salieron de la
fuerza laboral temporalmente y han perdido sus empleos y sus ingresos. En la
medida que las economías se recuperen, su regreso a los mercados de trabajo
generará presiones adicionales para los indicadores de desocupación del año
próximo.
En el informe
Asia–Pacific Employment and Social 2020 (Perspectivas sociales y del empleo
para Asia y el Pacífico 2020), cuyo eje es la superación de la crisis en aras
de un futuro del trabajo centrado en el ser humano, se estima que los efectos
adversos de la pandemia de COVID-19 en el plano económico provocaron una
pérdida de alrededor de 81 millones de empleos en esta región del mundo. En
casi todas las economías sobre las que se dispone de datos trimestrales para
2020 el nivel de empleo disminuyó con respecto al registrado en 2019.
La crisis ha tenido
consecuencias de gran alcance y el subempleo ha aumentado en gran medida a raíz
de los millones de trabajadores a los que se ha pedido que reduzcan las horas
de sus jornadas o dejen de trabajar. La cantidad de horas de trabajo en Asia y
el Pacífico disminuyó en 15,2% en el segundo trimestre, y en 10,7% en el tercer
trimestre de 2020 con respecto a la situación que existía antes de la crisis.
En el contexto de la
Unión Europea, los indicadores de puestos de trabajo perdidos alcanzan la cifra
de 45 millones de puestos de trabajo formal, atenuados con los pagos estímulos
para impedir el cierre de pequeñas y medianas empresas y dejar sin abrigo a
millones de puestos de trabajo.
Finalmente, en la
América Septentrional (Estados Unidos, Canadá) la pérdida de puestos de trabajo
registró un tope de 40 millones de empleos formales, recuperados parcialmente
con subsidios a las empresas y a los trabajadores con pagos en abril de 1.200
dólares y ahora en diciembre de 2020 con pagos de 600$ y el anuncio de un pago
posterior para sumar 2.000 dólares.
En resumen, la pandemia
da lugar a una enorme disminución de la cantidad de horas de trabajo, revierte
el aumento del empleo y provoca la pobreza laboral de millones de personas a
nivel planetario, que alcanza la cifra aproximada de 500 millones de puestos de
trabajo formal, a estas cifras se añade la población informal mundial de 1.600
millones de empleos con una caída del 50% del total.
A esta dramática
situación se agrega la persistente falta de espacio fiscal, las brechas de
cobertura de la protección social, la elevada desigualdad social y la alta
informalidad que pusieron en evidencia la precariedad de grandes sectores de
nuestras sociedades, y la crisis sanitaria que afecta conjuntamente con el
deterioro de los sistemas educativos la condición de vida de la
humanidad. Las cifras globales son aterradoras apuntan a 1.800.000
fallecidos y 50 millones de contagiados.
Este apocalipsis que
sacude a la humanidad amerita políticas públicas de emergencia que acentúen, el
diálogo social como orientación relevante que permita contar con estrategias
consensuadas entre gobiernos, empleadores y trabajadores para enfrentar la
crisis, como se observa en la Unión Europea, en algunos países de América
Latina y en la América Septentrional.
Lamentablemente no es
este el curso que ha escogido el régimen madurista para un país que sufre 2
pandemias, la del COVID 19 y la de una tiranía cuyas políticas se orientan a
politizar la crisis humanitaria que afecta al 90% de la población y la condena
a la miseria más abyecta como condición de sumisión al Estado, responsable de
haber destruido la economía en el siglo XXI, considerada en el siglo XX como
una de las emergentes en América Latina.
30-12-20
https://www.elnacional.com/opinion/2020-retroceso-global-en-el-desarrollo-humano/
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