Benigno Alarcón Deza 20 de diciembre de 2020
@benalarcon
“Un régimen democrático es instalado, no por
tendencias, sino por personas. Las democracias son creadas, no por causas,
sino por causantes”. (Samuel
Huntington, 1991)
Hoy, cuando nos toca despedirnos hasta el 2021,
quisiera compartir con Ustedes, quienes nos han acompañado a lo largo del 2020,
un año atípico, unas breves reflexiones.
El 2020, sin lugar a duda, será recordado como uno de
los años más difíciles de la humanidad en varias décadas, especialmente para
quienes vivimos en Venezuela. Un año en el que para muchos se esfumaron las
expectativas y esperanzas que crecieron de manera desenfrenada a partir de
enero de 2019, cuando la principal potencia internacional, los Estados Unidos,
se alineaba con un joven líder del Movimiento Estudiantil de 2007, para ese
entonces estudiante de la UCAB, Juan Guaidó, quien era elegido presidente de la
Asamblea Nacional, y luego Presidente Interino para llenar el vacío de poder
que implicaba el desconocimiento de la elección de Maduro en 2018.
Un año en el que, en medio de una crisis política sin
precedentes, se continúan agravando todas las condiciones de las que depende el
bienestar de la gente. La economía se derrumba, nuestro entorno social se
desintegra entre seres queridos que perdemos, amigos que deciden emigrar para
buscar un futuro, ellos en un lugar y sus hijos en otro, y un hábitat que se
torna cada vez más hostil por la ingobernabilidad, el colapso de la economía y
de todos los servicios públicos, y la pérdida del valor del trabajo que nos
presiona a todos, pero en especial, a los más vulnerables.
Como comentábamos en el editorial anterior, el
escenario para 2021 no luce esperanzador. Todas las tendencias indican que la
autocratización cobrará fuerza, gracias a una mayor concentración de poder por
parte del régimen liderado por Maduro, mientras el país se estabiliza en un
foso, en el que la emergencia humanitaria comienza a transitar desde un estado
complejo hacia uno catastrófico, como lo refleja la tragedia de los náufragos
de Güiria, que es la punta del iceberg, o sea, lo que podemos ver de una
realidad social que muchos aún se niegan a reconocer.
A esta crisis se suma, por si fuera poco, la pandemia
que continuará acechándonos durante buena parte del 2021, y que será
instrumentalizada políticamente por el régimen, como lo hizo durante 2020, que
seguramente decretará una cuarentena estricta, no solo por razones sanitarias
sino de contención política, a partir de la primera semana de enero, tiempo en
el que se producirá la instalación de la nueva Asamblea Nacional con los
diputados que participaron en el proceso del pasado 6 de diciembre, mientras se
continúa avanzando en retomar el control de todas las instituciones, lo que
incluye tanto a los funcionarios no electos que serán escogidos por el nuevo
Parlamento, controlado en un 90% por el oficialismo, como los que serán electos
en las elecciones regionales y municipales del venidero año.
Sin embargo, en medio de toda la oscuridad que ha
traído el 2020, encontramos razones para la esperanza. Hoy son más las personas
en el mundo, pero también en Venezuela, que hemos pasado más tiempo (física y
virtualmente) con quienes nos importan, y hemos tenido más tiempo para
reflexionar sobre lo verdaderamente trascendente en la vida. Hoy son más los
padres que han encontrado momentos para caminar de la mano con sus
hijos; las familias que han tenido que apoyarse incondicionalmente para
salir adelante; las miles de empresas y organizaciones, como nuestra
universidad, que se han mantenido abiertas y funcionando, contra todo pronóstico,
apostando a un futuro que nos ha costado mucho y por el que trabajamos, y que
algún día alcanzaremos. Asimismo, en horas complicadas hemos encontrado la
solidaridad en los rincones más remotos y en las formas más diversas. También
hoy son más los venezolanos que están conscientes de que no tendrán futuro ni
presente mientras no haya cambio en lo político. En pocas palabras, hoy somos
más quienes hemos ganado una mayor conciencia sobre lo que queremos y
valoramos.
En momentos difíciles siempre habrá quienes tengan la
tentación de aislarse, de encerrase en su círculo familiar o social más íntimo,
e ignorar el dolor ajeno en una especie de ostracismo que busca salvaguardar lo
que nos es propio, nuestra familia, nuestros bienes, nuestra supervivencia; pero
nadie es autosuficiente ni sobrevive por sí solo, y mucho menos en condiciones
como éstas.
Cuando uno ha tenido la oportunidad de acercarse y
trabajar con comunidades pobres, lo primero que se aprende es a admirar su
capacidad de participación y organización, y es que la participación y la
organización en estas comunidades no es un asunto de voluntarios con tiempo
libre, es un asunto del que depende la existencia misma.
En el 2021 hay muchas cosas que debemos cambiar, pero
el primer paso hacia el cambio del país comienza por nosotros mismos. Venezuela
nos necesita, necesita de la participación organizada de todos y cada uno de
nosotros, como ciudadanos. De ello dependerá nuestra existencia misma.
Parafraseando de alguna manera la afirmación de Samuel
Huntington, con la que iniciamos este editorial, no permitamos que las
dificultades que se proyectan para 2021 nos derroten, y recordemos que
restablecer la democracia no es un tema de tendencias, sino de lo que nosotros
seamos capaces de hacer, porque las democracias son creadas, no
por causas, sino por causantes.
Tomado de: https://politikaucab.net/2020/12/18/2021-obligados-a-cambiar/
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