Ismael Pérez Vigil 06 de diciembre de 2020
El domingo 6 de diciembre, con unas elecciones
parlamentarias a su medida, cuyo resultado todos conocemos hace meses, el régimen
concluye un capítulo de su estrategia de mantenerse en el poder a cualquier
precio. Para ello requería recuperar el control de la Asamblea Nacional (AN),
que perdió en 2015; ¡Y vaya si le ha costado trabajo recuperar la AN! ¡Ese es
un logro que nadie le puede negar a la oposición democrática!
Desde el mismo mes de diciembre de 2015, cuando perdió
el control de la AN, casualmente también un 6 de diciembre, hizo todo tipo de
esfuerzos, la mayoría ilegales y abusivos, como es su característica esencial,
para recuperarla. Creo que son todos bien conocidos y basta con enumerarlos,
sin entrar en mayores detalles; comenzando por desconocer diputados electos,
pasando por perseguir y allanar ilegalmente la inmunidad parlamentaria de
otros, designando ilegalmente magistrados del TSJ –que acorralaron e
“invalidaron” las decisiones de la AN–, eligiendo inconstitucionalmente una
Asamblea Nacional Constituyente, que fue desconocida nacional e
internacionalmente, y que al final desechó por su inutilidad e incapacidad de cumplir
su tarea; trató igualmente de corromper diputados y logró comprar algunos para
intentar una directiva paralela, apócrifa, que tampoco le dio resultado y al
final, todo quedó en privar a la legítima AN de su sede y obligarla a legislar
fuera del hemiciclo o de manera virtual, tras declararse la pandemia del Covid
19.
Como nada de eso dio resultado, ante la firme
resolución de los diputados de mantener sus curules y representación popular,
el régimen finalmente apeló a “organizar” unas elecciones, asegurándose para
ello una “oposición” a la medida y estimulando la no participación y abstención
de la mayoría democrática.
Todo lo realizado para lograr una AN a su medida, le
sirve también para su objetivo general de destruir la democracia. Democracia y
dictadura –o gobierno totalitario o autoritario, escoja el término que más le
guste, pues para efectos prácticos es lo mismo– son dos términos que se
excluyen.
Lo único que Hugo Chávez supo hacer bien desde un
principio fue montarse en el discurso populista de la “antipolítica”, tan de
moda hoy con “indignados” dispersos por todo el mundo y se lanzó también por
otra vía de ese virus populista: acusar a los políticos de “corruptos”,
señalando que esos eran los que le “quitaban el pan al pueblo” y que él iba
devolverle al pueblo lo que le habían quitado los políticos corruptos; él iba a
“freír en aceite las cabezas de los adecos”… y acabar con los partidos corruptos…
y lo hizo, prácticamente acabo con los partidos.
Desde luego Chávez, no acabó con la corrupción, la
potenció. Pero si acabó con las instituciones, el congreso, los partidos –en la
Constitución Bolivariana ni siquiera se les nombra y expresamente prohíbe que
sean financiados por el Estado– modificó la composición del TSJ, cambio a
capricho la constitución y los símbolos patrios, y un largo etcétera que no
vale la pena volver a enumerar. Y esa tarea la continúa hoy su sucesor,
designado por él, desconociendo a la AN, persiguiendo y encarcelando diputados
y líderes políticos, inhabilitando a los partidos, quitándoles sus colores,
símbolos, directivas y sedes y poniéndolos a formar parte del sainete de una
elección parlamentaria, que al final está siendo desconocida también por una
buena parte de la comunidad internacional democrática y una gran parte de la
sociedad civil, no política, venezolana: Iglesias y confesiones religiosas,
academias, universidades y movimientos estudiantiles, sindicatos y gremios, entre
otros.
Pero esos cuatro puntos: tomar el control de la AN,
intentar acabar con los partidos políticos y con la democracia –por parte del
régimen–, el pronunciamiento en contra de la comunidad internacional
democrática al respecto y la situación de caos económico, social y político en
el cual el régimen ha sumido al país, forman la base de la agenda de la
oposición democrática para recomenzar la tarea de reconstruir el país.
La agenda de la actividad de reconstrucción de la
oposición democrática comprende moverse en múltiples escenarios. El orden no es
indicativo de nada y no agota los innumerables temas posibles. Entre los más
importantes puntos de dicha agenda, de lo más particular e interno a los más
general y externo, se encuentran:
Primero, hay una tarea o área de actividad inmediata
que es la reconstrucción de los partidos políticos; el régimen al destituirles
sus autoridades legítimas, despojarlos de sus símbolos, colores, sede y
recursos, pretendió acabarlos y utilizarlos para sus planes de dominación
política; pero esto puede ser la oportunidad que se abre para iniciar o
terminar el proceso de renovación y transformación interna de esos partidos,
que sin duda es materia pendiente desde hace más de tres décadas. Una vez más
sostengo que debemos ayudar y colaborar en la reconstrucción de los partidos,
esencia del sistema democrático.
Segundo, hay una tarea de reconstrucción necesaria de
la base de apoyo de la oposición democrática; de esa inmensa cantidad de
personas –que se cuentan en millones–, las miles de organizaciones de la
sociedad civil y grupos muy activos en la resistencia al régimen desde 1999,
dispuestos siempre a defender sus derechos, que han marchado, protestado,
manifestado, votado en elecciones y referendos, participado en recolección de
firmas y un sin número más de actividades, bien conocidas todas.
Naturalmente las nuevas circunstancias políticas del
país, con el régimen de nuevo controlando todas las instituciones, requiere de
una planificación y propuestas de actividades políticas más seguras. Que
permitan adquirir confianza a este sector que ha sido fiel a las directrices
políticas, unas veces acertadas y otras no. Este sector, aunque por momentos
luzca cansado y desmotivado, siempre se puede contar con él, pues sabemos que
se puede reactivar en cualquier momento, si se logra dar con las ideas y las
actividades a las que les encuentre sentido. Este es un sector ya ganado para
la causa de la reconstrucción democrática del país y que se le debe brindar
instrumentos organizativos, que le permitan canalizar su lucha y la disposición
que ha demostrado de resistir a la dictadura.
Tercero, la oposición debe dirigir una acción
especifica a una inmensa mayoría del país, que permanece mas indiferente a la
actividad política, que no se involucra y que incluso en determinados momentos
ha apoyado la demagogia y el populismo del régimen. Ese sector de la población
está representado en varios millones de venezolanos, algunos de los cuales han
cruzado las fronteras del país huyendo de la miseria o en la búsqueda de las
oportunidades que aquí no tienen; pero otros permanecen en el país, muchos de
ellos sumidos en la profunda crisis humanitaria, tratando de sobrevivir, a
estos se les deben brindar propuestas, soluciones, metas a alcanzar y sobre
todo una finalidad y un propósito por el cual entiendan que vale la pena seguir
al liderazgo opositor
A ese sector, especialmente, se deben dirigir,
debidamente “traducidas” para su comprensión, las propuestas del llamado Plan
País, en el que trabajaron miles de personas, que contiene alternativas de
solución para cada uno de los problemas que acogotan a los venezolanos, y que
inexplicablemente no ha sido difundido de manara masiva, en un lenguaje que
pueda ser comprendido por todos y expresado en términos suficientemente
emotivos, capaces de entusiasmar a los venezolanos en los objetivos que se
plantean. No olvidemos que entre estos están, los miles que todos los días, por
los más variados motivos, protestan y manifiestan su descontento. Esa es una
bandera política cuya organización la oposición no puede seguir ignorando.
Cuarto, la oposición debe dedicar un esfuerzo
importante a mantener contacto y relación con la comunidad internacional –la
Unión Europea, la Organización de Estados Americanos, el Grupo de Lima, el Grupo
Internacional de Contacto, la Oficina del Alto Comisionado de las ONU para los
derechos humanos, y el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los
Estados Unidos, y otros– que durante los dos últimos años han sido aliados y
soporte de la Asamblea Nacional electa en 2015 y del gobierno interino
designado en 2019.
Las dictaduras no salen solas, hay que empujarlas
desde adentro y jalarlas desde afuera; siempre hemos sostenido que el factor
crítico de éxito para resolver la crisis política en Venezuela es una presión
de pinza, interna y externa, que obligue al régimen o le haga entender que su
mejor salida es buscar una negociación para dejar el poder.
Ismael Pérez Vigil
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico