Miguel Ángel Rodríguez 12 de marzo de 2021
@MiguelContigo
Desde
las sanciones emitidas por la Unión Europea contra 19 personas y la reacción
ruda de expulsar a la Embajadora Isabel Brilhante; el gobierno de Nicolás
Maduro ha pasado a la defensiva frente a las gestiones de Juan Guaidó, las
declaraciones del nuevo gobierno de Estados Unidos y las réplicas de la ONU
protestando más duro por las graves violaciones a los derechos humanos.
En este contexto llegó a Venezuela, apenas a pocas
semanas de diferencia con su anterior visita, una delegación del reino de
Noruega, que si bien antes vino a explorar, se supone que ahora se presenta a
lo que se llama una gestión de conversaciones pendulares, y Guaidó le ha
arrancado al madurismo la iniciativa de la primera vocería.
En un programa televisivo dijo estar dispuesto a
acudir a un proceso de negociación con su adversario Maduro. Pero esta vez,
flanqueado por el gesto pragmático en que se alinean unos 54 países, el líder
opositor ha sido tajante en que conversará por resolver la crisis a los
venezolanos, pero nunca para perder el tiempo.
En la víspera, Juan González, director de asuntos
hemisféricos de la Casa Blanca, había declarado que el gobierno de Joe Biden no
está dispuesto a negociar con Nicolás Maduro el levantamiento de las sanciones
económicas, si desde Miraflores no se daba un gesto de buena fe, que conlleve a
un acuerdo concreto: elecciones libres.
La organización internacional es clave para lograr la
salida electoral
Desde finales de 2020, el representante de Guaidó en
Estados Unidos, reconocido en Washington como Embajador Carlos Vecchio;
anunciaba la promoción de una nueva era, en la que el gobierno de Biden se
integrara a un nivel superior de coordinación con el mundo libre, para darle a
la crisis venezolana la certidumbre de una salida pacífica.
El tipo de sanciones emitidas recientemente por la
Unión Europea, tocó directamente lo electoral. Incluir a rectores de un muy
cuestionado Consejo Nacional Electoral, y al menos a dos dirigentes que dieron
la espalda a sus partidos de la oposición democrática venezolana, fue como
decir a Maduro, que la salida electoral debe ser limpia y sin viejos trucos.
En otras palabras, que no se permitirá una salida
electoral en la que Maduro decida quién es el árbitro y, de paso, quiénes son
los opositores con los que él permitiría que se diera una competencia de votos.
El día que se conocieron las sanciones, el mandatario dijo que así no iba a
seguir conversando con los europeos.
Pero ahora los europeos están “jugando cerrado” con la
administración de Estados Unidos, y hasta el Grupo de Contacto Internacional,
que con la influencia de México y España, trataba de diferenciarse hace años de
la rígida postura del gobierno de Donald Trump, ahora también entra en el redil
de exigir el cese de las maniobras y la celebración de elecciones libres.
Todo coincide para presionar a Nicolás Maduro por una
verdadera negociación
En medio de estas coincidencias, sobre el camino
electoral, pero también sobre el valor del mantenimiento de sanciones como
método de presión para que se realice un encuentro entre el régimen de Maduro y
adversarios reales; la delegación de Noruega aparentemente se trae entre manos
algunos mensajes que no pretenderían aniquilar, pero si “doblar las rodillas” y
sentarse.
Ha coincidido también con la llegada de la delegación
noruega, la presentación del segundo informe de la Misión Independiente de
Verificación de Hechos, del Consejo de Derechos humanos de Naciones Unidas. Y
aunque el canciller madurista, Jorge Arreaza, dijo que el comunicado no tiene
sustento, ahora toca esperar el “chaparrón” de la comisionada Bachelet.
Esa misión acusó con nombre y apellido a más de 40
funcionarios afines a Nicolás Maduro de casos de ejecuciones extrajudiciales,
desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y tratos crueles,
inhumanos y degradantes incluyendo violencia sexual y de género, desde el año
2014 en adelante.
En el segundo informe, los integrantes de la misión,
han aumentado con nuevos casos la gravedad de su denuncia presentada en
septiembre de 2020, y además de señalar nuevas detenciones que contrarían el
fin del presidio político en Venezuela; documentan fuertemente los desafueros
electorales en los que incurrió la corriente madurista para instalar una
legislatura nacional, desconocida ahora por decenas de países.
Entonces, aunque no hay que ignorar la discusión que
la declaración de Juan Guaidó genera entre distintos grupos opositores, no
precisamente de poca importancia; ya una tajada de la oposición dice que se sentará
a negociar, como exige la comunidad internacional, a buscar una salida
electoral. Maduro no ha dicho, si porque los europeos no levantaron sus
sanciones, mantendrá su posición de no negociar.
El multilateralismo con que se está abordando la
crisis venezolana, también está dispuesto a tener éxito, para facilitar que con
un cambio político profundo, comience a revertirse lo que ahora mismo es la
crisis de refugiados más grave que registra el mundo, y que pudiera significar
que en los próximos meses, siete millones de personas hubieran salido de
Venezuela por la grave crisis humanitaria.
Se conoce también, que si unos tentáculos del plan,
buscan que se inicie una real negociación que conduzca a elecciones libres;
otros se están ocupando de tratar el tema venezolano con los gobiernos de Rusia
y de China, al tiempo que con Cuba, se traza desde La Casa Blanca una nueva
estrategia, que ablande su abrazo con Miraflores.
En las próximas horas debe saberse el resultado de
este sacudón de eventos, coincidentes en reclamos y presiones al gobierno de
Nicolás Maduro, en el que nuevamente los delegados del reino de Noruega han
sido llamados como árbitros. Estados Unidos, Canadá, Grupo de Lima, Grupo de
Contacto Internacional, Gran Bretaña y Unión Europea, están apoyando.
Miguel
Ángel Rodríguez
@MiguelContigo
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